Leer para tener más salsas


La respuesta que le debía a dos niños perspicaces


Hace un par de semanas salí a caminar con mi sobrino Alfonso por unas calles tranquilas de Bogotá y, entre la divertida conversación que tuvimos, me coló una pregunta simple pero difícil de responder. Curiosamente, a los dos días de volver a Lima tuve un encuentro virtual con una escuela primaria y un niño me hizo la misma pregunta.

Conmovido por la coincidencia, decidí sentarme a pensar mejor la respuesta que les di y las siguientes líneas son el resultado.

Cuando me preguntan por qué es importante leer, confieso que a veces siento la tentación de ensayar una respuesta que retumbe hasta el final de los tiempos. Ustedes saben: la solemnidad. Por fortuna, suelo aterrizar como un yunque: ¿qué tanto puedo yo aportar cuando ya los genios del pasado han sido laudatorios con el proceso de transformar sílabas en conocimiento? Por otro lado, las respuestas filosóficas o profundas quizá contengan en sí mismas un problema si quien pregunta no es lector y se abre el clásico abismo entre los iniciados y los no iniciados. Por ejemplo, ¿puede un chiquillo que no ha leído comprender en toda su visceralidad la implicancia de ser otro cuando se lee una ficción? En teoría, eso lo conocería solo quien ha experimentado el milagro. Sin embargo –y esto me tranquiliza–, ese mismo chiquillo quizá pueda entender que el universo que cada uno de nosotros se fabrica está hecho de palabras, y que ese universo se quedará estático o crecerá según las palabras que adquiramos y las combinaciones que hagamos con ellas. 

Este es el motivo que me lleva a hacer un enlace entre la lectura y su utilidad práctica cada vez que visito escuelas. A las chicas y chicos que me reciben preocupados por las materias del día, matriculados por padres que aspiran a que tengan una mejor vida mediante la educación que les pagan, les digo que leer es importante porque nos aporta salsas. En ese momento sus miradas se tornan más curiosas. Yo sonrío. Entonces, les recuerdo que el ser humano es un animal social y que su éxito en el trabajo va a depender de cosas que no se aprenden en un libro: ser solidario, saber trabajar en equipo, tener actitud de servicio, no ser un chismoso, ni un puñalero. Con palabras más amables, les digo que a la gente no le gusta trabajar con hijos de puta. Esa capa de carácter benéfico puede asegurarles, le recuerdo a las chicas y chicos, que siempre exista gente dispuesta a trabajar con ellos. 

Sin embargo, estas cualidades solas no garantizan que vayan a sentir una plenitud total en sus trabajos, o que vayan a lograr cambios profundos en aquello que sea su oficio. 

Ya sea que busquen ser escritores, médicos, cocineros, ingenieros, estilistas o deportistas, lo que les hará sobresalir largamente por encima del horizonte será su capacidad de solucionar problemas de maneras no previstas. Es decir, su creatividad. 
Y ese factor sí se puede expandir a través de la lectura.

Creatividad es unir dos cosas ya conocidas para lograr una original.

Hace años, en el mundo existía la mayonesa por un lado y el ketchup por el otro, hasta que a alguien se le ocurrió unirlos y nació un universo relacionado a esta salsa resultante. 

Leer novelas, cuentos, Historia, poesía, Neurociencias, Filosofía, Ciencias Sociales, Economía, biografías y cuanto conocimiento haya sido transportado de las mejores mentes humanas al papel o a la pantalla equivale a llenar nuestros cerebros de más salsas o ingredientes a ser combinados a lo largo de nuestra vida, así olvidemos a la larga mucho de lo que hemos leído.

Acordemos que el proceso creativo tiene un gran componente inconsciente y que en él aflora hasta lo que creemos que no hemos registrado. Ciertamente, de esto no escapan ni las lecturas más banales. Recuerdo que a los ocho años solía leer la sección “Chiquilladas” del Reader´s Digest y que quince años después me enfrenté a una importante entrevista de trabajo. Bien peinado y encoloniado, en ella me enteré de que en la empresa a la que aspiraba ingresar tenían un reto de comunicación que debía ser resuelto en un formato de diez segundos. Un relámpago me devolvió a una de esas lecturas de infancia y recordé una anécdota estampada en la revista entre un niño y su madre. Bingo. Solo tuve que sugerirla y el resto fue historia.

