Lima, no tan horrible


A propósito de un reciente libro editado por su municipalidad


Es usual que Lima ocupe los estantes de las librerías explicada en guías turísticas, diseccionada en ensayos sociales y presentada como escenario en novelas o cuentos. Y en las últimas décadas también ha sido usual que el cemento prevalezca como sinónimo limeño de gestión municipal y que las iniciativas culturales hayan quedado disminuidas. 

Por ambas razones, llama la atención un libro que la Municipalidad de Lima lanzó la semana pasada a través de su fondo editorial: Lima es un estado mental. La ciudad transitada por sus narradores.
Tuve la fortuna de participar en él junto a otros ocho narradores también nacidos en Lima: Fernando Ampuero, María José Caro, Alonso Cueto, Yeniva Fernández, Jeremías Gamboa, Enmanuel Grau y Martín Roldán. El encargado de la edición, José Carlos Yrigoyen, nos convocó para que escribiéramos especialmente un texto sobre nuestra relación con esta ciudad inabarcable y, siendo esta capital un organismo vivo con diez millones de percepciones, es claro que el resultado obtenido de nueve de sus representantes bien puede ser una nulidad estadística —aunque el arte no deba medirse con tales parámetros— pero sí puede ser un testimonio generacional ligado a determinada geografía urbana, esperándose, obviamente, que muy pronto otros narradores sean convocados para expandir la visión de este proyecto.

Pero más que ahondar sobre el contenido del libro, que, finalmente, según me cuentan los responsables, puede ser encontrado en las más conocidas librerías de Lima, me gustaría sobrevolar la presentación que se efectuó para su lanzamiento y en la cual estuvimos presentes seis de los convocados. 
Moderados por el escritor y periodista cultural Enrique Planas, y puestos a compartir vivencias y a elucubrar teorías, la librería elegida tuvo aires de tertulia durante casi dos horas, con un público muy atento a pesar del tiempo transcurrido, lo cual da una idea de cuánta falta nos puede estar haciendo este tipo de encuentros en la ciudad.
De aquella reunión me quedé con algunas ideas que me provoca compartir a raíz de ciertas preguntas que emergieron.


¿Se puede amar una ciudad que te acuna y también te agrede?
La respuesta es problemática porque imaginar a Lima como una persona implicaría una relación, a priori, tóxica.
Tal como ocurre con los seres de carne y hueso, enamorarse de una ciudad es fácil: es recién con la convivencia diaria cuando se desdibuja la primera impresión y se empieza a forjar el amor como compromiso. Amar a Lima es emocionarse con su mar, su mestizaje impresionante y su involuntario humor, y sopesarlos diariamente contra su desorden, desigualdad, informalidad e individualismo. En el caso de quienes se han alejado físicamente de Lima, ¿se puede preferir la virtud percibida como ajena al defecto que asumimos como propio? Como lo recordó Alonso Cueto en la presentación, hasta Salazar Bondy —quien masificara la noción de una Lima horrible con el título de su célebre ensayo—, regresó a vivir a esta ciudad de contrastes porque la extrañaba.
¿Es Lima una ciudad literaria?
Es difícil asumir a Lima como tal si se la compara con capitales como Dublín o París. A pesar de la alta calidad de las y los poetas y narradores que han producido su obra en Lima, es difícil asumir como literaria a una ciudad donde se lee poco en comparación, y en la que las librerías y bibliotecas no son parte de la cotidianidad de sus habitantes. Sin embargo, eso no impide que la capital peruana sea una gema como escenario literario, si consideramos que sin conflicto no existiría la literatura: ciudad pródiga en contrastes, injusticias, desigualdades y prejuicios cruzados, impregnada de sabores, bañada por un mar frío y nutricio, y compendio cultural de todas las regiones del Perú, Lima es multifacética como pocas ciudades. 

¿Tiene Lima un color literario?
Alonso también recordaba que para Leonardo Padura el color de La Habana es el azul, y que para el gran narrador cubano toda ciudad tiene un color que la identifica.
En cuanto a Lima, desde antes de la famosa descripción de Melville en Moby Dick, no hay duda en cuanto al blanco agrisado de nuestro cielo, reflejado en nuestro mar y atomizado en la neblina de nuestros cerros la mayor parte del año.
Un lienzo neutro que, si bien puede ser ominoso para el visitante, también es el fondo ideal para que los colores de nuestras pasiones resalten con fulgor.

2 comentarios

  1. Elmer

    ¿No eras de Trujillo, Gustavo? «Tuve la fortuna de participar en él junto a otros ocho narradores también nacidos en Lima…»

    • Gustavo Rodríguez

      Hola, Elmer.
      No, nací en Lima. Viví en Trujillo entre los 4 y los 16 años, de ahí la confusión.
      Una abrazo.

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