Para que la historia no se repita


Una reflexión, ahora que empieza la campaña electoral


En noviembre del año pasado fui victima de mi exagerado optimismo.
Cuando me preguntaron en una entrevista qué esperaba del Congreso que se elegiría en un par de meses, dije, muy suelta de huesos, que estaba convencida de que no podría ser peor que el que sesionaba en ese momento. Mi error fue enorme, sin duda.

            ¿Qué he aprendido de esto? Que quizás el pesimismo que caracteriza a muchos de mis compatriotas no esté tan fuera de lugar. A pesar de ello, y de todo lo que nos ha traído este 2020, mi temperamento me impide pensar que todo seguirá de mal en peor ya que, como dicen, la esperanza es lo último que se pierde.

            Este fin de año, mi optimismo se origina en mi percepción de que muchos peruanos y peruanas, sobre todo jóvenes, ya no están dispuestos a votar simplemente por un nombre o cara que les “suena”, sino que buscan ejercer su ciudadanía de manera informada. Puede que las opciones dejen mucho que desear, pero los electores tenemos el poder de premiar con nuestro voto a las agrupaciones políticas que consideramos que han actuado de la mejor forma posible, así como de castigar a quienes vemos como responsables del remolino en que hemos caído. 

            El Perú vive sumergido en una corrupción e informalidad que parecen a prueba de toda reforma, pero los últimos años han mostrado que muchos estamos asqueados con tales prácticas y, sobre todo, con la estrategia que busca aprovechar las fiestas para tomar medidas poco populares. Recordemos la Navidad de 2017 y aquel indulto a Alberto Fujimori, o el intento del fiscal de la Nación, Pedro Chávarry, de deponer entre gallos y medianoche a los fiscales del proceso Lava Jato, cuando el país se preparaba a celebrar el Año Nuevo de 2019.

            Aquellas protestas fueron la antesala de las ocurridas el pasado noviembre, cuando los jóvenes –y algunos no tan jóvenes– evitaron que la camarilla que se había hecho con la presidencia desde el Parlamento se mantuviera en el poder. 

            Ahora, a cuatro meses de nuevas elecciones generales –en tanto se consolidan las listas al Congreso– es cuando nos toca a los ciudadanos hacer preguntas y considerar lo que se oculta en la agenda de cada agrupación y cada candidato. 

            Se dice a menudo que conocer la historia nos puede ayudar a no repetirla, pero con casi la misma frecuencia se afirma que lo único que se aprende de la historia es que no nos enseña nada.  Si revisamos nuestra historia republicana, notaremos que el derecho al voto ha sido una constante.

            En abril de 1822, todos los hombres mayores de 25 años en los territorios libres pudieron votar para el primer Congreso peruano que se instaló ese septiempre. 

            En lo que restó del siglo XIX, el derecho al voto se mantuvo para casi todos los hombres y, a pesar de que se debatió en varias oportunidades si se debía limitar ese derecho a quienes solo sabían leer y escribir, esto no se logró hasta la reforma electoral de 1896. 

            Esto significó que, en gran parte del siglo XX, solo un número reducido de peruanos pudiera votar. 

            En 1956 se incorporaron parte de las mujeres, y no fue hasta 1980 que pudieron votar todos los peruanos y peruanas. 

            En estos últimos cuarenta años hemos votado más de diez veces por representantes al Congreso, pero esto no parece haber traído una mejora real en el sistema. Es por ello que este abril debemos estar atentos a quienes buscan favorecer a los corruptos, a los dueños de universidades que lucran con los sueños de los más pobres, a quienes depredan el medio ambiente y a quienes se ufanan de ofrecer trabajo, pero sin brindar a la par mejores oportunidades.

            ¿Cómo podemos asegurarnos de que no se repita lo peor de nuestra historia? Involucrándonos en el proceso electoral, haciendo preguntas incómodas, hablando con todos los que nos puedan oír. A menudo se piensa que la política depende de los políticos y que lo mejor es mantenerse lo más lejos posible de la corrupción que engendra, pero esta actitud no ha hecho más que delegar nuestro poder ciudadano a quienes no se lo han ganado. 

            Queda esperar que si hay algo en lo que muchos han caído en cuenta durante el lustro pasado, es que nuestros representantes al Congreso sí importan. Y vaya que lo han demostrado de la peor manera. Ahora que se ha abierto el partidor y comienza la campaña electoral, estemos atentos: somos nosotros quienes elegimos a nuestros representantes.
Somos los llamados a cambiar la historia.

3 comentarios

  1. Federico Alponte-Wilson

    Me suenan : el poema de Vallejo “… y el cadaver siguió muriendo.”, la pregunta MVLl “…¿en que momento se jodió el Perú?” y la esperanzadora frase “Dios es peruano”.

  2. Oscar Zamora Corcuera

    Qué pasaría si la gente decide no legitimizar con su voto? Seguiremos toda la vida arrepintiéndonos de haber votado, aunque sea por el mal menor? Cómo hacer entender a la gente que se busca postular a presidente al tipo que mantenga más tranquila a la gente? La única esperanza sería la educación, el ejercicio crítico, que nada es sagrado.

  3. Gloria Dunkelberg

    «…esta actitud no ha hecho más que delegar nuestro poder ciudadano a quienes no se lo han ganado.» Frase célebre.

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