Ser o no ser padre


¿Qué dicen los datos sobre la supuesta felicidad que traen los hijos?


Pasadas las celebraciones de mayo y junio por el Día de la Madre y del Padre, rescato una pregunta que he visto más de una vez por las redes: ¿qué hay con quienes deciden no traer hijos al mundo? La pregunta tiene algo de la vocación abarcadora de las discusiones que se dan ahí: “Si existe algo para A, debe existir algo también para el complemento de A”. Pero a mí me ha llamado la atención el sujeto de la pregunta: ¿qué sabemos de las personas que no son madres ni padres y de su felicidad en la vida? Pues la evidencia trae más de una sorpresa.

No tenemos mediciones precisas, pero algunos indicadores indirectos nos dan la idea de que se trata de un colectivo que viene creciendo. Esto se puede notar, por ejemplo, en el envejecimiento de nuestra población y dos de sus manifestaciones específicas. Por un lado, los hogares sin hijos vienen en aumento tanto en número como en porcentaje. En el año 2000, el 75 % de los hogares peruanos tenía un niño o un joven en edad escolar y hoy eso ha caído al 50 %. Por otro lado, y vinculado a lo primero, la fecundidad promedio de las mujeres está cayendonotablemente y la edad al momento de tener el primer hijo está aumentando. El porcentaje de las mujeres que finalmente se queda sin hijos seguramente viene en aumento.

Seria ideal contar con un indicador que midiera exactamente el porcentaje de hombres y mujeres que pasan por la vida sin haber tenido hijos, pero no lo encuentro. El hecho de que tal indicador hoy no sea de uso cotidiano da cuenta de que se trata de un colectivo que no ha sido muy grande, ni vociferante en el pasado. Pero, a juzgar por los indicadores que he compartido previamente, es muy probable que eso cambie en las próximas décadas.

Para las mujeres, la opción por la no fecundidad está vinculada a decisiones laborales o profesionales. Para los hombres, probablemente el trade off no sea tan claro en tal sentido, pero el fenómeno seguramente se viene dando también. Con o sin disyuntivas, una pregunta que viene a la discusión alrededor de este tema es sobre el bienestar de los no padres: ¿qué tanta felicidad o satisfacción con la vida sienten?

Al revisar las publicaciones de amigos —madres y padres— en sus respectivos días celebratorios, podría llegar a pensar que la procreación y crianza es esencial, que se trata de pasos que le dan sentido a la vida y que es imposible pensar en una existencia plena sin hijos. Yo mismo, al recordar el rol de mis hijas en mi vida, me emociono y coincido casi al 100 % con lo que leo de mis amigos. 

Pero aquí estoy cayendo en, al menos, un par de sesgos cognitivos. En primer lugar, hay un sesgo de la disponibilidad: en momentos felices para mí, como el Día del Padre, pienso de una manera, pero ¿pienso igual los demás días? Por otro lado, también está operando el sesgo del statu quo. Hay un error al juzgar una situación a partir de mi condición actual. Si hoy perdiera a una de mis hijas sentiría una pena enorme, profunda y prolongada, eso es muy cierto, pero, ¿cuán satisfecho o feliz estaría con mi vida si no hubiera tenido hijas? Responder la pregunta previa requiere la existencia de un multiverso para el que no estamos preparados. 

Sin embargo, aquí es donde algunas herramientas de la estadística resultan de utilidad. Angus Deaton, economista de la Universidad de Princeton, y Arthur Stone, psiquiatra y científico del comportamiento de la Universidad de Stony Brook, compartieron hace poco uno de los estudios más comprehensivos sobre este tema. Ambos utilizaron información de diversas encuestas de Gallup con casi 3 millones de personas en 162 países del planeta, comparando las situaciones de personas que viven con sus hijos en casa con quienes no viven con ellos, sea porque no los tienen o porque viven en otros hogares. 

El estudio tiene un sesgo hacia los estadounidenses, pues casi dos tercios de la data proviene de allí. Sin embargo, las regularidades encontradas en el país del norte se replican en buena parte de los demás países desarrollados, y las diferencias entre países dan pista sobre algunas políticas públicas que podrían resultar de utilidad. Los hallazgos del estudio son varios y muy interesantes. En este artículo voy a resaltar cuatro:

  • Lo primero es que el entusiasmo de los días festivos no se extiende a los días regulares. Las encuestas de Gallup preguntan por sensaciones concretas percibidas el día anterior a la entrevista: positivas (felicidad, sonrisa y disfrute) y negativas (tristeza, ira, preocupación, estrés y dolor). En promedio, los padres reportan peores indicadores que los no padres. 
  • Por otro lado, muchas veces se nos ha dicho que detrás de los promedios se esconde información importante. Este es claramente uno de esos casos. La variabilidad de sensaciones que reportan los padres es mayor que las de los otros. Quienes no tienen hijos en casa no solamente reportan mejores indicadores de bienestar, sino que también llevan una vida con menos sobresaltos. Vivir con los hijos es pasear por una montaña rusa de sensaciones.
  • Pero hay más. Los padres y los no padres difieren en varias características que pueden estar vinculadas a la felicidad. Los primeros tienden a tener mayores ingresos, llevan una vida más saludable, tienen menor propensión a fumar y, con mayor probabilidad, cultivan una fe. Después de tomar en cuenta esto con los apropiados métodos econométricos, resulta que las sensaciones de los padres y los no padres están en empate estadístico.
  • Por último, la infelicidad de los padres en comparación con los no padres es más marcada en los países donde las políticas públicas vinculadas al cuidado de menores y a la educación son precarias. La presencia del estado en la provisión de servicios públicos de cuidado influye claramente en el bienestar de los padres.

Cuando mis amigos jóvenes comparten conmigo su preocupación sobre la decisión de ser padres les cuento los resultados de este estudio y les digo que su satisfacción frente a la vida no va a cambiar como resultado de la decisión de ser padre. Pero, acto seguido, paso a citarles otro estudio de largo plazo que concluye algo que me parece potente: la clave de la felicidad está en las relaciones cercanas, por encima del dinero o la fama. ¿Están buscando felicidad? Consigan buenos amigos, de largo plazo. 

Las parejas y los hijos son buenos amigos, claro que sí. Aunque no son los únicos.

1 comentario

  1. Ada Paca Palao

    Excelente, gracias.
    Saludos Hugo, me encanta esta tu columna!

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