Los libros prohibidos 


Una práctica anacrónica acecha las bibliotecas en pleno siglo XXI


Cuando uno escucha sobre la prohibición de libros, se imagina el Index de la Iglesia católica en tiempos de la Contrarreforma, o las fotos de las quemas de libros hecha por los nazis durante el Tercer Reich: tiempos pasados. Y si nos dijeran que esa actividad ocurre en la actualidad, probablemente la colocaríamos a la sombra de un régimen totalitario como el de Corea del Norte. Pero ¿qué sucede si les digo que hoy en día en Estados Unidos —el autoproclamado “líder del mundo libre”— los libros prohibidos se cuentan por centenas?

Inesperado, pero cierto, de acuerdo con información recogida y sistematizada por PEN America, una organización fundada en Estados Unidos en 1922 por un grupo de escritores para defender la libertad de expresión y, por ende, el derecho de escribir sin ningún tipo de censura: “Defendemos la libertad de escribir, reconociendo el poder de la palabra para transformar el mundo. Nuestra misión es unir a los escritores y a sus aliados para celebrar la expresión creativa y defender las libertades que la hacen posible”. 

De acuerdo con la investigación de PEN America, el año escolar que acaba de terminar en Estados Unidos fue marcado por un escalamiento en la censura de libros en las aulas y las bibliotecas escolares a nivel local, principalmente en Texas, Florida, Misuri, Utah y Carolina del Sur. Son en total 874 los libros prohibidos en varios distritos escolares a lo largo y ancho del país.

Es difícil imaginar esa cantidad de libros. Te planteo un par de imágenes para entender la magnitud. Si formáramos una torre con esos libros, alcanzaría la altura aproximada de un edificio de 4 pisos. Ahora veamos el punto de vista del lector: ¿cuántos libros leíste el año pasado? Si leíste veinte, necesitarías casi 44 años para leer todos los libros censurados. Si leíste cinco libros, la vida no te alcanzaría para completar la tarea.

Es decir, son un montón los libros prohibidos.

Como ocurre siempre que nos dicen que algo es prohibido, inmediatamente queremos saber más. ¿Qué libros están en esa lista? ¿Cuál es su contenido para que se genere esta reacción tan extrema?

Revisé la lista de los diez libros más prohibidos en escuelas y dos llamaron inmediatamente mi atención. El primero de ellos es la novela gráfica basada en El Cuento de la Criada, el celebrado libro de Margaret Atwood, convertido también en una popular serie de televisión. El libro habla de un futuro distópico donde las mujeres pierden todos sus derechos. El segundo de ellos es de una premio Nobel de Literatura, norteamericana, para más señas. Se trata de Ojos Azules, la primera novela de la aclamada Toni Morrison, donde se cuenta la historia de una niña negra que, víctima constante del racismo, desea ser rubia y de ojos azules. 

Seguí revisando la lista y otra cosa llamó mi atención, pero dejaré que los amigos de Pen America lo digan: “De forma abrumadora, las prohibiciones de libros siguen teniendo como objetivo historias de y sobre personas de color y LGBTQ+. En este semestre, el 30 % de los títulos prohibidos son libros sobre raza, racismo o protagonizados por personajes de color. Mientras tanto, el 26 % de los títulos prohibidos tienen personajes o temas LGBTQ+”.

Podría pensarse que se trata de rezagos anacrónicos de tiempos pasados, pero lo cierto es que la “guerra cultural” que ocurre hoy en Estados Unidos hace que en estados como Florida estén creciendo los casos de censura. Esta “guerra cultural“ es impulsada por grupos ultraconservadores que buscan prohibir que en las escuelas se hable de racismo, homofobia, transfobia, pues sostienen que los chicos están siendo “indoctrinados” y confundidos con “ideologías peligrosas”. Sí, el discurso suena muy conocido, ¿verdad?

Estas iniciativas intolerantes muestran un talante autoritario muy peligroso para cualquier democracia, pero a la vez muestran una gran ingenuidad. La prohibición de libros suele generar mayor interés en su lectura, y si no se consiguen en la biblioteca escolar se conseguirán gratuitamente y con pocos clics en esa gran biblioteca llamada internet. Pero incluso si esos libros nunca llegaran a mano de los escolares, las ficciones de nuestro tiempo están marcadas por las reflexiones sobre el racismo, la desigualdad, el género, etc. No se agotan en los libros: están presentes en series de televisión, películas, pódcasts, música, obras de teatro. ¿Buscarán prohibir Netflix? ¿Censurarán Instagram y TikTok? ¿Demandarán a Billboard? Como nos recuerda este fantástico episodio de Radio Ambulante, ni en una sociedad cerrada como Cuba se pudo evitar que las personas entren a internet. ¿Qué hace pensar que estos intentos de censura triunfarán?

Una frase del discurso de Mario Vargas Llosa cuando fue recibido en la Academia Francesa es una manera pertinente de ir terminando estas líneas: “La literatura necesita de la libertad para existir, y cuando esta no existe recurre a la clandestinidad para hacerla posible, porque no podemos vivir sin ella, como el aire que es indispensable para nuestros pulmones”. Lo mismo puede aplicarse al resto de ficciones, sin importar su formato: siempre llegarán al público que quiere consumirlas, para alegría de ellos y desesperación de los censores.


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1 comentario

  1. Prohibiendo ciertos libros en colegios, les niegan la realidad a los niños de los primeros años, sin embargo terminan haciéndolos deseables, y hasta populares para los adolescentes lectores.

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