Los ministros y sus oportunidades perdidas en esta era de cambios
Corre la voz de que un técnico o funcionario en la administración pública debería ascender, máximo, hasta tener el cargo de viceministro. No más. En mi país lo dicen personas muy técnicas que supieron desplegar habilidades políticas cuando les tocó ser ministros —de otro modo no hubieran sido exitosos en su gestión—, pero que confiesan que, de haber sabido lo que les esperaba, hubieran preferido el segundo lugar en el escalafón. Recordemos que un ministro es el representante político del presidente de la República y que el presidente, a efectos de fallos de gestión, termina siendo inimputable: quien asume la responsabilidad directa de la gestión es el ministro. Es él o ella quien tiene que ir a darle explicaciones al Congreso, responder pliegos interpelatorios o sustentar el presupuesto solicitado, y es quien tiene que darle explicaciones a la población en todo lo referente a la gestión pública. Un ministro exitoso es aquel, pues, que tiene grandes habilidades políticas.
En la actualidad, tenemos un problema serio en el Perú con respecto a los precios elevados del limón y de la cebolla roja, para mencionar solo un par de productos agropecuarios de consumo prácticamente diario. Sabemos que cuando el precio de un producto sube, solemos buscar otros que puedan sustituir al producto encarecido. Al no ser especialista en temas de cocina —lamentablemente— pregunté en mi clase de 40 estudiantes si la cebolla roja realmente no tenía sustitutos, y un alumno muy rápidamente me respondió: “Imagínese, profesora, ponerle cebolla blanca al lomo saltado”. La imagen me quedó clarísima: efectivamente, no hay forma. Con el limón pasa algo parecido, pero ahí sí mi costumbre de tomar agua con limón me hace saber perfectamente de qué se trata. Por lo tanto, el sistema de precios solo no iba a solucionar el problema de la escasez de cebolla roja y limón. En esos casos, necesitamos intervención pública.
Rápidamente, el problema pasó al periodismo y este lo abordó con diversos ministros. Varios ministros con el micrófono adelante fueron preguntados sobre el tema y decidieron que lo mejor que podían hacer era decirnos qué harían ellos, como si fuera un problema de empatía o de recetas de cocina o de recomendaciones de platos en un restaurante. Un ministro nos dijo que, en lugar de ordenar cebiche en una cebichería, mejor pidiéramos arroz con mariscos. Otra ministra nos dijo que teníamos que usar más vinagre. Las disquisiciones sobre si esas recomendaciones tienen sentido gastronómico, se las dejo a los expertos y expertas. Sin embargo, quedó claro que ministros y periodistas perdieron una oportunidad de oro de explicarnos, con manzanitas, varios asuntos de importancia vital. El primero y más urgente es que el calentamiento del planeta está acelerando los cambios en los patrones de clima; que al calentamiento global contribuimos todos y cada uno de nosotros con enormes y pequeñas acciones a nivel gubernamental, corporativo y doméstico. El caso del limón es mucho más claro y lo han explicado los especialistas. Las altas temperaturas que estamos teniendo por este Niño, que hemos percibido todo este año, han dificultado la floración del limón, que necesita bajas temperaturas. Y cuando finalmente la temperatura volvió a la “normalidad” vino Yaku, otro fenómeno extraordinario, y con las lluvias volvió a alterar todo el proceso de crecimiento del fruto. Por el lado de la cebolla, arrastramos la crisis de escasez de fertilizantes y, además, la brutal sequía que estamos sufriendo en el sur del Perú. Si el futuro Niño se termina de plasmar, el estrés hídrico será peor en el sur y las actividades agropecuarias, los productores que de ellas dependen, así como todos nosotros en ciudades, enfrentaremos más y nuevos problemas de abastecimiento.
El segundo asunto es el más grave para la gestión pública y, quizá —es una hipótesis— es de lo que quisieron evitar hablar los responsables políticos, es decir, los ministros. Lo que nos debieron explicar es la vulnerabilidad que tenemos frente a estos fenómenos climáticos y que esta vulnerabilidad será de todos los días y estará relacionada con una gestión pública de riesgos. ¿Es un riesgo periódico un fenómeno El Niño, sea global o costero? Sí. Entonces, ¿dónde está el plan de gestión de riesgos? Es tarea de la administración pública contar con estos planes y ponerlos en práctica cuando se plasma el riesgo. En un contexto de aceleración de los fenómenos climáticos extremos, resultado del calentamiento del planeta, estos riesgos van a pasar a ser la nueva normalidad. Ya se necesita más gestión para la adaptación y más trabajo colaborativo entre los diversos niveles de gobierno. Es sobre esos planes que nos debieron informar los ministros.
A propósito de las recetas de cocina, es necesario recordar que un ingrediente fundamental de la buena gestión pública es la comunicación oportuna y clara.
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