Romper la república


Algunas ideas a propósito de la corriente separatista del sur


En una reunión de organizaciones sociales ocurrida el último Día de los Inocentes en Arequipa se ratificó entre distintos líderes la intención de proseguir con las movilizaciones que, en efecto, desde el miércoles pasado nos tienen a todos expectantes. 

El paquete de demandas —que no se esgrimen solo en el sur, sino en distintas regiones, incluida Lima— no es siempre el mismo, y presenta algunas viables y otras no tanto sin generar fracturas constitucionales: adelanto de elecciones para este año, renuncia de Dina Boluarte, cierre del Congreso, asamblea constituyente, cumplimiento de diversas promesas (muchas de ellas electoreras y populistas), castigo para los culpables de los crímenes contra los manifestantes de diciembre, e, incluso, la liberación y eventual restitución de Pedro Castillo. Sin embargo, también volvió a ponerse sobre la mesa la idea de promover una secesión del sur del resto del país. Por ejemplo Félix Suasaca, presidente del Frente de Defensa Unificado Contra la Contaminación de la Cuenca Coata y el Lago Titicaca, dijo que “este será un paro indefinido y, de no ser atendidos o de no recibir una respuesta del nivel central, empezaremos a trabajar la parte legal para separar a la macrorregión sur del Perú”. En buena cuenta, una amenaza. Asimismo, en dicha cita se estableció una comisión coordinadora con representantes de Puno, Cusco, Apurímac, Madre de Dios, Ayacucho y Arequipa. Por alguna razón que se me escapa en esta propuesta no estuvieron incluidos Ica ni Huancavelica y, lo que resulta geográficamente más raro, Moquegua y Tacna. Dependiendo de quién sea el enunciador de este propósito, se podría incluir en este nuevo e hipotético país a Junín, Pasco y Ucayali, con lo que ya no hablaríamos solo de la zona sur sino de la mitad del país. Suasaca asegura que la aspiración ha sido consensuada para crear la República Independiente del Sur (o República Peruana del Sur, el nombre está en veremos).

Los separatistas sureños tienen al menos dos puntos que resultan paradójicos y, sin embargo, complementarios: poseen inmensas riquezas explotables mientras, histórica y sistemáticamente, han sido relegados por el poder central. A esto habría que sumar un tercer y controversial asunto: algunos —muchos, pocos, aún no queda claro— consideran que tienen el derecho de emanciparse del resto del país.

La escisión no es una idea nueva, sino que tiene sus orígenes incluso durante la Colonia, potenciada durante la estela de la revolución de Túpac Amaru y, luego, tras la creación de las Provincias Unidas del Río de la Plata en 1810. Bolívar anhelaba separar el país en dos, lo que intentaron llevar a cabo sus seguidores tras su partida, dando origen a la guerra civil de 1834 y al desmadre de la Confederación Perú-Bolviana. Así, entre 1836 y 1839 existió, en efecto, el Estado Sudperuano. Posteriormente, y más allá de las bromas sobre la “independencia” de Arequipa, quizá los intentos más persistentes de autonomía se gestaron en Puno, llegando a procurarse una efímera “república aimara tawantinsuyana” hace cien años. 

El asunto, que permaneció latente, volvió a tratarse desde fines del siglo pasado, cada vez con más recurrencia. Y aquí volvemos al asunto de lo que el sur ha ofrecido siempre versus lo que recibió: en resumen, ni el crecimiento macroeconómico que vivimos desde los noventa alcanzó para reforzar la presencia del Estado, sobre todo en las zonas altoandinas y altiplánicas. Aquellos que están por la secesión argumentan que son los proveedores de una riqueza que solo conocen de salida, y que ya basta, pues contarían, además de poderosos lazos culturales, con autosuficiencia económica, a saber, y entre otros: Ayacucho y Madre de Dios tienen oro; Tacna, Apurímac y Moquegua cobre; Arequipa los dos minerales y poderosos atractivos turísticos, lo mismo que Cusco (que cuenta también con plata y el gas de Camisea). En Puno, además del Titicaca, hay cobre y oro, pero también yacimientos de litio y estaño. Ucayali posee petróleo y gas, en Huancavelica está la hidroeléctrica del Mantaro.

