Tres clásicos: las élites, el voto “antisistema” y el abandono de la educación.
Este domingo de elecciones comenzó con una buena y mala noticia. La mala: las mesas de votación de San Isidro, Miraflores, Surco y San Borja, cuatro de los distritos más ricos del país, fueron las que tuvieron mayores problemas de instalación. Hubo alto ausentismo de miembros de mesa. Los adultos mayores, convocados a votar a primera hora, mostraban malestar. Se armó un poco de caos y la sensación que se percibía en las redes sociales era que ”todo” estaba a la deriva.[1]
La buena noticia es que por cada persona que faltó, surgió alguien dispuesto a hacer que las cosas funcionen. Una cuenta en Twitter apareció para informar a los voluntarios sobre las mesas de votación que faltaban instalar y antes del mediodía más del 99% de las mesas ya recibían electores. Queda una sensación doble. Nuestras élites fallan y salvan a la vez. Hay desazón, pero hay esperanza.
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Cuando las cosas no funcionan a la primera, pero eventualmente lo hacen a la segunda o después de más intentos, se mina la confianza. De hecho, la medición más reciente de la Encuesta Mundial de Valores nos ubica como el país en el que las personas confían menos. No confiamos en los familiares, ni en los amigos, y menos en los desconocidos. Este es uno de los problemas cruciales que tenemos en el país. Si no confiamos unos en otros es muy difícil hacer transacciones, respetar reglas de convivencia, colaborar y convivir en armonía. Se hace difícil construir un espacio en el que quepamos todos.
Un síntoma claro de nuestra desconfianza está en lo poco que nos conocemos. Hasta hace dos o tres semanas la gran mayoría coincidía en que cualquier cosa podría suceder con la elección presidencial. Pero ese “cualquier cosa” no contemplaba la irrupción de Pedro Castillo. Al final de cuentas sucedió lo que ya se está convirtiendo en algo clásico: alguien que no estaba en los radares ganó la votación de las regiones con menores índices de desarrollo humano, y con eso consiguió el insomnio de muchos limeños.
El mapa electoral de hoy es muy parecido al de elecciones previas. El sur y la sierra central votan consistentemente distinto a Lima, por un candidato “antisistema”. Dentro de Lima, ese candidato consigue algunos votos también, especialmente en los distritos periféricos. En Pachacamac y Lurigancho ha ganado Castillo. En toda la ciudad ha conseguido poco más de trescientos mil votos, nada despreciable.[2]
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Ya que estamos en esto de los resultados inesperados de siempre, hay una regularidad que hace mucho me llama la atención: algunas de esas regiones que llamamos “antisistema” y desconocemos profundamente son las mismas que siempre consiguen los mejores desempeños en la Evaluación Censal de Estudiantes del Ministerio de Educación. Cada vez que recuerdo esto, me pregunto: ¿cómo es que en Lima se nos ocurre mirarlas por encima del hombro?
Una clave para entender tal paradoja descansa en la poca importancia que le damos a la educación. Si ya era un tema descuidado por años, la llegada de la pandemia agravó la situación. Desde que comenzaron las cuarentenas, una buena docena de sectores han tratado de ocupar un lugar prioritario en la agenda y, como resultado de ello, hemos comenzado a abrir gradualmente los restaurantes, malls, gimnasios y hasta casinos, pero los colegios quedaron relegados. Recién comenzarán a abrir dentro de unas semanas. ¿Por qué los hemos descuidado?
Que no sorprenda entonces que sea un profesor de escuela pública quien encarne ahora el descontento. Independientemente del resultado electoral, ojalá esta vez, de verdad, prestemos atención al problema estructural.
[1] Aquí operó nuestro tan humano sesgo de la disponibilidad: los seres humanos tendemos a pensar que lo que sucede a nuestro alrededor es extrapolable a todo el universo.
[2] Les recomiendo la visualización de datos de Ojo Público. ¡Muy interesante!
Ese «alguien» que no estaba en los radares se convierte en la expresión –no la representación: en la política peruana nadie representa a alguien– de millones que tampoco están en los radares, ni del Estado ni del «mercado».
Coincido en lo que dice José Luis , y llego a la conclusion que en el año del Bicentenario seguimos a la deriva , y que esa conocida frase que dice que somos “varios Perú “ es más cierta que nunca , al enfrentarnos a esta realidad que nos remece al ver el resultado de esta primera vuelta .
En cualquier país democrático la izquierda representa y expresa a la parte más vulnerable de su población. Su «share of market» histórico en el Perú oscila entre el 20 y 30% de la población. Ese es un hecho objetivo.
En cambio, en los países con regímenes comunistas-socialistas-marxistas, la parte más vulnerable de la población es la que lucha por la democracia.
Angela Merkel indica que ellos invierten la mayor parte de sus recursos en la educación, porque consideran que la ignorancia es mucho más cara. Y yo firmo totalmente esa declaración. La poca o nula importancia que se le ha dado, a un tema tan relevante como la educación, es lo que nos convierte en ciudadanos con poco sentido crítico, y permite la manipulación de los políticos o de cualquiera. La Educación, es el bien más preciado y poderoso del hombre.