Retorno a clases: la tarea pendiente


Ante la evidencia cambiante, la flexibilidad es obligatoria


Si tuvieran acceso al borrador de este artículo, verían que no está escrito ni con lapicero ni con lápiz: está escrito con pluma fuente. Lo que mis amigos de la universidad consideran una excentricidad, es un código que comparto con mis amigas del colegio, donde el vulgar lapicero estaba prohibido. También estaba vetado llevar la falda más de cinco centímetros por encima de la rodilla, no traer a diario la agenda firmada, usar maquillaje y un sinfín de normas que regían en todas por igual. En mis memorias, el colegio es el antónimo de la palabra flexibilidad.

            Son estas rigideces que caracterizan a los colegios las que dificultan una vuelta a clases en plena pandemia. 

            El Perú es uno de los pocos países sin un retorno universal a las aulas. Este año, algunos colegios en zonas rurales y urbanas fuera de la capital iniciaron un retorno progresivo y con el avance en la vacunación el actual gobierno espera el retorno de forma total para el 2022.

            El regreso a las escuelas es algo que sucederá a corto o largo plazo, de forma parcial o total, en zonas urbanas y rurales. Sin embargo, a este debate no deberíamos aproximarnos desde los rígidos extremos, sino desde la flexibilidad que se requiere para surcar la pandemia. 

            Al ser esta una columna de ciencia podríamos esperar un listado de publicaciones científicas a favor y en contra de volver a clases en estos momentos. Sin embargo, la evidencia científica no debería limitarse a responder la pregunta de “volver o no a clases”; por el contrario, debería considerarse que la vuelta a clases se dará cada día que los niños vuelvan al colegio. 

            Como lo he mencionado anteriormente, muchas de nuestras preguntas nacionales no encuentran respuestas exactas en la evidencia internacional. En el caso de nuestros colegios, las preguntas son aún más complejas puesto que cada uno de ellos es un continente y cada escolar un país en sí mismo. Pensar en un retorno presencial a clases exitoso requiere más que un plan nacional, implica una constante revisión a nivel de cada institución educativa y de cada familia.

            El avance de la pandemia produce situaciones cambiantes. La variante alfa no es igual que la delta, esta última, al ser más contagiosa, produce nuevos riesgos y nueva evidencia que debe considerarse. El avance de la vacunación también trae consigo cierto espíritu de alivio, pero también deberíamos adelantarnos a cómo responderán los colegios ante docentes que escojan no vacunarse. La situación en los colegios también podría ser cambiable. No dudo que la primera semana de clases los protocolos serán de foto, pero, con el avance de los días, los colegios no deben relajarse en sus medidas de seguridad. 

            Los escolares, docentes y trabajadores de los colegios deberán considerar cuál es su situación de riesgo particular en cada semana –o día– de volver a clases. No podemos empezar este retorno solo con la evidencia de otros países, ni de meses anteriores. Esta debe encontrarse con la evidencia –y el sentido común– de las situaciones que se desarrollarán día a día en los colegios. Para esto, las instituciones educativas deberán alejarse de la rigidez del pasado y centrarse en la flexibilidad que los ayudará a surcar la pandemia. 

            Pongamos una vivencia que todos hemos experimentado alguna vez en nuestras aulas: el debate de abrir las ventanas. En mi salón, esta era la eterna discusión. Las que se sentaban cerca de la ventana atendían a las clases en estado de congelación. Pero en el caso contrario, las alérgicas se pasaban la clase estornudando por falta de ventilación. Aunque este debate nos parezca infantil, será uno de los pilares fundamentales para el retorno a clases: priorizar la ventilación. 

            Junto con abrir las ventanas, el uso de mascarillas, la vacunación, el lavado de manos constante y la rápida acción ante casos positivos deben ser acciones no negociables de la vuelta a clases. La población general debe comprender estos detalles de forma muy sencilla y aplicarlos constantemente. La revisión de artículos científicos, reportes realizados por organismos internacionales y nacionales y las opiniones de los expertos son necesarios para tener una vuelta a clases planificada, pero como primera acción debemos tener una población activa que abogue por instaurar y respetar las acciones más sencillas y efectivas. 

            Es virtualmente imposible que las autoridades revisen cada uno de los colegios para comprobar el cumplimiento de los protocolos mínimos. Serán en muchos casos los alumnos, profesores y padres de familia los que aboguen por estos no negociables. ¿Falta jabón en el baño? Se debe reponer. ¿Alguien se olvidó la mascarilla? Se deben tener adicionales. ¿Podemos modificar el horario de clases? Habrá que hablarlo. ¿Algún docente en riesgo prefiere no volver a clases? Se deben dar las facilidades. ¿Alguien comentó en el recreo que en su casa hay un paciente de COVID, pero sigue viniendo al colegio? Se debe tener un protocolo para estos casos. 

            Toda esta flexibilidad requerirá de soluciones nuevas, no de las rígidas normas del pasado. De la misma forma, el debate actual sobre la vuelta a clases debe alejarse de los extremos para encontrarse en las soluciones. Si queremos un retorno exitoso no debemos obviar las preguntas más incisivas, puesto que estas nos prepararán para los peores escenarios. Del otro lado del debate, también se nos anima a cuestionarnos cómo hemos preferido la apertura de casi todo el resto de ambientes menos los colegios y qué lugar tienen los menores en nuestra sociedad. Antes de empezar las clases ya tenemos tareas pendientes y la principal es tener una población que responda de forma activa y personal a los retos de la pandemia. 

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