Pensar en grande, como el Perucetus


Las oportunidades que trae el descubrimiento del enorme cetáceo en Ocucaje


Dejando de lado los dramas de internet y algunas declaraciones desafortunadas, la publicación del descubrimiento del Perucetus colossus es, probablemente, el avance científico peruano del año y quizás de la década. Esta oportunidad tan infrecuente nos invita a analizar la situación de la producción de conocimiento de nuestro país y, en especial, a pensar en cómo crear un espacio propenso para otros grandes descubrimientos. 

La cobertura nacional sobre el descubrimiento de este fósil ha sido acompañada por una necesaria crítica a la falta de apoyo público que recibe la investigación en nuestro país, no solo para la paleontología, sino para todas las ciencias. Como lo mencionó Mario Urbina, el descubridor de este fósil  y tantos otros que contamos en nuestro haber nacional, en determinadas ocasiones sí han habido convocatorias nacionales que incluyen a la paleontología. Sin embargo, no son constantes. Es decir, no hay una convocatoria anual con un presupuesto determinado que ayude a los científicos a prepararse cada año para acceder a financiamiento. Este no es un dato menor, pues la ciencia necesita planificación y mantenerse en el tiempo. Los científicos necesitan saber si cada año tendrán un fondo al cual poder acudir, en lugar de tener miedo de que los fondos sean como estrellas fugaces que nunca se vuelven a presentar. 

Los fondos que necesita la investigación científica no solo deben ser estables en tiempo, sino también generosos en cantidad: grandes proyectos necesitan grandes inversiones. Y no solo estamos hablando de poco dinero, sino también de poca apertura: necesitamos más inversión en más disciplinas. La visión de que solo ciertas disciplinas, en especial las biomédicas, necesitan apoyo público limita nuestro entendimiento de nuestro país y del mundo. El apoyo estatal y público debe extenderse a la investigación “básica”, aquella que aparentemente no tiene una aplicación directa y que, sin embargo, es la base del conocimiento. Y también a las ciencias sociales y a las humanidades, que involucran disciplinas que necesitamos para describir, analizar y entender nuestra sociedad. Por último, el apoyo a las ciencias también debe tener la visión de disciplinas que conversen entre sí: es frecuente considerarlas independientes entre ellas, sin colaboración interdisciplinar, ni oportunidades para financiar proyectos en los que convergen diferentes áreas del conocimiento.

Descubrimientos como el del Perucetus colossus no solo abren la ciencia al interés del público, sino también a posibles inversiones. Estas tal vez lleguen con el interés de asociar su nombre a futuros descubrimientos, pero lo cierto es que momentos científicos como el del cetáceo antediluviano son infrecuentes. Como he repetido en varios artículos de este espacio, la ciencia es un cúmulo de errores y aciertos. Decía Mario Urbina en una entrevista reciente que gran parte de los fondos que recibe “se queman”. Y no se refiere a desperdiciarlos, porque estamos seguros de que la gran mayoría de los investigadores peruanos hacen maravillas con los escasos fondos que reciben: lo que el paleontólogo indica es que gran parte de los fondos no llevan a ningún resultado positivo. Todos los días en el desierto, en el laboratorio, o analizando data, no llevan a un artículo científico. Pero el error, los caminos sin salida y las enseñanzas sobre qué no repetir es una parte crucial para el conocimiento científico. Entender este aspecto de la ciencia ayudará a que las inversiones en ella abracen los errores y los intentos fallidos, en lugar de exigir solo momentos de éxito y fama científica.

Tal vez pensemos que estas conversaciones son muy negativas para acompañar un momento de orgullo nacional. Sin embargo, no podía ser de otra manera. El trabajo de paleontólogos involucrados en este proyecto no se da gracias al contexto político y económico peruano, sino que ocurre a pesar de él. El paleontólogo Aldo Benites, que participó en el equipo detrás de este descubrimiento, ha explicado en sus redes que un problema que también están enfrentando son las invasiones de terrenos que ponen en riesgo futuros descubrimientos en esa zona del desierto peruano. Este no es un peligro privativo de ellos: el conocimiento de todo el país está amenazado por situaciones similares que incluyen a la tala ilegal, la minera ilegal y a los grupos organizados detrás de ellos, que amenazan no solo a científicos, sino también a comunidades que protegen nuestros bienes naturales y culturales. 

El interés que ha despertado este descubrimiento se ve reflejado en conversaciones cotidianas que vamos desarrollando, en las colas afuera del Museo de Historia Natural y en las repercusiones en la ciencia. También se nota en nuestras esperanzas de que sea un catalizador para mayor apoyo público, pero también para más opciones de especialización en esta disciplinas y otras de carácter científico. Si empezamos a ver detrás de las nubes que crea nuestra situación nacional, podríamos empezar a soñar con un repotenciado museo de historia natural que reciba los fondos para continuar la labor de divulgación que viene haciendo desde hace más de un siglo. También podríamos soñar con un gran centro de investigación y divulgación de paleontología en Ocucaje, un lugar que no solo atraiga a científicos de todo el mundo, sino también que nos invite a todos a descubrir nuestra historia en el lugar que la aloja y no solo en la capital. No es difíciles imaginar a otros países con una visión más comercial de la ciencia, como Estados Unidos, que con un hallazgo tan grande como el del Perucetus colossus ya estarían moviendo engranajes para construir un museo, hoteles, rutas turísticas y actividades para niños alrededor del descubrimiento. Tal vez no necesitemos un Disney en la zona, pero sí un espacio para que la propia comunidad conozca la investigación que se realiza en sus terruño y para que los científicos que trabajan en ella tengan las facilidades de investigación que requieren.

Como su nombre lo indica, el Perucetus colossus está unido a nuestra identidad nacional. Su nombre esconde las grandezas de nuestro pasado, el trabajo constante de nuestros científicos y la precariedad de nuestras instituciones. Pero, y esto es lo más importante, nos recuerda que la ciencia y el Perú no son antónimos. 


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1 comentario

  1. Sararosa Martinez Alvarado

    Me quedo con : “Nos recuerda que la ciencia y el Perú no son antónimos.”

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