¿Qué significa ser una mujer afroperuana?


Los riesgos de generalizar las excepciones a la regla


Apenas entré a la sala de reunión virtual me sentí un ratón de laboratorio: tres personas me observaban con demasiada efusividad como para ser completos extraños. Me encontraba allí por una entrevista a profundidad sobre diversidad. Alguien les había recomendado hablar conmigo sobre “la comunidad afroperuana”. 

            La entrevista discurrió por lugares comunes. “¿Son la música y el arte formas de resistencia para los afroperuanos?”, o “¿alguna vez te has sentido discriminada por ser afroperuana?” Respondí a las preguntas de siempre con las respuestas de siempre, hasta que llegó una cuestión existencial. “¿Qué significa ser una mujer afroperuana?”, me preguntó, dudando, una de las entrevistadoras. Entonces ya no supe qué responder.

            Ser una mujer racializada negra en el Perú, que creo que es lo que querían decir al llamarme afroperuana, es una experiencia amplia. Es así porque lo que nos une es, sobre todo, la visión externa que nos categoriza “negras”. No hay nada inherente en nuestro cuerpo, mente o emociones que nos caracterice como tales.

            Junto a la visión externa y la clasificación racial (racialización), vienen la discriminación y el trato diferenciado. La evidencia sobre experiencias de violencia basada en raza y género hacia mujeres afrodescendientes es irrefutable. Aun así, algunas mujeres afroperuanas niegan la discriminación o le es indiferente como resultado de sus experiencias y las personas con ideas racistas se amparan en ellas para justificar que su comportamiento es normal e incuestionable.

            Porque el sistema es sutil y cruel, también existen las experiencias excepcionales que imponen al resto el espejismo de la equidad. Así como hay muchas mujeres que no acceden a educación o a empleo digno por ser racializadas negras, hay otras que llegan a ser congresistas de la República, múltiples veces. Ambas experiencias pueden coexistir. Pretender que hay una única forma de experimentar el género racializado en el Perú es esencializar. Es decir, actuar como si hubiera una esencia inherente a los cuerpos que llevan encima las categorías mujer y negra. 

            La gran mayoría, aquellas que nacen, crecen y mueren en pobreza, son invisibles. La minoría, aquellas que triunfan a pesar de ser racializadas negras, son hipervisibles y el ejemplo que se usa para decirle a la mayoría que sus condiciones de vida son resultado de las malas decisiones. Como resultado, no se cuestiona el empobrecimiento sistemático y la pobreza se mantiene. 

            Los dos lados del espectro son insuficientes para responder a la pregunta trillada. Ambas caras, y todos los matices en el medio, forman parte de lo que significa ser una mujer racializada negra en el Perú. Ninguna experiencia puede hacer a la otra menos válida. Cada una es producto de procesos individuales influenciados por distintas configuraciones de las matrices de opresión. El que una mujer afroperuana acceda a educación superior no puede poner en tela de juicio que muchas no tengan el mismo acceso debido a su pertenencia étnica y racial.

            Últimanente he notado que cada vez que hablo públicamente de discriminación, algún comentario me reclama por las acciones de otra persona que solo conozco de nombre: la congresista Barbarán. Sospecho que nos relacionan porque ambas somos mujeres racializadas negras. Además de la “juventud”, es lo único que tenemos en común. Hace poco intenté explicar este punto en menos de 240 caracteres en Twitter. Como respuesta, cientos de personas acudieron a “defenderla” con todo tipo de violencia racista que se pueda imaginar. Aún estoy recibiendo notificaciones. 

            No solo es que no ataqué a la congresista electa. Muchas veces he optado por no responder sobre ella y sus acciones porque estoy en contra de enfrentarme con una persona con la que además comparto categorías de opresión. Lo impactante es que los ataques que pretenden “defenderla” recurren precisamente a los rasgos fenotípicos y estereotipos que compartimos en la experiencia de ser mujeres racializadas negras en el Perú. La fealdad, falta de preparación, ignorancia, el oficio de tamaleras, entre otras cosas, han sido lugares comunes entre los comentarios. Solo en el Perú quien denuncia racismo recibe más violencia racista. Esto es parte de la respuesta a los investigadores que me entrevistaron entusiasmados.

Este 25 de julio será por primera vez el Día Nacional de la Mujer Afroperuana. De acuerdo a la ley Nº 31049, este día tiene la finalidad de visibilizar, reconocer, valorar y crear conciencia sobre la participación y aporte de la mujer afroperuana en el desarrollo social, económico, político y cultural del Perú. Este es otro de los días que no se celebra, se conmemora. Espero que no se aproveche la oportunidad para redundar en los estereotipos sobre nosotras como cocineras, bailarinas, cantantes y deportistas. Las mujeres afroperuanas hipervisibles han aportado al Perú. Esta es una oportunidad para visibilizar también que sus aportes surgen, lamentablemente, pese a la estructura que las rodea a ellas y a otras como ellas. 

            Son la excepción, no la regla.

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