El viejo Oeste en nuestros conflictos


Una mirada más allá de la frontera del Estado 


Manuel Glave es economista e investigador principal del Grupo de Análisis para el Desarrollo-GRADE, y profesor principal del departamento de Economía de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Es doctor en Economía por la Universidad de Illinois en Urbana-Champaign. Entre sus investigaciones destacan las realizadas sobre sistemas de producción campesina en ecosistemas de montaña, participación comunal en áreas naturales protegidas y valoración económica de la diversidad biológica y los servicios ambientales. Ha sido presidente del Seminario Permanente de Investigación Agraria (SEPIA) y, con Juana Kuramoto, coordinador nacional del proyecto Minería, Minerales y Desarrollo Sostenible (MMSD).
También ha sido presidente de la Federación Peruana de Ajedrez.


Es una verdad de Perogrullo afirmar que el Estado no está presente en la gran mayoría del suelo nacional. Sin embargo, lo que constituye un ingrediente fundamental de la crisis sistemática que vivimos en los últimos seis años en el Perú no es solo la fragmentación, división y falta de legitimidad en las representaciones políticas y sociales en los diferentes niveles del territorio peruano, sino la predominancia de economías ilegales, informales, subalternas o algún otro término que las investigaciones sociales y políticas en el Perú vengan utilizando. 

Para ser más claro, déjeme compartir con usted la experiencia de una visita de campo que un equipo multidisciplinario realizó a la provincia de Manu, Madre de Dios, hace poco menos de un mes. El objetivo del estudio era documentar la dinámica del transporte fluvial entre el centro poblado Boca Manu, capital del distrito de Fitzcarrald en la provincia de Manu, y el centro poblado de Boca Colorado, capital del distrito de Manu en la provincia del mismo nombre. 

Como varios y quizá usted sabe, este tramo en el río Madre de Dios está en disputa por un proyecto de construcción de carretera que daría conectividad a la provincia de Manu con Puerto Maldonado y que, sin embargo, cruza el corazón de un territorio y un paisaje de alta biodiversidad, flanqueado por el Parque Nacional del Manu y la Reserva Comunal Amarakairey sus respectivas zonas de amortiguamiento. La principal actividad económica alrededor de este tramo en el río es el turismo de alta clase, con muy poca presencia de comunidades indígenas y caseríos colonos.

Al margen de los objetivos de la investigación, lo evidente en el ámbito del centro poblado Boca Manu es que la llegada de la carretera desde Salvación y Shintuya, viniendo desde Paucartambo en Cusco, ha generado una penetración social y mercantil en un territorio relativamente lejano y aislado. Esto está generando una presión social y económica en territorios de comunidades nativas y se expresa en un aumento de la producción de hoja de coca para fines de narcotráfico y la tala ilegal. 

No obstante, alrededor de Boca Manu no se observa producción de minería aurífera, ya sea aluvial o con maquinaria pesada en el bosque. Aparentemente, el arrastre del material aurífero en el río Madre de Dios se inicia recién cuando el río Karene —conocido también como río Colorado— desemboca en el Madre de Dios, justamente en el centro poblado Boca Colorado. Y es a partir de Boca Colorado, aguas abajo, cruzando ya el Inambari, cuando se ingresa al “imperio del oro en Madre de Dios”. 

Cuando luego de recorrer la provincia de Manu se llega a Boca Colorado, los visitantes experimentamos el temor a viajar por tierra hacia los centros poblados cercanos a Boca Colorado —Hueptehue, Mazuco y Santa Rosa—, pues corren versiones de que hay asaltos en las carreteras y de gente que marca a los que transportan efectivo, ya que el 90 % de la actividad minera es ilegal o informal. Fue en esta oportunidad cuando nos tocó presenciar que la población de Boca Colorado justo se había organizado y logrado capturar a tres de esos asaltantes, mientras afirmaban que habían muchos más que habían quedado libres, sueltos en el pueblo, y en una decisión política digna del lejano Oeste, la población concluyó que nadie debía salir ni entrar al pueblo. 

Tuvimos que quedarnos entonces en Boca Colorado más allá del tiempo que habíamos planificado y tratar de averiguar qué había detrás de esta movilización social, cuyo fin era capturar a delincuentes que, por más de diez años, vienen haciendo sus fechorías a lo largo del territorio minero.

Allí descubrimos que los asaltos en las carreteras tienen que ver con el cobro de cupos y la vieja práctica muy peruana de “si no pagas, te asaltan”. En este caso, en un paraje muy cercano a Boca Colorado, la banda de delincuentes no solo atracaba a los productores de oro que no hacían el pago, sino que habían optado por ejercer violencia sobre las mujeres de los mineros en las cercanías. No fue raro, por lo tanto, que las mujeres encabezaran la movilización en el centro poblado y exigieran que todas las casas cerraran sus puertas para investigar dónde podían haberse escondido los delincuentes. 

El alcalde, el comisario y el representante del Gobierno Regional afirmaban que no se podía impedir la libre movilidad de las personas, pero la población, en asamblea popular, se mantuvo en sus trece. Cuando indagamos sobre la posibilidad de que el servicio de colectivos hacia Santa Rosa y Puerto Maldonado nos pudiera llevar, nos respondieron: “Las autoridades han dicho que sí se puede salir, pero el pueblo ha decidido que nadie sale y no podemos ir contra el pueblo”. 

Lo insólito es que no hubo ninguna respuesta de las instituciones del Estado, pero lo más extraño ocurrió luego: en la tarde hubo una detonación cerca del embarcadero en Boca Colorado y luego supimos que se trataba de un operativo de la Marina en el río Madre de Dios para perseguir a unos mineros informales que estaban utilizando dragas, una actividad que está explícitamente prohibida. La nave de la Marina persiguió a dos embarcaciones con dragas y llegó hasta Boca Colorado, solo para ser expulsada por la población, que salió en defensa de los infractores. Es decir, que mientras el centro poblado estaba cerrado y tomado por la población y no había respuesta de las instituciones del Estado, la única evidencia de presencia del Estado era repelida en defensa de unos mineros ilegales. 

Felizmente, mi equipo de trabajo y yo pudimos salir muy temprano al día siguiente porque los transportistas organizados solicitaron a la población que se le otorgara permiso entre las 4 y 6 a. m. para salir y que el paro continuara a partir de entonces. El hecho de que una situación como esta, en una capital distrital, no haya sido difundida ni siquiera por las noticias regionales expresa que lo ocurrido es algo normal y frecuente, que no nos debería sorprender en una sociedad dominada por actividades informales o ilegales y donde las instituciones del Estado no solo no existen, sino que son hasta expulsadas. Por lo tanto, tampoco nos debería sorprender que, a nivel nacional, un relacionamiento dominado por este tipo de actividad económica y social, sea el que comience a dominar nuestra política. 


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1 comentario

  1. Valioso comentario de Manuel Glabe, in situ lo que le proporciona veracidad y valioso no solo porque ahora la credibilidad de cualquier información es puesta en tela de juicio sino porque el objetivo de dicho informe devela los intrincados mecanismos de nuestra economía real y su influencia en todos los ámbitos de nuestra sociedad. Gracias!

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