¿Habría conseguido ese trabajo –y todo lo que siguió después­– de no haber tenido la costumbre de leer lo que se me cruzara en el camino? ¿Tendría hoy el privilegio de hablarle a estudiantes en las escuelas si no hubiera sido un lector? ¿La alegría de que usted me lea?
No. La tribuna que he conseguido se asienta básicamente sobre los libros que he leído. Alejado de la academia tradicional, lo único que me sostiene es la paradoja de que, conforme más leo, más crece mi ignorancia. He cometido una trampa retórica, por supuesto: lo que crece es mi conciencia de lo mucho que me falta por conocer en ese cruce de realidades que es la vida humana.

Es decir, todas las salsas que aún me quedan por combinar.

11 comentarios

  1. Elinor López

    Con mis hijos utilizo diversas estrategias. Leemos juntos, les cuento partes que no están en la película y les digo que solo están en el libro, los alucino con cuentos de ciencia ficción y los dejo solo con el inicio. Cuando ellos me ven leer, se acomodan y leen. No se si por estar conmigo o por imitación. Reglas: solo leen lo que les provoca pero la lectura antes de dormir es un ritual obligado. Ojalá todos los niños y niñas tuvieran la oportunidad de leer. Les abriría todo un mundo nuevo.

  2. Paul Naiza

    Gustavo es cierto lo que dices y gracias a los jugos diarios, uno enriquece más o mejor dicho toma mayor conciencia de varios temas y, así se va mejorando día a día.

    • Gustavo Rodríguez

      Gracias, Paul. ¡Tu entusiasmo nos mueve a seguir licuando!

  3. Mili

    Mientas leía tu artículo, recordaba una anécdota en el colegio de mi hijo. Las madres y padres teníamos la oportunidad de leer una historia a chiquillas y chiquillos de 10 años. Yo me anoté, para vergüenza de mi hijo. Intentó disuadirme para protegerme de un fracaso. Le dije que yo podía cuidarme y que todo estaría bien. Llegó el día. Siempre me ha fascinado seguir leyendo libros para niños. Elegí Corazon de Tinta. Una novela de 300 o 400 páginas. Creo. Tenía 50 minutos. Sentados en círculo a mi alrededor, 25 caritas dejaron de pestañear, se rieron, emocionaron, y luego me rodearon para pedirme el título y nombre de la autora. Hasta mi hijo, que se puso en un rincón, avergonzado, presumo, con la chaqueta sobre la cabeza, estaba sonriendo. Recibí muchos correos de madres pidiendo datos del libro. A los 10 días recibo una invitación del cole, !esta vez a pedido de la clase! Llegué y para mi sorpresa me esperaban como a una rock star. Corrieron y gritaban: ya llegó! Les conté el segundo tomo de Corazón de Tinta. Cincuenta minutos de tenerlos en vilo, hasta el desenlace final. Mi hijo, esta vez se sentó a mi lado. Mi auditorio no se decepcionó. Gozaron de ese tiempo donde la mente y el espíritu pierden la noción de Cronos, y reina Kairos. El colegio adquirió los libros para la biblioteca. Los chicos comenzaron un intercambio de novelas, como Las historias de Narnia, los siete tomos. Y más. Queda en mí la esperanza de que la semilla puede ser plantada, cuidada y luego esparcida, recreando universos, descubriendo mundos, ampliando perspectivas. Y por qué no, crear y recrear ese lector interno, para seguir poniéndole más salsa y mas Jugo de Caigua a nuestras vidas.

  4. Jesús Ferreyra

    Hace casi 40 años en la entrevista final para una beca de Cofide solo me preguntaron que me gustaba y dije : leer novelas. Esa beca me ha llevado hasta donde voy ahora .

    • Gustavo Rodríguez

      Jesús, rotunda respuesta.
      Un abrazo igual.

  5. Julie

    Sin darme cuenta, me encontré esperando a que llegara la historia del sábado…es mi primera lectura de día. ¡Y que gustazo!
    A mi leer me ha salvado unas cuentas veces y son muchas salsas las que ha aportado a mi vida.

    • Gustavo Rodríguez

      Julie, qué amable eres.
      Un gran abrazo y mi deseo de que las buenas salsas se multipliquen en tu mente.

  6. Rodolfo

    Como siempre tan acertado Gustavo..yo también leía Selecciones y cuánto libro cayera en mi mano..era mi forma de volar y viajar a lugares que me gustaban..con el tiempo pude concretar alguno de esos viajes. Pero sobretodo , la lectura es liberadora y sanadora …hoy se lee menos creo y no saben lo que se pierden ! Un fuerte abrazo !

    • Gustavo Rodríguez

      Otro abrazo, Rodolfo. ¡Muchas gracias por leernos!

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