Guadalajara es un llanto


La nueva ministra de Cultura tiene la misión de conjurar un desmadre


Pese a las promesas y postergaciones, hasta el miércoles por la tarde no se había anunciado la nueva lista de representantes peruanos para acudir a la FIL de Guadalajara. Como se hizo público, se planteó la construcción de esta tercera relación de personalidades convocando a las direcciones desconcentradas de cultura para que estas, a su vez, seleccionasen a quienes consideraran los escritores más representativos de su localidad. Asimismo, se invitó a todos los interesados del país a presentar sus iniciativas directamente, como si se tratase de puestos de trabajo. Más allá de lo cuestionables que puedan resultar estos mecanismos —ciertamente el Mincul nunca ha publicado los criterios con los que conforma las delegaciones de este tipo—, era evidente que el llamamiento tomaría más tiempo del previsto. Conformar de verdad una delegación más amplia, plural y con gente de valía tomaría cuanto menos semanas, un tiempo con el que ya no se cuenta. De buenas intenciones está empedrado el camino al estropicio. La propuesta, acaso surgida de la mente de Ciro Gálvez, no solo es demagógica, sino también torpe, tendenciosa e inviable. La segunda feria del libro más importante del mundo, donde nuestro país es el invitado de honor, comienza en 50 días. 

            Creo que a estas alturas todo el mundo está medio harto del tema, y muy pocos seguirán interesados, salvo por curiosidad, en saber quiénes serán nuestros representantes en la FIL mexicana. Pero antes de dejar el asunto me gustaría señalar algo que, me parece, no ha sido bien atendido por la opinión pública. Traigo el tema a colación porque algo de experiencia tengo en dichos menesteres, y es un asunto que le tocará enfrentar a la nueva administración del Ministerio de Cultura.

            Dejemos de lado por un momento el embrollo de la selección de los participantes para hablar de la logística y la administración de la comitiva. La invitación a ser el país invitado se formalizó, como es tradición, en el marco de la feria pasada. Y desde entonces el viceministerio de Industrias Culturales, y más específicamente la Dirección del Libro y la Lectura del Mincul, comenzaron a trabajar en coordinación con su contraparte mexicana, sobre todo —pero no solo— con los profesionales de la Universidad de Guadalajara. Organizar una empresa de esa magnitud es una chambaza que pocos imaginan. Supongo que mientras el ministro Neyra y el resto de funcionarios asignados atendían temas urgentes derivados de la pandemia, también debían avanzar, como pudieran, con el asunto. Ese frenesí diario fue postergando la publicación de la lista oficial —las emergencias suelen aplazarlo todo, incluso las urgencias—, pero imagino a los encargados presionando al ministro diariamente para sacar adelante la resolución oficial. Finalmente se dio, como se sabe, en vísperas de la despedida. Aquí me atrevo a imaginar a los funcionarios rogando la firma del ministro: si la lista no se oficializaba y se comenzaba a articular todo lo necesario para el viaje, bien podía ocurrir que, con el nuevo gobierno, llegase también un jefe de Cultura improvisado o torpe. Y ya sabemos lo que nos trajo el gato.

            Hay personas que no renunciaron, así que supongamos que se trata de 60 personalidades nuevas. Muy bien: hay que comprar 60 pasajes aéreos (que suben de precio cada día), además de los vuelos de conexión de quienes vienen de las provincias a Lima para que cuadren con los horarios de salida a México; y adquirir boletos para quienes se encuentren en el extranjero. También hay que reasignar el hospedaje de esas personas, cuadrar sus agendas y alinearlas con las de sus acompañantes para que haya armonía y fluidez en la delegación. Coordinar con la feria quiénes serán sus contertulios en las mesas (las que ya estaban asignadas), los foros, los encuentros y demás actividades paralelas. Replantear quiénes serán los invitados de otros países que los acompañarán, y darles a todos —en México o en donde sea—  los libros de los peruanos para que se familiaricen con ellos, aunque aún no se sepa de quiénes estamos hablando. A estos últimos, los autores de otros países que estarán compartiendo mesas con los peruanos, la feria también debe reformularles los programas. Hay que acopiar los títulos de los autores, y trasladarlos, etc. Todo ello, todo este trabajo, recaerá en un puñado de profesionales que tendrán que pagar los platos rotos. No puedo ni imaginar la presión que deben sentir, y eso que no saben todavía con quiénes comenzar a trabajar.