Entonces, ¿es posible siquiera considerar la independencia y creación de un nuevo país? Pues no y sí. 

Por qué no: sobre todo porque es inconstitucional. El artículo 325 del Código Penal, referido a traición a la patria, señala que aquel intente “hacer independiente una parte de la misma será reprimido con pena privativa de la libertad no menor de 15 años”. Esto significa que la sola idea de proponerlo y plantear, por ejemplo, un referéndum, podría llevar a los propagandistas a prisión. (Por eso los separatistas suelen estar a favor de una nueva Constitución). De hecho, ahora mismo el Ministerio Público estaría investigando a Felipe Domínguez, un fogueado sindicalista que preside el Frente de Defensa de Intereses del Cono Norte de Arequipa que es, también, vocero del Movimiento Independentista República del Sur. 

Así las cosas, la única opción que queda es la guerra civil. El derramamiento de sangre. Por el momento es poco probable que se llegue a una situación tan extrema y lamentable.

El por qué sí podría al menos pensarse en dicha opción es más bien subjetivo, moral. No es legal, de acuerdo, pero ¿tampoco es legítimo? Domínguez dice en las entrevistas (donde suele poner por ejemplo la separación de Ucrania de Rusia, mala estrategia) que —suponiendo el apoyo de todos sus paisanos— se trataría de la voluntad de casi diez millones de personas, la tercera parte del Perú como lo conocemos; que poseen los recursos; que tienen derecho a elegir.

Sinceramente creo que la imbecilidad extractivista y abusiva con la que han sido tratadas ciertas zonas del sur a lo largo de la historia no justifica un propósito secesionista, ni lo articula: a la hora de los loros habría que ver, por ejemplo, si la republicana Arequipa querría emanciparse junto a la vasta nación aimara. Además, como se le suele objetar a los separatistas catalanes, ¿qué pasa con aquellos que no escogiesen ese camino? ¿Qué ocurriría si, por decir, Moquegua también pretendiera ser un país solito? ¿Por qué ellos no podrían?

No me queda absolutamente claro si resulta o no legítima esta propuesta. Si tiene sentido. Si más allá de los recursos minerales y turísticos existen los suficientes elementos que cohesionen un nuevo país, o se trata solo de bronca acumulada por tantas injusticias. Lo que sí sé es que es un buen tema de debate, y que sin duda lo será en los próximos meses. 


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2 comentarios

  1. Lucho Amaya

    De darse, ¿Sería un país mejor? ¿Sus ciudadanos vivirían mejor?
    La experiencia dice que no.
    ¿Por qué!
    Porque, como ejemplo didáctico totalmente visible: La corrupción de los gobernadores de Puno, Arequipa, Tacna, Madre de Dios es cuantiosa en este siglo. Con las excepciones del caso, todos sus gobernadores están enjuiciados por corrupción, y de izquierda la mayoría de ellos.
    Y no se han visto grandes marchas ni grandes protestas contra ellos.
    ¿Puede haber desarrollo con corrupción?
    Saludos

  2. Javier Paredes Vargas

    Se sigue creyendo que un país es rico por sus recursos naturales, la historia nos demuestra que no es así, la riqueza está en el capital humano, sin este o con un desarrollo incipiente en termino de conocimiento y habilidades es imposible salir adelante. El líder aimara Suasaca cuestionó en algún momento las gestiones regionales pasadas teñidas de corrupción incluyendo a Aduviri? en Arequipa el dirigente Dominguez fustigó la gestión de Osorio ó de Cáceres LLica corrupto hasta el tuétano, fueron estas figuras las que denunciaron la corrupción en sus respectivas regiones, o suscribieron el pacto infame de callar o hablar a media voz?…creo que es una iniciativa que quieren que prenda dada la actual coyuntura política signada por el caos y el desorden, a río revuelto ganancia de pescadores, ojo, ojito se vienen unas elecciones.

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