Entre tú y el algoritmo


Las redes premian a los extremos y te castigan a ti


Hoy, lunes 14 de junio, dejaré de usar Twitter por una semana. Me lo merezco. La semana pasada mi mente fue secuestrada: mi página principal en dicha red, usualmente con noticias sobre el coronavirus, no tuvo un solo respiro de parte de la política peruana. Es cierto que el Perú nos da suficiente sustos semanales que justifican esta atención –y que cualquier amenaza, sea real o inventada, debe ser respondida–, pero limitar palabras y silenciar usuarios no ha sido suficiente para protegerme.

            Les confieso que escribir esta columna me toma una mañana, a la que añado una hora de las reuniones semanales que tenemos –y que nuestros suscriptores pueden ver–, pero tuitear me toma cinco segundos. A veces lo hago sin pensar y eso ya me ha jugado malas pasadas. Aquí puede notarse cómo la calidad de la información que produzco para redes sociales no es la misma en todos los casos. Y tampoco lo es la atención que me dan mis lectores, oyentes, o “seguidores”. 

            Safiya Noble, una de las principales investigadoras sobre el uso de los algoritmos como herramientas de poder, argumenta que hay una gran desconexión entre lo que la gente piensa que son las redes sociales y lo que realmente son: plataformas de publicidad. Nos imaginamos nativos digitales, pero solo somos usuarios digitales. Nos cuesta diferenciar entre opinólogos y periodistas, entre una recomendación sincera y financiada, entre noticias verdaderas y falsas, entre la felicidad real y la que es para la foto. 

            Ya seas usuario o creador de contenido, resistirte a las artimañas de las redes sociales es difícil. Para el usuario, el esfuerzo de consumir contenido es mínimo: entras a la aplicación y ya está. Solo necesitas mover el dedo un par de veces y puedes estar entretenido por horas. No hace falta poner tu contraseña, tener un interés en concreto, ni buscar ninguna información. Para quienes generamos contenido –ya sea profesional o de forma personal–, los likes, los compartidos, los comentarios y hasta los insultos se traducen como atención. La gamificación de las redes sociales asegura pequeñas dosis de dopamina que nos enganchan a ellas.

            Una de las primeras entrevistas que di en mi vida fue para un pódcast. Hasta el momento ha sido la peor entrevista que he dado. Recibí muchos comentarios negativos, despectivos e hirientes. Todos de usuarios sin nombre, personas que no conocía, gente que no tiene ninguna implicancia en mi vida. Que usuario1999 diga en YouTube que soy “estúpida y que me da vergüenza que haga un doctorado en Estados Unidos”, no me hace estúpida, y mucho menos que me vaya a retirar del doctorado. Pero entender esto me tomó treinta vueltas al parque y una resaca emocional. 

            No siempre podemos procesar a detalle cómo nos hacen sentir las cosas que leemos o que nos dicen en las redes sociales, pero deberíamos. Sobre todo, las personas más jóvenes. En especial las mujeres, que reciben comentarios sobre su físico día y noche. Si un anónimo me hizo cuestionar si merecía estar donde estoy, no me imagino el poder que tendrían en mi yo adolescente centenares de comentarios sobre mi físico, mi forma de vestir, de hablar, etc. 

            Hace años escuché en la radio a una profesora que había dejado a sus alumnos la tarea de apuntar qué pensamientos o sentimientos les producía cada publicación que veían en redes sociales. Rápidamente se dieron cuenta de qué cuentas les producían mensajes positivos o negativos, y a partir de ahí decidieron hacer una limpieza de sus redes. Incluso con amigos y familiares. Dejar de seguir a alguien que ves con regularidad podría verse como poco cordial, pero siempre están las herramientas para silenciar cuentas por periodos cortos. 

            En estos días, muchos hemos usado estas herramientas. Ya sea de forma digital o mental, hemos dejado de escuchar a ciertas personas. Esto no significa que piense que el ex de mi vecina, a quien no veo hace quince años, no debe hablar de política, pero tampoco tengo que considerarlo mi fuente oficial de información, como tampoco lo son los chats familiares, vecinales y de colegio. 

            Por la forma en que están diseñadas las redes sociales, solemos confundir popularidad con calidad de información. Más likes, más comentarios y más compartidos no hacen a la información más valiosa o más certera. A veces es todo lo contrario. El secretismo de las compañías tecnológicas hace difícil que los investigadores y los gobiernos puedan comprender a detalle –y regular– cómo funcionan sus algoritmos. Sin embargo, con algunas herramientas, varios investigadores han comprobado que el contenido más extremo funciona mejor en redes sociales. No solo se refieren al contenido de extrema derecha o izquierda, sino a lo extremo en todos los temas. Ya sea una hamburguesa de cinco pisos que nunca te comerías en la vida real, una rutina de ejercicios digna de preparación militar o un minimalismo de paredes blancas: la normalidad, la calma y la prudencia no facturan. Tu arroz con huevo, la vuelta que le diste a la manzana y tu post llamando a la paz mundial a lo mucho recibirán algún comentario chistoso, una bendición de tu tía favorita, o nada. 