            Gálvez y sus defensores nunca entendieron que una feria del libro de esa dimensión no es un premio, ni un viaje de placer. Tampoco es un ranking: es una embajada cultural del país, lo que a su vez tiene un impacto social, turístico y económico importantes. Para hacer justicia con los autores relegados del mercado se necesita voluntad y políticas públicas de mediano y largo plazo, estímulos, concursos, becas, bibliotecas. ¿O pensaban llevar a México a los escritores relegados para luego regresarlos a las sombras? 

            ¿La lista pudo ser mejor? Ello es subjetivo, pero sí, siempre puede ser mejor. El camino de añadir participantes parecía ser la mejor opción, pero Gálvez prefirió, para la versión dos, desinvitar a unos cuantos autores con el argumento de que ya han viajado en los últimos cinco años. Por eso se eliminó, por ejemplo, a Karina Pacheco, Carmen McEvoy o el gran Cronwell Jara. Una idiotez y una injusticia.

             La FIL ha mostrado una diplomática preocupación, pero lo cierto es que ahí deben estar muy mortificados, atendiendo contra el tiempo un asunto que, normalmente, debería estar ya cerradísimo, los programas publicados, los carteles impresos, y demás. Los que esperan que nuestro país vuelva a ser invitado a una feria de este tipo que se vayan comprando un sillón muy cómodo.

            Lo único bueno es que la noche del miércoles Ciro Gálvez fue desalojado de una oficina que jamás debió ocupar. Mientras, sin embargo, el asunto de la dichosa lista quizá vuelva a entramparse. 

***       

            Hace unos meses, cuando se rumoreaba la posibilidad de que la cantante folklórica Martina Portocarrero asumiese el ministerio de Cultura —pese a su poca o nula experiencia en gestión cultural—, un funcionario del despacho me explicó que era bastante probable que sucediese porque se trata de uno de los pocos ministerios que permiten “realizar gestos” de ese tipo. Lo que me quería decir es que vale mucho la representación y el poder simbólico que encarna el personaje, y que un buen guía, que marque la pauta, se rodee de buenos asesores y profesionales de carrera, inspire y deje trabajar a los viceministros y funcionarios capacitados puede cumplir bien su trabajo. La misma persona me decía que distinto es el caso de Economía o Justicia, donde los conocimientos de primera mano por parte del ministro son indispensables.

            La designación de Gisela Ortiz en el cargo ha significado un alivio y una buena noticia para la mayoría. Pero también hay disensos. Quienes cuestionan el nombramiento de la señora Ortiz no pueden negar su buen currículum y su compromiso incuestionable respecto al tema de memoria; pero recelan su inexperiencia en, por ejemplo, políticas culturales, industrias creativas, manejo de patrimonio, interculturalidad, etc. Eso es verdad, pero de ahí a que signifique un escollo para su desempeño, no lo creo. Por el contrario, creo que es un persona inteligente y apasionada que asumirá el cargo con honor.

            Por otro lado, su designación reabre el debate de qué es y qué no es cultura. La memoria es, sin duda, un elemento central en la cultura de una nación, sobre todo tras los años del terror que vivimos. Por eso el LUM es una entidad asignada al ministerio. Hemos tenido ya antropólogos, sociólogos, directores de teatro, actores, cantantes, escritores, arqueólogos ocupando el cargo. Como ya se ha repetido, nadie podía ser peor que Ciro Gálvez. Casi no se trata de una exageración.

            Me parece oportuno apoyarse en una especialista capaz y carismática como Gisela Ortiz esta vez. La va a tener cuesta arriba, empezando por el tema de Guadalajara. Pero por suerte se trata de una luchadora. 

1 comentario

  1. GABRIELA ZARATE

    Muy bueno. Realmente uno no se imagina qué tan complicado es cuadrar esas agendas para tanta gente.
    También le tengo mucha fe a la nueva ministra, estaremos atentos a cómo resuelve este tema en el menor de los plazos

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