El misterio de los adultos sin internet durante la pandemia
El año 2020 quedará en la historia como aquel en que la humanidad permaneció encerrada, pero, a diferencia de otras crisis pasadas y quizá más regionales, ocurrió cuando internet ya estaba diseminada por todo el planeta. Lamentablemente, a pesar de que acceder a internet tiende a ser visto como un reto superado, lo cierto es que sigue siendo un problema pendiente para las personas más pobres y las más alejadas de concentraciones urbanas. Además, para quienes acceden, su uso y apropiación dependen de un conjunto de factores muy asociados a la condición socioeconómica, la educación y el género. Por ejemplo, se puede tener internet, pero su uso puede estar muy limitado porque no se sabes todo lo que puede ofrecer.
Aún con estas desigualdades en el acceso, el uso y la apropiación, todavía hay personas que no se conectan a la red de redes. Los vamos a llamar “desconectados”: son aquellas personas que no utilizaron internet en los últimos 3 meses y es la definición que se utiliza en las estadísticas de la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT).
Con el apoyo del IDRC de Canadá, en el Instituto de Estudios Peruanos (IEP) desarrollamos dos rondas de encuestas para averiguar si la pandemia contribuyó a cerrar las brechas de acceso, uso y apropiación de internet. La hipótesis era que la pandemia provocó una digitalización rápida, porque a través de internet se podía poco a poco recuperar las interacciones sociales.
El área de Opinión Pública del IEP, la misma que produce las encuestas de opinión que solemos revisar periódicamente, se encargó de realizar la encuesta con representatividad a nivel de las áreas urbanas del Perú. La primera ronda se realizó en agosto de 2020 y la segunda en abril de 2022, buscando encontrar qué cambió y para quién en cuanto al acceso, uso y apropiación de internet.
Y sí, la proporción de personas desconectadas, según nuestra definición, disminuyó a la mitad: de 15,87 % a 8,86 %. Esta es una gran noticia, a pesar de lo que poco que se hizo en políticas públicas antes y durante la pandemia para reducir a cero esta brecha.
Esas cifras dan cuenta del promedio nacional. Al ser nuestro país tan desigual, es interesante examinar qué está escondiendo esa cifra promedio y en esta entrega solo vamos a examinar la dimensión de las diferencias de edad.
Cuando se trata de hacer una distinción por edad, la expectativa es que la mayoría de jóvenes, mayormente estudiantes, estén casi en su totalidad conectados; que los adultos también lo estén, pero en menor proporción, y que los adultos mayores exhiban la menor proporción de conectados comparados con los otros dos grupos etarios. Vamos a considerar jóvenes a aquellos con edades entre 19 y 25 años; adultos, a quienes tienen entre 26 y 59 años; y adultos mayores, a todos los de 60 o más años.
En agosto de 2020, los datos de nuestra encuesta confirmaron estas expectativas: la proporción de conectados, según grupos etarios, va cayendo a medida que se considera grupos de edades mayores. Cuando se los compara con los resultados de 2022, se observan resultados muy interesantes tanto para los jóvenes menores de 25 años, como para los mayores de 60. En ambos casos, la proporción de desconectados bajó a la mitad: solo 2,6% y 13,5%, respectivamente.
Lo que sí llama la atención es que la proporción de adultos (entre 26 y 59 años) desconectados, prácticamente no cambió en el periodo. Además, se iguala la proporción de desconectados entre adultos y adultos mayores. Nuestra encuesta, entonces, muestra que no es necesario distinguir entre adultos (25 a 59 años) y adultos mayores (de 60 a más años), si de identificar a los desconectados y desconectadas se trata. Estos datos nos abren un interesante campo de discusión e investigación: ¿quiénes conforman ese núcleo duro de adultos que, a pesar de lo que significó la pandemia, no se atrevieron a conectarse y utilizar internet? Si no lo sabemos, es posible que, sin querer, estemos creando un grupo adicional de población vulnerable, sin acceso a información y comunicación: los pobres digitales.
Pensar, escribir, editar, diseñar, coordinar, publicar y promover este y todos nuestros artículos (y sus pódcast) cuesta y nosotros los entregamos sin cobrar. Haz click en el botón de abajo para contribuir y, de paso, espía como suscriptor nuestras reuniones editoriales.