Y la nave va 


La falta de brújula y mapa nos augura el naufragio


Cada crisis política es como un motín al interior del barco. La responsabilidad puede ser del capitán, del timonel, de la tripulación o de los pasajeros, pero lo cierto es que el enfrentamiento consume el tiempo y la energía de todos los involucrados. Tiempo y energía que normalmente estarían destinadas a cumplir con las labores necesarias para llegar a destino.

Todo motín pone en riesgo los objetivos de la travesía, pero si se produce durante una tormenta, el resultado puede ser trágico. En especial, si se tiene un capitán sin liderazgo ni experiencia, una tripulación dividida, y pasajeros estresados y ansiosos.

Los motines no congelan el tiempo. Tampoco detienen todos aquellos factores externos que pueden hacer naufragar a la embarcación. Al océano le es indiferente lo que ocurre al interior de ese objeto de madera que flota en su superficie. 

Esta imagen náutica me viene a la mente al ver que una vez más nos encontramos ante una crisis política. Otra vez veremos a quienes lideran el país desde el Ejecutivo y el Legislativo utilizando su tiempo y energía en un enfrentamiento desgastante, distrayéndose de los temas de fondo que nada tienen que ver con esta coyuntura chata y mediocre.

Y mientras tanto, en el horizonte se pueden observar una serie de nubarrones negros que presagian no una, sino varias tormentas. Algunas de ellas a pocas millas náuticas de distancia.

La tragedia generada por Repsol en Ventanilla y el Norte Chico nos recuerda, una vez más, lo precaria que resulta nuestra institucionalidad ambiental, tanto para la prevención como para la atención oportuna de emergencias ecológicas. El Ejecutivo parece pasmado ante la desgracia ocurrida, sin un mensaje claro ni acciones contundentes. Y ayer el Congreso rechazó la posibilidad de debatir nuevamente el Acuerdo de Escazú, demostrando que no se ha aprendido nada. 

Otra tormenta en el horizonte la traen los procesos de automatización a gran escala, fruto de los prodigiosos avances de la inteligencia artificial. Esta tormenta, bien enfrentada, podría hacer avanzar el barco, ayudando a la competitividad de nuestras industrias y a la diversificación de la economía. Pero miramos los nubarrones, pasmados, sin saber qué hacer. O ni siquiera los miramos, concentrados más en las peleas en la proa y en el cuarto de máquinas. El resultado será una fuerza laboral no capacitada arrasada por las nuevas tecnologías hacia los peñascos del desempleo y la miseria. Una tragedia que no solo puede evitarse, sino que, bien llevada, podría ser una gran oportunidad para nosotros. 

Y así continúa el catálogo de tormentas. Economías ilegales (camufladas en la informalidad) que crecen cada día en poder y generan más violencia. El estrés hídrico generado por el cambio climático que poco a poco va acabando con nuestras fuentes de agua. Nuestra ciudad capital, que sigue creciendo desordenada en su precariedad, mientras las placas de Nazca se preparan para lo inevitable. Nuestro sistema público de salud en cuidados intensivos, mientras en alguna parte del mundo —tal vez en el mercado de Belén, en Iquitos— se dan las condiciones para una nueva pandemia. Una generación fuertemente golpeada, a nivel emocional y a nivel de competencias, luego de ausentarse de las aulas por dos años, tendrá que asumir retos para los cuales no está ni remotamente preparada.  

Y la nave va, indiferente a su futuro próximo. ¿Alguien en la embarcación recuerda dónde están la brújula y el mapa? Los relámpagos crecen en intensidad, anunciándose, inminentes, pero nadie parece poder escuchar los truenos por encima de los gritos y las peleas. 

Cuando finalmente se reaccione, será demasiado tarde.

3 comentarios

  1. Y nadie hace nada, cada quien va a lo suyo mientras el pais se hunde cada vez mas, no solo por la ineptitud, la incapacidad sino tambien por el cinismo y las mentiras de este gobierno tan plagado de gente corrupta, y malintencionada, ojala que cuando reaccionemos no sea demasiado tarde.

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