Un corazón ante quinientos


¿Cómo se motiva a una juventud cuando nuestra propia motivación es débil?


Dependiendo de la hora, mientras usted lee este texto —o lo escucha en nuestro pódcast—, yo podría estarme alistando para salir hacia la Escuela Naval del Callao, podría estar en ruta, o podría ya estar frente a más de 500 jóvenes en mitad de una exposición. El día de hoy es especial. Es mi cumpleaños. Pero hoy, además de cumplir 39 años, buscaré motivar a jóvenes peruanos universitarios de todas las ciudades del país a tomar un papel más activo en política o, en cualquier caso, a animarse a ejercer su ciudadanía de manera más activa.

Participar en el CADE Universitario ha sido un sueño de mi corazoncito de profe que de pronto se me hizo realidad este año, justo cuando todas las instituciones gubernamentales y políticas en las que puedo pensar están capturadas por intereses indiferentes al bienestar público. Quizá por ello, desde hace días vengo batallando con la inquietud de no saber muy bien qué decirle a mi auditorio, o cómo motivarlo para involucrarse en el desarrollo y devenir de un país que parece sabotearse a sí mismo constantemente. ¿Cómo compartirles mi esperanza y mi optimismo por un futuro mejor cuando, por estas fechas, yo ando perdiendo ambos?

Puedo decirles que sus voces son importantes, que sin su fuerza, sus ideas y su innovación, el país no va a sobrevivir, y que ser líderes del mañana requiere que empiecen a mirarse hoy, y pensar sobre el Perú que quieren para el futuro. Puedo decirles que confío en que su aporte al desarrollo nacional es fundamental y que tienen mi esperanza, pero esta valdrá poco para la mayoría de ellos, pues, como ya mencioné, puede estar siendo solo una declaración vacía. Puedo decirles que nuestra sociedad y el país celebrarán su esfuerzo y su patriotismo, pero eso sería mentirles: nadie en el aparato público te erige un monumento por hacer las cosas bien, y tanta gente hace las cosas mal, de manera sostenida, que las buenas acciones terminan resultando muchas veces en problemas.

Pensé en dejarles, tal vez, con la idea de que si suficientes de nosotros podemos identificar los problemas del país en nosotros mismos, ya hay una esperanza. Si nosotros, en un ejercicio individual, podemos identificar cuál es nuestra contribución al deterioro y el mal de la nación y apostamos por cambiar nuestras formas y prácticas, desde lo individual o personal, entonces sí habría una posibilidad. Que la mejora de uno significa exponencialmente la mejora de todos como nación. Que si, en su caminar social, piensan no solo en ellos, sino también en el otro, un cambio y mejora es posible. Si recogen el popó de su perro, ninguna otra persona, o ciudadano en silla de ruedas se ensuciaría; si no botan la basura en la calle, las calles estarían más limpias; si cruzan cuando el semáforo peatonal les da verde, algún niño o niña que los vería cuestionaría a su padre o madre incumpliendo esta regla, haciéndoles reflexionar. Es decir, si en la toma de estas micro-decisiones relacionadas con nuestro navegar ciudadano podemos identificar nuestro rol en la construcción de ciudadanía cotidiana, estaremos bien. Tendremos alguna esperanza. 

Honestamente, a dos días de este CADE Universitario, aún no sé cuál será mi guion. Como veo las cosas hoy, probablemente llegue y les hable desde el corazón. Posiblemente, comparta con ellos y ellas que yo tampoco sé hacia dónde se está yendo el país, y que lamento mucho que nosotros, “los mayores”, no les estemos dejando un mejor lugar, o un mejor país, o un mejor futuro. Lo que sí les puedo decir es que, bueno o malo, este es su país; y que, cargándolo sobre los hombros o a las espaldas, ¡todos tenemos que hacer la chamba!


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