El derecho a pitear


Siete ideas que deberían ser sentido común al hablar de las protestas


A diferencia de otros países en la región, pareciera que en Perú no está arraigada la idea de la protesta ciudadana como algo consustancial a la democracia. Existen múltiples factores que podrían ayudarnos a explicar por qué en Perú no hay protestas estudiantiles como las de Chile, paros sindicales como los de Argentina, manifestaciones indígenas como las de Ecuador, o marchas feministas como las de México. Independientemente de cuales sean esos motivos, una consecuencia de esa menor movilización social es que, a diferencia de los países mencionados, aquí es más común encontrar estigmatización e incomprensión sobre la naturaleza y legitimidad de las protestas.

A continuación, quiero compartir con usted siete ideas que deberían ser parte del sentido común cuando hablamos sobre las protestas y que, lamentablemente, en el Perú parecen no serlo. Estas ideas se sustentan en la actual Constitución, en los tratados internacionales y en los principios básicos de cualquier sociedad democrática.

  1. Protestar no es un delito, es un derecho de todo ciudadano. Y es el ciudadano el que decide dónde, cuándo, cómo y por qué lo ejerce. Podemos no estar de acuerdo con el motivo de la protesta o lo que busca. Puede protestar un grupo de personas que cree que la tierra es plana y que eso es lo que debería enseñarse en las escuelas, y tendrían el mismo derecho a expresarse en las calles que quienes protestan contra la crisis climática. 
  1. Uno puede estar en contra de una protesta; puede criticarla en redes sociales, escribir artículos de opinión, incluso organizar su propia manifestación, pero lo que no puede hacer es prohibir que la otra persona proteste, o tratarla como delincuente por el hecho de ejercer un derecho fundamental en cualquier democracia.
  1. El derecho de protesta no es un derecho absoluto, debe ejercerse respetando los derechos fundamentales de los demás. Los actos de violencia que puedan producirse en una protesta deben ser perseguidos y sancionados con todas las herramientas que da la ley. Protestar no da carta libre para el abuso.
  1. Si algún protestante comete un delito durante la protesta, la responsabilidad legal es de esa persona. No es responsable el que protestaba unos metros más allá. La responsabilidad penal es individual y la justicia cuenta con todas las herramientas legales para perseguir y castigar ese delito. 
  1. En el Perú, nuestro Código Penal no establece la pena de muerte para ningún delito. Y si existiese, esa pena tendría que ser determinada por un juez luego de un proceso judicial con todas las garantías. Pero en ningún caso, y en ningún país democrático, es algo que pueda decidir un policía o un militar en medio de una protesta. El uso de la fuerza es el último recurso y debe ser utilizada de forma proporcional, de acuerdo con los protocolos institucionales que existen y deben ser respetados. 
  1. Las protestas son heterogéneas. Suelen tener una agenda común, pero también una serie de agendas individuales que pueden ser contradictorias entre sí. Las protestas, por su propia naturaleza pública y libre, terminan reuniendo una pluralidad de miradas y pedidos. En una marcha a favor de la despenalización de cannabis puede terminar habiendo un grupo de personas con letreros en contra de las vacunas. La marcha y la convocatoria sigue siendo a favor del cannabis, ese es el común denominador de los participantes, pero no se puede controlar las motivaciones adicionales que pudiesen existir para marchar en algunos de los participantes. Se puede rechazar esos mensajes, uno se puede distanciar físicamente de esos manifestantes, pero no se puede controlar su presencia o sus motivaciones para participar.
  1. Estigmatizar a los protestantes es peligroso. El “terruqueo”, la deshumanización y la “conspiranoia” terminan propiciando una respuesta de los agentes del Estado que suele ser desproporcional y arbitraria. Los que deciden protestar no son enemigos: son ciudadanos cuyos derechos fundamentales —como la vida, la dignidad y la integridad— no se suspenden en ningún escenario. 

Desconocer cualquiera de estas siete ideas es cuestionar una parte esencial de lo que significa vivir en democracia y en un Estado de derecho. Nos acerca al autoritarismo y a la barbarie.

No he dicho nada nuevo en este artículo, estas ideas se han repetido varias veces a lo largo de los años. Lamentablemente, parece que todavía tenemos que seguir repitiéndolas una y otra vez, sin cansarnos. Hasta que sean sentido común.


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