Rosalind Franklin, 70 años después


Un artículo de Nature falla al revalorizar las contribuciones de la científica


Lo más alto de mi librero está coronado por la ilustración de una mujer adornada con figuras de ADN. Quienes la reconocen, y hasta se sienten identificados con ella, saben el rol que tuvo para describir “la molécula de la vida” y quienes no, se sorprenden al nunca haber escuchado sus contribuciones científicas. La imagen, historia y relevancia de esta mujer han traspasado los límites de la historia de la ciencia hasta convertir a Rosalind Franklin en un personaje de culto que personifica las barreras de género que las científicas experimentan en la academia.

La historia de Franklin se acompaña de los personajes con los que compartió el descubrimiento y caracterización del ADN. Watson, Crick y Wilkins fueron los tres científicos premiados con el Nobel por la caracterización del ADN, una molécula fundamental para la vida. Wilkins suele pasar desapercibido en los libros de texto, a diferencia de Watson y Crick, reconocidos como una de las duplas científicas más importantes de la historia. Las declaraciones, narraciones y omisiones de estos tres científicos hicieron que el nombre de Franklin pasara desapercibido durante las décadas siguientes a la descripción de la molécula del ADN. Sin embargo, décadas de reivindicación histórica y científica han logrado reconocer los resultados de su investigación y convertirla en un modelo a seguir en la ciencia.

Era claro que la figura de Franklin iba a ser una parte central de las celebraciones por los 70años de la publicación de los artículos que describían a la molécula del ADN. Desde hace décadas se reconoce la contribución de la científica en la producción de la Imagen 51, donde los ojos de los expertos fueron capaces de identificar que la molécula del ADN tenía forma de hélice doble. También son conocidos los relatos de Watson, que situaban a la Imagen 51 como el momento eureka que confirmaba la forma final del ADN y que describían a Franklin como la científica que había producido la imagen, pero que había ignorado su importancia.

Lo que ha resultado inesperado en esta celebración ha sido una nota publicada como comentario por la revista Nature, que prometía nueva evidencia para dejar de victimizar a Franklin. Los autores Matthew Cobb y Nathaniel Comfort presentaron dos documentos históricos —hasta ahora desconocidos— que, desde su perspectiva, demostraban que Franklin conocía que Watson y Crick habían usado su imagen para describir la molécula del ADN y que nunca había cuestionado cómo estos investigadores habían llegado a esta conclusión. Con el comentario, Cobb y Comfort ven la contribución de Franklin como igual a la de Watson y Crick, y no la ven como una víctima a la cual se le robó la fotografía, y menos aún que habría pasado por alto la molécula de ADN en su propia data.

Los documentos presentados por los investigadores en el comentario en Nature y en un hilo de Twitter corresponden a una carta y al borrador de un artículo nunca publicado por la revista Time. La primera fuente no corresponde a una carta de Franklin, sino a la remitida por un colega a Crick, donde se le informa sobre un seminario que dará Franklin y su estudiante sobre sus avances en la molécula de ADN. En la carta se indica que Max Perutz, supervisor de Crick, ya conoce sobre estos avances, por lo que Crick podría omitir ir a la charla. Según Cobb y Comfort, esto demuestra que Franklin habría asumido que Perutz ya le había informado a Crick sobre sus avances. Para los autores de la nota de Nature, esta sería la prueba de que Franklin había compartido abiertamente sus resultados con la comunidad científica, de la que Watson y Crick formaban, y que sus resultados no fueron robados. En la segunda evidencia —el borrador de una nota a ser publicada en la revista Time—la periodista Joan Bruce describía a la publicación de la molécula del ADN como el resultado del trabajo de dos equipos: el formado por Wilkins y Franklin, quienes desarrollaron la evidencia experimental, y el de Watson y Crick, quienes se enfocaron en la teoría y describieron el modelo. El borrador fue revisado por la propia Franklin, quien aconsejó correcciones por contener errores científicos. Es con esta evidencia que Cobb y Comfort argumentan que Franklin sabía que Watson y Crick habían usado su imagen del ADN. Cobb y Comfort especulan que de haberse publicado esta nota en un medio con tanta llegada como Time, el mundo habría reconocido a los cuatro investigadores por igual.

Con esta evidencia, Cobb y Comfort argumentan que Franklin no fue una víctima, sino que su interés reposaba en otros resultados de su investigación. Ellos explican su “actitud relajada” porque entonces la molécula del ADN no era vista como “el secreto de la vida”, como luego sería conocida por su importancia en la biología molecular. Además, mencionan una relación amical entre Franklin y Crick posterior al descubrimiento, lo que, según ellos, demuestra que ella se vio reconocida por sus pares, a pesar de que este reconocimiento no fue siempre público, especialmente en la autoría del artículo original que describía el ADN. Según Cobb y Comfort, describirla como una víctima nos distrae de sus contribuciones como científica, y en especial de las que llevaron al descubrimiento del ADN.

De esta manera, el comentario publicado en Nature intenta reescribir el rol de Franklin como colaboradora en la descripción del ADN. Sin embargo, esto no es ninguna novedad, porque desde hace décadas Franklin ya se ha reconocido así en los libros de historia y en la conciencia colectiva, que la ha llevado a ser imagen de monedas y parte de numerosas publicaciones sobre el rol de las mujeres en la ciencia. Pienso que el artículo hace bien en demostrar la agencia de Franklin en las discusiones científicas de la época, e incluso en la comunicación del descubrimiento, mediante sus correcciones al artículo nunca publicado en la revista Time que la nombraba junto a Watson, Crick y Wilkins. Aunque Cobb y Comfort mencionan que los relatos de Watson ayudaron a construir la imagen de una Franklin lo suficientemente inexperta como para dejar pasar una foto tan decisiva, también son muy laxos al interpretar el desinterés de Franklin por la fotografía 51, o por la molécula de ADN del todo, como el motivo por el cual fue ignorada como colaboradora, y no como una acción propia de Watson y Crick, y eventualmente Wilkins, quienes finalmente se harían con el Nobel y el reconocimiento. El artículo, me parece, no logra reescribir la historia de Franklin, sino la de Watson y Crick. Como dije anteriormente, Franklin ya es reconocida hoy en día como colaboradora clave en el descubrimiento del ADN. Sin embargo, el desinterés descrito y argumentado por Cobb y Comfort sí puede leerse como la razón por la cual Franklin fue ignorada, en lugar de poner el énfasis en quienes la ignoraron en un primer momento. Como otros historiadores han mencionado en diversos artículos que responden al artículo de Cobb y Comfort, la reivindicación de Franklin no la hace víctima, incluso cuando se llega a convertirla en un mito. Por el contrario, nos demuestra que con poco esfuerzo las mujeres pueden ser borradas de su propia historia a pesar de la evidencia conocida.


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