No serán excusados


A propósito de un baño, ¿cómo recordará la historia a los intolerantes de hoy?


La historia no suele tratar bien a quienes se oponen a los avances en derechos humanos. Cuando se analizan debates del pasado desde la actualidad, existe un juicio moral severo para quienes, por ejemplo, se oponían a darle el voto a la mujer, para los que se negaban a acabar con la segregación racial, o para quienes rechazaban la legalización del divorcio. 

Los argumentos esgrimidos para adoptar aquellas posturas hoy son considerados completamente ridículos: “Los esposos decidirán el voto de sus mujeres, que están muy ocupadas con el cuidado del hogar como para tener una postura política propia”. “La segregación racial tiene una justificación bíblica, e intentar acabar con ella nos llevará al comunismo”. “Si se aprueba, el divorcio se incentivará el uso de esta figura y se terminará destruyendo a la familia”.

No tengo dudas de que lo mismo sucederá con quienes hoy se oponen al reconocimiento de derechos de las personas LGBT+. De hecho, ya sucede en muchos de los países en los que el matrimonio igualitario se aprobó hace una década o más. En esas naciones, el tiempo ha mostrado que las advertencias sobre el fin de la familia tradicional lanzadas por los activistas conservadores eran un sinsentido y más de un político ha tenido que hacer un mea culpa por su postura. Incluso, es común que se usen las declaraciones de quienes se opusieron para avergonzarlos públicamente en la actualidad. Son discursos que envejecen mal y rápidamente.

Lo mismo pasará también en el Perú. En pocas generaciones, resultarán inverosímiles los esfuerzos que se emplearon para negar derechos a las personas LGBT+ y los argumentos ridículos en los que se basaban estas falsas cruzadas. Pero, dentro de todo ello, recordaremos particularmente el patético espectáculo visto en el Congreso de la República esta última semana, que llegó a poner en riesgo la organización de un importantísimo evento internacional. Y todo por un baño.

Como se sabe, nuestro país fue elegido para acoger la próxima Asamblea General de la Organización de Estados Americanos. Además de la relevancia geopolítica del evento, era una estupenda oportunidad para el golpeado sector turístico de nuestro país (hoteles, restaurantes, transporte turístico, etc.). Dentro del acuerdo que debía aprobar el Congreso, que incluye una variedad de puntos, se establecía la obligación de garantizar un acceso adecuado a las instalaciones sanitarias de los asistentes, «debiendo proporcionar además de los baños comunes, baños individuales y al menos un baño neutro». Este pequeño detalle solo busca asegurar que las personas trans —y en realidad cualquier persona que no se sienta cómoda entrando a un baño público de hombres o mujeres— puedan hacer uso de los servicios higiénicos cómodamente, como suele hacerse hoy en la mayoría de eventos internacionales. En la práctica, lo único que solicitaba la organización es que, además de los baños comunes, haya un pequeño baño que funcione de forma idéntica a los baños que vemos, por ejemplo, en los aviones, buses interprovinciales o en algunos locales comerciales.

Pues bien, la mayoría del Congreso se sintió terriblemente amenazada por esta idea y decidió votar en contra, poniendo en riesgo la realización del evento a pocos meses de realizarse. Al revisar el diario de debates del Congreso de la República, se pueden leer los insólitos argumentos utilizados:

Ernesto Bustamante, congresista de Lima por Fuerza Popular y presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores: “El que se coloque el concepto de la introducción de baños dentro de un acuerdo internacional, automáticamente introduce el concepto de baños trans, y baños neutros o baños comunes en el derecho interno peruano, es decir, más adelante alguna autoridad local podría de pronto usar esta prevalencia para decir que en su jurisdicción, vamos a decir los restaurantes, deben tener ese tipo de baños”.

Milagros Jauregui, congresista de Lima por Renovación Popular: “Definitivamente, yo me opongo drásticamente a esta propuesta de la OEA. Si ellos quieren poner baños neutros, que ellos hagan la inversión, pero no creo que el Perú estando en la situación económica que está, enfrentando la crisis económica en la que estamos, tengamos que invertir miles para poder hacer unos baños que luego no se van a poder usar”.

Noelia Herrera, congresista del Callao por Renovación Popular: “Al día de hoy hay pedófilos, presidenta, pedófilos que están argumentando en otros países, y que no es un secreto, que está ya basado en la vida real, están argumentando y diciendo que son niños, que se sienten niños y, por lo tanto, el haber abusado de niños no sería un delito, porque ellos en el fondo son niños. Entonces, presidenta, este tipo de percepciones el día de mañana alguien se puede sentir, pues, no sé, un perrito y habría que tratarlo como perrito”.

Mery Infantes, congresista de Amazonas por Fuerza Popular: “Nosotros somos peruanos, nosotros tenemos nuestras propias ideologías, nosotros criamos a nuestros hijos, nosotros los peruanos, el 90 % es creyente en Dios y si es posible 99 %. Acá tiene que entrar Dios en nuestra vida, y no podemos permitir bajo ningún motivo, el ingreso de esas ideologías”.

Un verdadero delirio.

Es justo también recordar a los pocos congresistas que intervinieron y reaccionaron ante esta barbaridad: Susel Paredes, Alejandro Cavero, Sigrid Bazán y Guillermo Bermejo trataron de explicar a sus colegas el sinsentido que se estaba cometiendo. Sin embargo, los prejuicios y desconexión con la realidad de la mayoría del Congreso pudieron más e inicialmente se rechazó la propuesta, dejando en la incertidumbre la realización de este importante evento internacional.

Luego de presión nacional e internacional, los congresistas dieron marcha atrás. Aprobaron el acuerdo con una reserva, señalando algo que era absolutamente obvio para cualquier estudiante de derecho de primer ciclo: que ese compromiso con la organización no afectaba la legislación interna del país.

Si hoy los argumentos utilizados por esos congresistas ya son delirantes, imagínense cómo serán leídos en un par de décadas. La historia juzgará, y no será amable.

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