Tener instituciones o aprender a golpes


Esta lucha por el poder no es ajena, nos afecta enormemente. ¿Hasta qué punto somos responsables de ella? ¿Qué podríamos hacer?


Iba a escribir sobre las elecciones en Estados Unidos y el uso de las encuestas, con algunas implicancias para las justas que se vienen (¿o venían?) por acá. Será otro día. Hoy lo que hay es rabia y frustración. 

           Un Presidente sin bancada se pelea con un Congreso sin legitimidad. De uno y otro lado hay indicios bien serios de corrupción. Ambos son herederos de peleadores previos: uno que gano unas elecciones, y otra que no aceptó su derrota. Llevamos ya casi cinco años en esto. 

           En el camino se han sumado intereses muy grandes a los que les han pisado los callos. Un ejemplo: el negocio universitario. También se ha unido el dolor de las familias que han sufrido el uso y el abuso de las prisiones preventivas. Una trifulca.

           En medio de todo eso, nosotros, pagando las facturas de la pandemia en una economía muy golpeada. Pero más allá de la rabia y la frustración hay algo que me gustaría anotar. Estas facturas vienen con sello de agua. No nos damos cuenta, pero ahí esta: “institucionalidad” dice.

            Tenemos una institucionalidad precaria —un adjetivo últimamente recurrente— en múltiples sentidos: empleo, derechos de propiedad, costos de transacción, funcionamiento de los mercados y, claro, democracia. Generalmente es difícil comunicar la importancia de las instituciones. Nuestro sentido pragmático e inmediatista nos lleva a pensar que se trata de elementos deseables pero prescindibles. Al final de cuentas eso de las instituciones no se come, ¿no? 

           Que esta ocasión sirva, al menos, para pensar en algunos elementos institucionales de nuestra democracia que tienen un papel en lo que nos viene pasando. Con tanta turbulencia durante los últimos cinco años seguramente muchos no recuerden que hace menos de dos tuvimos un referéndum

           Se nos preguntó sobre la reelección inmediata de los parlamentarios. El 85% estuvo de acuerdo en prohibirla. Quisimos castigar a los robacable, comepollo y demás especímenes. Error. Nos dejamos guiar por nuestras iras y no pensamos en esto con la racionalidad que hacía falta. Hoy estamos comprobando que cuando los congresistas saben que no serán reelegidos tienen más incentivos para actuar de manera temeraria. Además, cuando estos rotan al ritmo en que lo hacen nos condenamos a tener legisladores sin experiencia.

           Se nos preguntó también sobre la bicameralidad del Congreso. El 90% de los peruanos dijo no como respuesta. Error. Hoy estamos comprobando que cuando las decisiones pasan por una sola cámara pueden ser más intempestivas y menos reflexionadas.

           Planteaba estos temas tan solo dos semanas atrás cuando preguntaba ¿Cómo hacer para alinear la voluntad popular con lo mejor para las mayorías? Respondía que con más información y discusión. Revisando la columna, veo que la respuesta estaba incompleta. También necesitamos involucrarnos más. 

           Esto es lugar común: democracia no es solo votar. Pero tampoco es solo votar y salir a marchar cuando la olla a presión pita. Es —debería ser— un trabajo mucho más cotidiano y participativo. A muchos la política nos causa la más enérgica repulsa, es cierto, pero dejarla al abandono de algunos quijotes y muchos sinvergüenzas es una receta para el fracaso.

           Involucrarnos. Si no es en el juego político electoral, que sea en la política, que nos atañe a todos. En su despedida, la ministra Alva nos ha dejado una invitación a eso. En el portal del MEF se ha publicado la lista de proyectos de inversión que la Comisión de Presupuesto del Congreso ha solicitado sean priorizados en el presupuesto del próximo año (que se discutirá estas semanas).

           La corrupción es diseminada y profunda. Extirparla no será sencillo, pero necesita nuestra participación. Construyamos la institucionalidad.

6 comentarios

  1. Cesar Luna Victoria

    Reflexión muy (muy) importante y valiosa. Quisiera expropiarla de este lugar para poder socializarla. Cuélguenla en las redes. Gracias Hugo.

  2. Antonio Gainza

    Involucrarnos y ser tolerantes con el pensamiemto ajeno. Que no esten de acuerdo con uno no significa que que esten contra uno. No ceder en valores pero si estar abierto al intercambio de ideas. Evitar fundametilismos o estereotipaciones.
    Gracias por el jugo de caigua. Podrán enviarlo tambien como audio, juguito de toronja?

  3. Violeta Navarrete Cabrera

    Gracias Hugo,
    Sobre la Bicameralidad, fue mayor nuestro miedo ante «nuestras malas experiencias pasadas», que ni si quiera hubo tiempo de reflexionar y pensar en nuestro «futuro», ahora «presente».

  4. Patty

    Estoy de acuerdo con involucrarnos más como ciudadanos sin embargo, la población fue involucrada incorrectamente en una decisión que no nos competía. El referéndum fue una jugada baja de Vizcarra. Elegimos al gobierno para que tome estas decisiones complejas. Sabemos que la educación en el Perú es pésima ¿Cómo esperar que la mayoría de la población comprenda las ramificaciones de cada voto? No tenemos líderes competentes junto a una población sin acceso al voto informado. Por ahora, las cartas no están a nuestro favor.

  5. Russela Zapata Zapata

    Estoy de acuerdo con NO reelección y NO bicameralidad.
    No existe clase política en nuestro país. Los partidos políticos son una vía para institucionalizar aún más todo tipo de delincuencia. ¿Creen que un senado con Mulder, Chehade, Bartra, Salgado, etc etc etc harían la diferencia de lo que tenemos HOY?
    No nos engañemos

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