Sirenas varadas


Los patrulleros también se pudren en la Policía Nacional


Hace unos días pasé caminando por la comisaría de Barranco y noté que en el jirón Colina, entre las unidades funcionales y los carros siniestrados y vetustos que suelen componer el paisaje que rodea las estaciones policiales del país, había unas camionetas que, por la manera en que fueron cuadradas, estaban evidentemente en desuso. De vuelta me acerqué y las miré mejor: se trataba de cuatro máquinas SsangYong sin mayores daños visibles, limpias, que lucían en las ventanas sendos cartelitos en los que se informaba a la comunidad que se había dado “cuenta a la superioridad sobre el desperfecto mecánico del vehículo policial X”, el cual se hallaba en estado “inoperativo recuperable”. Todos los anuncios estaban fechados en 2022; mañana una camioneta cumplirá un año parada.

            Esa es la manera en que el comisario le comunica a todo aquel que, como yo, sienta curiosidad, que lleva mucho tiempo esperando que los jefazos autoricen la reparación de esos vehículos.

            Un suboficial se me acercó y, contra lo que esperaba —los prejuicios, siempre—, no solo permitió que hiciera fotos, sino que, con cortesía pero también con fastidio, me pidió que ayudara a divulgar el asunto. Explicó que habían hecho muchísimas solicitudes para que dicha “superioridad”, casi metafísica, les prestase atención y ayuda: necesitan esas camionetas para hacer su trabajo. Si por ellos fuera, las arreglarían por sí mismos, pero no les alcanza la plata ni tienen cómo hacerse de los repuestos necesarios. Además, podrían ganarse un pleito por querer solucionar el desperfecto por su cuenta y riesgo. Para colmo, seguía el policía, mientras dichas camionetas esperaban ser llevadas a reparación, se alquilaba carros para suplir la carencia. Un absurdo y un despilfarro. El agente, con esa tan nacional desmoralización asumida, tenía clarísimo que el problema persistirá “porque todo es corrupción”. Si no hay alguien arriba que no saque su tajada mediante una licitación amañada; si no hay un chanchullo grosero en detrimento del erario, esas camionetas —que quizá tengan daños menores o requieran solo reemplazar una pieza— permanecerán ahí acumulando óxido hasta quién sabe cuándo. Mientras tanto, los problemas de inseguridad se multiplican en el barrio.

            De inmediato uno se pregunta, si hay cuatro unidades de decoración en un distrito pequeño y tirando de mesocrático para arriba como Barranco, ¿qué pasará en el resto de la ciudad, en el interior del país? Aquí la respuesta, sin ninguna sorpresa: ‘Más de un tercio de los patrulleros de la Policía nacional se encuentra inoperativo’. Así tituló Roger Chuquín un reportaje publicado en Convoca en setiembre pasado.      

            La información es desoladora: en el Perú hay 2.280 patrulleros varados, una tercera parte de los cuales (751) están en la capital y que, por cierto, componen la tercera parte de todo el parque limeño (2.144). De estas 751, 725 son camionetas, siendo las SsangYong —como las de Barranco— la mayoría, 432. En el Callao, de común sufrido por la delincuencia, el problema es incluso peor: de 281 unidades, no encienden 118: el 41 %. Para mayo pasado, la mitad de patrulleros de La Libertad (otra región de gran inseguridad) estaban detenidos y el 90 % presentaba problemas mecánicos. En Ancash son más de ocho de cada diez los autos inútiles. En los últimos meses la cosa quizá solo haya empeorado.

            Una camioneta de uso policial debe ser recia, capaz de moverse por 15 horas diarias, para lo cual necesita un buen motor y recibir mantenimiento constante. Las SsangYong fueron adquiridas al final del gobierno de Humala, es decir, tienen alrededor de siete años. Eduardo Pérez Rocha, exjefe de la PNP y exministro del Interior, explicó en el reportaje citado que sencillamente se trató de una mala compra: “El primer error: fueron vehículos automáticos. Segundo, (…) de combustible de alto octanaje, de 95, 97 y 98, no menos. Tercero, en la compra no se consideró repuestos,y en el presupuesto del sector Interior no tenían lo mínimo, (ni siquiera para) el mantenimiento cada cinco mil kilómetros”. Lo que sucede, entonces, es que las naves son usadas hasta que den, se malogre algo o se funda el motor, lo que ocurra antes.

            Hace poco más de un año, el entonces ministro del Interior, Avelino Guillén, dispuso del traslado de 50 unidades, entre motos, autos y camionetas, a un depósito de Lurín, pero por una cuestión, digamos, de decoro, como parte del programa ‘Comisarías Limpias’. Dos semanas después, Guillén dejó el cargo. En ningún momento se mencionó nada de la reparación. El lugar tiene capacidad para alojar 600 vehículos, pero, hasta donde sé, la cosa quedó ahí. Lamento ser poco auspicioso, pero los más seguro es que esas 50 unidades estén ya corroídas por la humedad salina, o hayan sido canibalizadas. 

            La PNP no es una unidad ejecutora sino que está adscrita al Mininter, el que, a su vez, depende del dinero anual que le pasa el Ministerio de Economía para todos sus gastos. De los casi 11 mil millones de soles que la institución ha recibido este año del presupuesto nacional, hay 275 millones para la ‘Adquisición de activos no financieros’, esto es, a “gastos generados a la compra y/o mantenimiento de instalaciones, activos y otros medios productivos”. ¿Cuánto de esa plata está destinado a la reparación de algo tan necesario como los patrulleros? Vaya uno a saber, pero es un asunto que el periodismo de investigación debería averiguar. Aparentemente no alcanza para ello. 

            Por otro lado, esta semana se reveló que el 25 de enero la Policía compró, supongo que echando mano de ese fondo, 20 mil cartuchos de lacrimógenas para reprimir las protestas en todo el país tras una licitación demasiado sospechosa. En diciembre se adquirieron a una empresa brasileña cartuchos simples y triples a un precio de 15 y 19 dólares respectivamente, mientras que en la licitación exprés de hace tres semanas se pagó por lo mismo 25 y 27 dólares. Si hubo dolo (y claro que hubo) y estamos hablando de un sobrecosto promedio de nueve dólares por pieza, alguien se ha quedado con 180 mil.

            Y aquí regreso al suboficial barranquino. La Policía, como el Ejército, está atravesando una crisis de desprestigio terrible pero, en buena parte, merecida por motivos que todos conocemos y lamentamos. Esto, por supuesto, no significa que no existan muchísimos agentes decentes, eficientes, comprometidos y honorables, pero… ¿cuánto puedes resistir limpio en un empleo mal pagado y arriesgado, mientras sufres el descrédito ciudadano por las torpezas, salvajadas y corruptelas de algunos de los miembros y dirigentes de tu institución? ¿Cuánto temple hay que tener para sobrellevar la desazón cotidiana, la falta de apoyo y de ejemplo?

            Todos sabemos la respuesta.


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1 comentario

  1. Patricia Garrido

    Dante, Gracias por este explícito artículo, es muy gráfico y aunque lo sabemos, es difícil no indignarse. Que hacer como ciudadanos??, salir a protestar??

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