            Vemos la atención que reciben los otros como algo que deseamos. Queremos los likes, los comentarios y los compartidos. ¿Son insultos? No pasa nada, que vengan también, da igual si están ladrando o si te están mordiendo. 

            Los que tan solo observan también están atrapados. La primera etapa es prestar atención. Si todo el mundo habla de algo, es porque debe ser importante. Luego uno se vuelve parte de una comunidad. Para ello se usan palabras clave que cobran otro sentido dentro de este grupo, los seguidores dejan de ser números y pasan a tener nombre propio, estilo propio… y hasta insultos propios. Por ejemplo, si eres “una guapura” sabes que Yuya está embarazada. Si entendiste esta última frase, probablemente seas fan de Yuya –una de las youtuberas más influyentes– o por lo menos hay alguien en tu entorno que lo es. Y si no entendiste… eres parte de los otros. 

            Con un agotamiento mental sin precedentes, doy, pues, instaurada la semana sin Twitter. Me refugiaré en aquellas personas en mi vida que no ven redes sociales –son maravillosas y odiosas al mismo tiempo– y en Instagram, donde con mucho esfuerzo he podido promover conversaciones sin insultos, con respeto y diversidad. Confío en los medios escritos y orales que aún existen para transmitirme ideas que demoraron más de media hora en ser pensadas. Y en esos grupos de WhatsApp que han resistido a los insultos, mensajes despectivos y amenazas sin fundamento.

9 comentarios

  1. Ana Rodriguez

    Muy cierto Alejandra, hay que hacer «limpieza o higiene mental» de tanta información, que, además de por tratarse de tí, será «Inspeccionada»…, no conozco a Yuya, jajajaja, así que estoy en el otro grupo. Hace tiempo que vengo tomando distancia de la información porque soy de las que verifica todo lo que me llega, ello me ha permitido discriminar más rápido que merece la pena ser leído y que no!

    Buenas vacaciones y sigue, por favor, necesitamos más mentes lúcidas, objetivas en este, nuestro mado país…

    • Alejandra RL

      Gracias Ana! La cantidad de información también hace que sea más fácil compartir desinformación. Un abrazo y gracias por leerme!

  2. Muy buen artículo, me ha sentido invadida por recientes expertos en derecho electoral, un sin número de gente con maestría por whats.app en estadística e informática. Poca gente se da el trabajo de verificar la fuente de la información que recibe y la replica con la seguridad de que están siendo un patriota y valiente defensor de la democracia. Creo que tenemos todos que hacer un esfuerzo para entender como se deben usar las redes sin queremos el diálogo y la construcción de espacios sanos de debate. Gracias por aclarame más las cosas!

    • alejandraruizleon

      Te comprendo Pierina, creo que nos ha pasado a todos esta semana! Hemos sido escuelados y escuelados…como leí un meme por ahí «todo parece una conspiración si no sabes del tema»… Gracias por leerme! ARL

  3. Jorge Gutierrez

    Muy certero tu análisis, lo que hago es tratar de no hacer mucho caso. Los filtros desgraciadamente nunca son suficientes.

    • alejandraruizleon

      Así es, nosotros somos el último filtro! ARL

  4. Lucho Amaya

    Yo y Facebook :)… aunque hayan empezado a reportarme por motivos… políticos!
    Que bien se le lee.

    • alejandraruizleon

      Cada cual escoge su veneno! jaja ARL

  5. Julian Ronceria Villar

    Interesante artículo!!! Hoy en el periódico vi en la parte de opiniones una frase que rescato: «la popularidad no es sinónimo de investigación profunda», mas o menos era así creo jajaja pero va con lo que mencionas. He comenzado a buscar fuentes que yo considero pertinentes para que mi abuela y madre no se preocupen por las fake news que ven en facebook y grupos de wapp y contrastarlas con información veraz. Me sorprende que hayan canales de YouTube y páginas web con artículos 10 veces más valiosos como este pero que no son tan difundidos que los que pueden haber en televisión o periódicos con grandes cantidades de audiencia. Espero que esto último cambie o mínimo se esté gestando alguna estructura para mantener a raya las fake news, que solo dañan la salud mental y generan más caos. Te deseo mucho éxitos en el doctorado, personalmente admiro a cualquiera que se embarque en un viaje de descubrimientos constantes para aportar a la humanidad. PD: me gusta mucho tu contenido de instagram!!! 🙂

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