Osito Lima y la nueva caridad


¿Han trastocado la posmodernidad, el neoliberalismo y las redes el significado de la caridad?


La primera clarinada llegó hace meses con un comentario al vuelo de mi hija M.

            —A la… Osito Lima tiene un millón de seguidores en TikTok.

            —¿Quién es Osito Lima? —pregunté, untándole palta a mi pan.

            Para quien no lo conozca, Osito Lima es un joven con cabeza de oso de peluche que graba sus encuentros con gente necesitada en las calles de la capital peruana.

            Es usual verlo dirigirse a personas mayores que venden artículos de forma ambulatoria. Mientras se aproxima a ellos con tono enternecido, una música melancólica acompaña su abordaje: “¿Cuánto ganas en un día, mi amor? (La señora responde que poco) ¿No ganas mucho, mi vida? Acá tengo algo para ti, mi amor. Para que hoy día vayas a descansar a tu casa. (Un billete de 50 soles se muestra en pantalla y cambia de manos) ¡Eres fuerte, eres importante, eres maravillosa! Vete a descansar, preciosa”.

            La siguiente clarinada llegó cuando me topé con un video en el que un representante de Papas Queen, un negocio de comida rápida, abordaba de forma parecida a un anciano sentado en un escalón: las mismas palabras dulzonas, una caja de comida cambiando de manos y, al final, el logotipo del restaurante. Después fue el Ministerio de Salud, que invitaba a Osito Lima a dar recomendaciones contra el COVID-19; luego la Municipalidad de San Borja usándolo para dar un mensaje optimista y, hace poco, la asociación de AFP recurriendo a un tipo con una cabeza de oso para interpelar a la ciudadanía sobre el futuro de sus pensiones.

            ¿En qué momento esta dudosa manera de alcanzar notoriedad se instaló como normalidad? 

            Donarle a un prójimo necesitado es tan antiguo como la humanidad, y es plausible. Pero, como ocurre a menudo con las interacciones sociales, son las formas lo que suele ser criticable. 

            Sigamos analizando.

            Regalar algo a cambio de visibilidad mediática tampoco es novedad: Augusto Ferrando lo hizo en Trampolín a la fama hace 50 años en el Perú, y se convirtió en el amo del rating. Los mayores recordarán que al programa de Ferrando acudían personas pobres a quienes el enorme conductor exponía bajo los reflectores. Luego de ponerles apodos, hacerles alguna broma por su aspecto o su forma de hablar, y de recibir las carcajadas de los presentes, Ferrando les entregaba dinero o un artefacto ente aplausos, con la emoción cómplice del premiado.

            Ferrando, pues, era una aparición estelar que, a cambio de paliar en algo la necesidad de los participantes, les exigía ser parte de su circo: nótese que, al menos, su auditorio asistía voluntariamente. 

            La aproximación de Osito Lima y sus imitadores se hace con otro tono: no es desde la burla y la algarabía, como Ferrando, sino desde una supuesta ternura que no pediría nada a cambio. Es en el tono donde radica la trampa en la que caerían sus admiradores, pues este afectivo tono calculado es un lubricante para introducirnos algo espeluznante: voy a emboscar a gente que no me ha llamado para entregarle un dinero que, dada su situación, no me puede rechazar. La emboscada, la voz dulce ensayada, la música manipuladora, el dinero como pretexto, decirle “te quiero” a alguien que no conoces: lo postizo para alcanzar notoriedad.

            Si con los años Ferrando encontró una mayoría de detractores, ¿encontrará Osito Lima los suyos?

            A ambos los emparenta la asimetría: se colocan en un peldaño por encima del necesitado para convertirse en los salvadores providenciales de su día. Te doy dinero, pero antes promociono tu miseria. Te doy, pero te degrado. 

            Hace unos meses me quejé en Twitter del método de Osito Lima y recibí respuestas como estas:

            “Más vale filmar y al menos dar ejemplo, que no hacer nada y criticar desde Twitter”.

            “Es preferible ANUNCIARLO para que se vuelva un tipo challenge y más gente lo haga”.

            No sé si estoy viejo, o si toda mi vida crecí equivocado, pero siempre he pensado que la caridad significaba otra cosa: ayudar a tu prójimo, pero respetando su integridad.

            ¿Será Osito Lima otra consecuencia de estas décadas en las que se instigó a que compitiéramos individualmente sin detenernos a pensar en la dignidad de los demás?

            “Ayuda, sin importar cómo”: ¿en qué se diferencia esto del “roba, pero hace obra” con que soportamos a los políticos?

            ¿Se puede repudiar a Richard Swing por entregar dinero en la calle y a los políticos que regalan tápers en vecindarios pobres, pero no a Osito Lima? 

            Los electores urgidos que son visitados por los políticos tienen, al menos, la potestad de otorgar un voto a cambio de la dádiva: la suya es una transacción, un ida y vuelta que, incluso, pueden traicionar en las urnas.

            Los ambulantes abordados por el enmascarado cursi, en cambio, reciben el billete a cambio de colgar su rostro sufrido para la posteridad en las redes. Los cínicos dirán, ¿es que acaso les importará? 

            Mientras tanto, el joven con cabeza de oso se acerca a los siete millones de seguidores en TikTok. Todo un botín para la monetización. 

            Ferrando, de estar vivo, le guiñaría el ojo: resultaste más pendejo que yo, sobrino.

14 comentarios

    • Martasonia López

      …consecuencia de la deteriorada educación. De los politicos que pasaron y solo tomaron la alcancía del Estado en todos los gobiernos.

    • Germán Tejada

      Excelente Gustavo. Me pregunto esto: si el damnificado recibe el dinero y le pide a Osito q no publique el vídeo, ¿Crees q el cabezepeluche le quite el dinero o le ponga, al menos, mala cara?

      ¿Les pedirá su permiso para postear el vídeo?

  1. Manuel Ampuero

    Lúcido y brillante artículo, creo que mucha gente piensa lo mismo, pero no lo comparte por el cargamontón que le harían por ir en contra de la «nueva caridad». Un gusto leerte Gustavo.

    • gr

      Muchas gracias, Manuel. Un placer escribir para lectores como tú.

  2. Victor Huertas

    La caridad anunciada lo veo como una forma de paliar la necesidad de redención social y ganancia, que de algún modo, puede volverse monetaria. Hacer algo para ganar algo, está escrito en las religiones y la política. Hagamos algo por que entendemos que el otro lo necesita, que le ayudará a ser mejor persona y por ende multiplica para un mundo mejor.

  3. zeta

    Qué vergüenza ser millennial y recién enterarme quién era Osito Lima

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