¿Por qué regresa el que regresa?


Un peruano retornante reflexiona sobre las preguntas de quienes se quedaron


Rafael Franciosi Tovar estudió Filosofía y Cine en la universidad de Estrasburgo, Francia. Tiene más de diez años de experiencia como jefe de producción y de locaciones en rodajes de películas de ficción.


Hace poco más de dos años regresé a vivir al Perú. Al principio, los más de quince años de vida en Francia se dejaban oír en mi acento, se veían en mi respetuoso comportamiento al volante y se intuían en mi sonrisa despreocupada. Yo notaba que se me notaba y a veces, incluso, sentía que lo tenía escrito en la cara. También confiaba en la puntualidad ajena, no regateaba los precios y podía quedarme conversando con desconocidos en la calle. Era fácil darse cuenta de que algo en mí era diferente. O, por lo menos, que no estaba del todo adaptado a la vida en la ciudad de Lima. Por eso, en cada conversación surgía, inevitablemente, el tema de mi retorno. Y en cada conversación también surgía, infaltablemente, la misma pregunta: ¿Por qué regresaste?

La recurrencia con que se me hacía —y se me sigue haciendo— esa pregunta empezó a llamarme la atención. No podía ser casualidad que todos terminaran preguntándome lo mismo. A título de comparación, la situación análoga en Francia —ese momento de la conversación en el que surgía el tema de mi condición de migrante— generaba una pregunta muy diferente: ¿No extrañas el Perú?

Es cierto que el fenómeno de la migración y el de la migración de retorno no son iguales. El primero está más generalizado y es más conocido. La cantidad de gente que se va es también, lógicamente, mayor que la cantidad de gente que regresa. Todos conocemos a alguien que se ha ido del país, pero pocos conocen a alguien que ha regresado definitivamente. Las últimas cifras publicadas por el INEI lo confirman. Mientras más de 3.3 millones de peruanos emigraron entre 1990 y 2020, solo 400 mil regresaron entre 1994 y 2020. También constan en aquella publicación las cifras que clasifican a esos migrantes retornantes por sexo, edad, estado civil, país de procedencia, puesto de control migratorio de ingreso al Perú y ocupación o profesión. Lo que no figura son los motivos de los retornantes. Es decir, ¿por qué regresaron los que regresaron? 

En su Ensayo teórico sobre la migración de retorno, Jorge Durand distingue cuatro tipos de retorno: el definitivo y voluntario, el de los trabajadores temporales, el retorno transgeneracional y el forzado. También incluye un quinto tipo, menos visible y motivado por una experiencia migratoria negativa: el fracasado. Yo formo parte del primer grupo, el de los retornantes voluntarios. Cuando tomé la decisión de volver, estaba convencido de que esa era la decisión correcta y de que volver era lo que realmente quería. Sigo pensando igual. Sin embargo, mis razones, cuando respondo por qué regresé, nunca logran convencer a mis interlocutores. Si lo que buscan las preguntas que comienzan con un ¿por qué? es entender algo, mis respuestas parecían no poder explicar a cabalidad mi decisión. Entonces, empujado por esa incapacidad, empecé a preguntarme ¿por qué regresé realmente?

No encontré mejores razones que las que ya tenía. Pero con el tiempo empezó a llamarme la atención algo más. Me refiero a una serie de gestos y reacciones comunes en todos los que querían saber por qué había decidido volver al Perú. Un cierto énfasis en la pronunciación que alargaba la interrogación —¿por quééé?— y que yo le atribuía a la limeña manera de exteriorizar emociones. Una expresión que se instalaba en esos rostros, reemplazando la amable curiosidad inicial por el menos amable desconcierto. Un silencio incómodo después de mi respuesta. Una sonrisa condescendiente. Un lacónico ah. Había en esa coincidencia general de reacciones algo que se me escapaba. ¿Qué me estaban preguntando los que me preguntaban por qué regresé?

De entre todas las cosas que nos permiten —y a veces nos impiden— hablar de identidad nacional, podríamos también citar las preguntas típicamente peruanas. ¿De qué colegio eres? es una de ellas, quizás la más conocida. Como apunta el sociólogo Mauricio Rentería, coautor del libro que hizo de esa pregunta un atractivo título, la respuesta sirve como un marcador de clase social. Es decir, quien pregunta de qué colegio eres solo está medianamente interesado en conocer tu trayectoria escolar. Está intentando más bien, incluso si no lo hace de manera consciente, ubicarte socialmente. Detrás de esa pregunta hay una intención disimulada. 

Otro ejemplo es la famosa ¿En qué momento se había jodido el Perú?, que de ser una línea de diálogo en una novela se convirtió en una pregunta recurrente para referirse a los fracasos y crisis nacionales. Una pregunta que da por hecho no solo que el Perú se ha —o está— jodido, sino también que eso ocurrió en un momento específico. Una pregunta que da por hecho que existe un antes o un pasado mejor, y también un después o presente estático. Una pregunta que transmite una idea del Perú en la que no existe la posibilidad de un futuro mejor.

El recientemente publicado ¿Por qué no vivir en el Perú?, de Luis Pásara, asume de lleno esa misma idea. “Responder a la pregunta [del título del libro] parece inútil debido a que las razones están a la vista”, dice el autor. Y, sin embargo, su libro brilla justamente por la pluralidad de las respuestas. A lo largo de más de sesenta testimonios recogidos en tres momentos diferentes —1981, 1998 y 2021-2022—, nos enteramos de los motivos de muchos migrantes de cierto renombre para dejar el país o para no vivir en él. Algunos de ellos, incluso, luego regresaron definitivamente al Perú. ¿Por qué regresaron?

Creo haber entendido, por fin, lo que desde el comienzo me estaban preguntando mis compatriotas realmente. La recurrencia primero, las reacciones de reticencia después, e incluso las bromas —¿Por qué quedarse en París y soñar cuando puedes vivir en Lima y gozar?— me ayudaron. Estamos tan acostumbrados a escuchar que alguien planea irse del país, y de hecho más del cincuenta por ciento de la población emigraría si pudiera, que nos cuesta entender la decisión opuesta. En ese ¿Por qué regresaste? se disimulan varias opiniones, todas negativas: que no existen motivos para regresar, que en cualquier otro lugar se está mejor que aquí, y que el de volver es un deseo insólito.

Sin embargo, la realidad desmiente esas opiniones. En los últimos años, el número de peruanos retornantes presenta una tendencia creciente. Quizás no importa tanto entender por qué regresan. Quizás es más importante saber que han elegido compartir con los que se quedaron el mismo espacio, la misma experiencia, las mismas preguntas.


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