Asumir los propios platos


Las consecuencias de que todos neguemos nuestra responsabilidad


Mi casa se llena por unos días y, al levantarme por las mañanas, cada vez me topo con el lavadero de la cocina más desbordado. Cuando indago, nadie asume claramente la responsabilidad de esos trastos y esto me subleva, porque es así como empieza la degradación de las sociedades y sus espacios.

Salgo de mi casa con las manos oliendo a lavaplatos y noto que en mi cuadra el crimen ecológico permanece. Son siete los árboles muertos o talados a causa de la enorme excavación que cercenó sus raíces para construir una torre. Como en mi cocina, nadie asume la responsabilidad: ni la constructora, ni la inmobiliaria, ni la municipalidad. La consecuencia es que los pájaros ya no se escuchan, la calle ha perdido encanto y pronto extrañaremos la fresca sombra en los veranos que vendrán cada vez más calcinantes.

Navego por las noticias, escucho conversaciones y el fenómeno que atraviesa mi casa y se esparce en mi barrio parece haberse expandido a todos los confines. 

Buena parte de la prensa masiva de mi país no asume hasta ahora el error de haber querido aplastar la candidatura del presidente que salió elegido vociferando que nos iba a convertir en un estado comunista. La consecuencia de esta ausencia de un mea culpa es que un sector desconfiado de la ciudadanía ahora dude cuando esa misma prensa emplaza con toda razón al presidente.

Un sector de ciudadanos no asume hasta hoy el error de haber izado las banderas de un fraude electoral cuando no aparecían pruebas, y ni siquiera haber sofrenado sus ímpetus cuando los organismos nacionales e internacionales no avalaron sus teorías conspirativas. La consecuencia es que a un enorme grupo de ciudadanos, que también detestan al actual gobierno, no le provoca hacer frente común con ellos ni ser asociados con el delirio.

La oposición del presidente no asume el enorme error de haberse alejado de la cortesía, la prudencia y la decencia desde el primer día. Que en la asunción de mando no dejaran que el encargado de la presidencia entregara la banda fue la clarinada del aluvión que vino luego: rudos desplantes al presidente elegido, prontuariados en comisiones claves, congresistas votando con conflictos de interés, violadores protegidos y hasta una insólita prohibición a que el mandatario acuda a una asunción de mando. La consecuencia es que la oposición tiene menos popularidad que el presidente detestado y, en la práctica, se han convertido en el único contrapeso que lo sostiene. 

El presidente detestado no se asume responsable de la inestabilidad que ha generado al nombrar a un ministro por semana en promedio; tampoco asume la responsabilidad de que a su mano derecha se le descubrieran veinte mil dólares en el baño, ni que su cuñada –o hija adoptiva– haya aparecido en un video anunciando obras públicas que fueron adjudicadas al empresario que la acompañaba; tampoco asume la responsabilidad de que un ministro de Transportes, paisano suyo, y mantenido en el puesto bajo su proteción, hoy se encuentre prófugo; ni que sus sobrinos también lo estén. No acepta, en resumen, su falta de liderazgo, ni que el entorno de confianza que él mismo ha propiciado haya trasladado al gobierno nacional esa tradición local de hacer negocio con el pariente que agarra un puesto en el Estado.

Y yo no he asumido hasta ahora mi responsabilidad por los varios años seguidos que he votado por cálculo en lugar de por convicción, mi timidez para hablar de política cada vez que alguien se ha puesto extremista, esa creencia que tuve mucho tiempo de que la cuerda económica podía funcionar separada de la política.

Ningun sistema complejo, sea mecánico, biológico o social, colapsa porque una parte solitaria deja de funcionar; hace falta que una mayoría falle lo suficiente para que el desmoronamiento por fin nos aplaste. 

Así que asumamos, todos, la parte de mierda que nos toca.

Es el primer paso para limpiar el país juntos.


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8 comentarios

  1. Natalia

    Totalmente de acuerdo. Qué difícil es mirar esa parte que me toca a mí misma en todo esto. Pero tengo que seguir revisándome. Gracias

    • Gustavo Rodríguez

      Gracias, Natalia, por el comentario.
      Un abrazo.

  2. Paul Naiza

    Querido Gustavo, nuestra idiosincrasia, el adn peruano, todo el resto es culpable, menos yo… Seremos mejores no pierdo la esperanza, hay que pulir la piedra.

    • Gustavo Rodríguez

      Qué bueno que tengas esperanza, Paul.
      Creo que estamos condenados siempre a ser un país de media tabla, solo temo que a veces rocemos el sótano.

  3. Eduardo Tejada

    *Entiendo q Pdte Castillo haya pagado sus favores a su partido corrupto PeruLibre (cosas del pasado, por ello usaste varias veces el verbo pasado «haya»)
    *No me arrepiento d mi voto, era entre elegir una megaorganizacion criminal o pájaros fruteros
    *Asumo mi voto actualmente x el Pdte, pero no tengo responsabilidad d lo q pasa en Congreso, no salieron mis candidatos
    *Soy optimista sobre el Ejecutivo, más no x el Legislativo

    • Gustavo Rodríguez

      Por favor, una razón para ser optimista con este Ejecutivo. Necesito contagiarme de algo que no sea la desesperanza en ese ámbito específico.

  4. Ana María Saavedra Vela

    De acuerdo , en cada elección me sentí arrinconada y me sume sin convicción al mal menor, pero me parece que te falta asumir y/o reconocer la incapacidad y corrupción de Castillo.

  5. Juan Olivos Chávez

    Para mi el análisis que leo es bastante objetivo y muy pegado a la triste realidad por la que atraviesa nuestro país. Pero creo que todos estamos inmersos en esta casi debacle como sociedad. Con actores políticos, sin partidos, con movimientos y grupetes que se lanzan en busca del botín y con electores hechos a la medida de esos manipuladores, qué podemos esperar.? Usando como metáfora el fútbol, quien da el play de honor, para iniciar un cambio a todo este engaño, llamado democracia. Con medios de comunicación vendidos o empeñados a los gobiernos de turno; cuando son ellos los que deben orientar con la verdad a la ciudadanía. Es mi modesta opinión.

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