En busca de la Constitución perfecta


Hoy en Chile se está realizando un plebiscito. Se trata del esfuerzo más reciente por crear una carta magna ideal, una ambición de los gobiernos latinoamericanos desde sus inicios. ¿Puede ser esta una inspiración para el Perú?


Hoy, 25 de octubre del 2020, los chilenos decidirán si cambian su Constitución política. Un año después del desborde vivido en el país, el logro más concreto de las movilizaciones masivas fue el llamado a un plebiscito para determinar la suerte de la carta constitucional impuesta por Augusto Pinochet en 1980. Para muchos este cambio es necesario porque consideran que solo una nueva Constitución hará posible una sociedad más justa. La idea de que las constituciones pueden ser mejoradas —y que deben serlo, pero con cuidado para no empeorar la situación— quizá haya nacido con el filósofo Jean Jacques Rousseau, quien en su ensayo Consideraciones sobre el gobierno de Polonia (1782) exhortaba a los polacos a pensar en corregir los errores de su carta magna, pero sin despreciar la existente.

            En América Latina la búsqueda de la “Constitución perfecta” nos acompaña desde la Independencia. A diferencia de los Estados Unidos, donde se ha mantenido como símbolo de la nación y, en vez de desecharla para comenzar de nuevo, se ha ido modernizando con enmiendas; en nuestros países la ilusión fue siempre producir una ley fundamental ideal. Esto comenzó después de nuestra primera experiencia con la carta dada en Cádiz para toda la monarquía hispánica en marzo de 1812. En el Perú, donde fue implantada dos veces (1812-1815 y 1820-1823), es innegable tanto su legado en las primeras constituciones, como en el deseo de mejorarlas.

            Igual que los chilenos, los peruanos hemos buscado constantemente mejores acuerdos constitucionales. En ambos casos los años que coincidieron con las guerras de Independencia y la consolidación republicana fueron los más activos al respecto. En la década de 1820 tanto Chile como el Perú tuvieron tres constituciones, pero mientras nuestros vecinos lograron un acuerdo en 1833 que se mantuvo por el resto del siglo, en el Perú tuvimos cuatro intentos, en 1834, 1839, 1856 y 1860. En el siglo XX la situación fue semejante: Chile tuvo dos experiencias constitucionales (1925 y 1980), mientras que en el Perú se promulgaron cartas en 1920, 1933, 1979 y 1993. 

            Cada uno de estos intentos muestra cómo se hizo lo posible por imaginar un nuevo acuerdo fundacional, y cómo se buscó legitimar los cambios políticos importantes por medio de una nueva Constitución. Ocurrió así en el siglo XIX, cuando las diferencias fueron entre los liberales y los conservadores, así como entre los proponentes del centralismo y los del autonomismo regional, ya que en ninguno de los dos países se llegó a imponer el federalismo. En el siglo XX la Constitución de Alessandri en Chile buscó modernizar la que había impuesto Diego Portales en 1833. En el Perú, Augusto B. Leguía hizo algo semejante en 1920, dando una Constitución para apuntalar la “Patria Nueva” que proponía. Sin embargo, cuando fue depuesto se hizo necesaria una nueva, ya que su propuesta se había desmoronado.

            Y si bien la Constitución peruana de 1979 y la chilena de 1980 son prácticamente contemporáneas, no podrían ser más diferentes, a pesar de tener su origen en gobiernos militares. En nuestro país una Asamblea Constituyente elegida por los peruanos fue presidida por Víctor Raúl Haya de la Torre, quien, a pesar de los vaivenes ideológicos del APRA, buscó implantar un acuerdo que permitiera la creación de un estado de bienestar, con protección de los derechos de los trabajadores y garantizando la educación y la salud públicas. Mientras tanto en Chile las decisiones sobre la Constitución las tomaron una comisión de expertos y el Consejo de Estado, que entronizaron un sistema neoliberal donde el mercado decidiría sobre todos los aspectos sociales. La Constitución peruana de 1993, redactada por el Congreso Constituyente Democrático después del cierre del Congreso por parte de Alberto Fujimori, es mucho más parecida a la chilena. También ha hecho posible el desarrollo del neoliberalismo local. 

            ¿Traerá el plebiscito de hoy una mejor Constitución para Chile? Es difícil saberlo, pero lo que queda claro es que el proceso en el que se ve envuelto nuestro vecino muestra que las constituciones le importan a la gente. ¿Y en el Perú? ¿Serían posibles una reforma constitucional o una nueva Constitución? Allá se logró después de muchos años de esfuerzo y de reforma, además de meses de movilización ciudadana. Aquí, en medio de una profunda crisis institucional y una terrible crisis sanitaria es difícil imaginar un cambio de este tipo, pero quién sabe. 

            Quizá debería ser nuestra demanda para el Bicentenario: una Constitución, sino perfecta, mejor. 

1 comentario

  1. Marco Lozano

    Cada vez mas el escenario se hace propicio para la Constitución del Bicentenario…o de la pandemia

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Volver arriba