La regla de no preguntar por la regla


Posibles cambios en la menstruación que no se estudiaron con las vacunas


A Camila no le había venido. A Sandra un poco más de lo normal. A Mariela, al contrario, un poco menos. Y a Estefanía, a quien no le venía desde hacía años, le vino un poco de sangrado. Todas contaban lo irregular que había sido su menstruación después de recibir la vacuna para el coronavirus. Leer sus experiencias me obligó a hacer un poco de memoria, pero no llegué a ninguna conclusión. 

Yo no soy la única a la que no se le pasó por la cabeza monitorear algún cambio en la regla después de recibir la vacuna. Hasta cierto punto, también se “le pasó” a quienes diseñaron los estudios clínicos para las vacunas del coronavirus. De todas.  El motivo no es un simple descuido y esto se explica por cómo y quién hace la ciencia.

Angela Saini, la autora de Inferior, Cómo la ciencia entendió a las mujeres mal y las nuevas investigaciones que están cambiando la historia, detalla que actualmente los investigadores se dan cuenta de cómo la tendencia de centrarse únicamente en el sexo masculino en los estudios clínicos podría haber impactado en la salud de las mujeres. Esta tendencia empezó a cambiar en los 90. Hasta entonces, la mayoría de los estudios clínicos solo incluía a personas de sexo masculino[1]. Las razones fluctúan entre las válidas y las cuestionables.


Por un lado, al diseñar el experimento se evita suministrar un medicamento en investigación a mujeres embarazadas, o que podrían estarlo. En ciertos casos, este potencial riesgo deja afuera a todas las mujeres en rango de edad fértil. Sin embargo, la participación de mujeres embarazadas en estudios clínicos es posible cuando la participación se basa en la comunicación del riesgo, la confianza y el apoyo necesario para participar en ellos. La vacuna para el coronavirus es un ejemplo de este caso. En un inicio, siguiendo la tradición de excluir mujeres embarazadas en los estudios clínicos, no se consideró activamente la participación de estas. Sin embargo, durante los estudios hubo mujeres que sí quedaron embarazadas, y posteriormente, al conocer el riesgo que presenta el coronavirus para las mujeres gestantes, muchas decidieron participar en los estudios. Gracias a esto conocemos que la vacuna no presenta un riesgo para mujeres embarazadas, todo lo contrario, ayuda a disminuir el riesgo en caso se contagien con el virus.

La práctica de excluir a las mujeres de los estudios clínicos también tiene un fondo social y económico. Por muchos años, los investigadores asumieron que lo que funciona para el sexo masculino se podía extrapolar para el femenino. La evidencia muestra lo contrario. Las mujeres no somos “minihombres” resultantes de una costilla. Para determinados medicamentos nuestros cuerpos reaccionan de forma diferente, ya sea por cambios hormonales o por otros componentes genéticos. Pero tampoco nos pasemos y empecemos a decir que los hombres son de Venus y las mujeres,  de Marte. Una cosa es explicar cómo un medicamento podría interactuar de manera distinta en la mitad de la población, y otra es adjudicar ideas sociales a la genética. Y, por último, la idea de ver a la población homogenizada a imagen de los hombres también tiene un componente económico: es más barato estudiar a un mismo grupo y luego extrapolar los resultados que considerar diferentes grupos y variables.

Entender cómo se han diseñado históricamente los estudios clínicos nos ayuda a entender la importancia de un componente de género en la ciencia. Y no solo de números. De hecho, los estudios para desarrollar las vacunas del coronavirus sí fueron representativos: aproximadamente la mitad de los participantes fueron mujeres. Sin embargo, estos no fueron capaces de capturar los cambios en la menstruación que se están viendo ahora que la vacuna se ha distribuido masivamente. 

Una posible explicación podría estar en cómo se formulan las preguntas dentro de los estudios clínicos. Todos los voluntarios se comprometen a monitorear la aparición de síntomas o efectos secundarios tras la vacunación. Los estudios de las vacunas de coronavirus sí han sido capaces de encontrar efectos adversos durante los ensayos clínicos. Y, posiblemente, también hubieran identificado cambios drásticos en los periodos de las participantes. Sin embargo, queda la duda de si las mujeres que participaron en el estudio hubieran incluido estos cambios temporales en la menstruación como “efectos adversos”. Tal vez estos no serían asociados como adversos, o tal vez sea porque nadie preguntó directamente si habían visto un cambio en el periodo. O tal vez sea porque estamos tan poco acostumbrados a hablar y preguntar sobre la regla abiertamente que pasa por desapercibida hasta en el más escrudiñado estudio clínico. 

Proponer, incluso, la pregunta de si la vacuna generó algún cambio en el periodo es complicado. Un cambio respecto a qué, cuál es la cantidad “normal” de sangre que alguien menstrúa, cuánto es el tiempo normal que alguien menstrúa, qué y qué no es una regla estándar. La regla es todo menos una regla, esta es diferente para cada persona. Estandarizar la menstruación es un hecho complicado por la falta de investigación que existe al respecto y por lo poco que hablamos de la regla abiertamente. 

A todas las personas a quienes les viene la regla les ha dado vergüenza hablar de ella en algún momento. Hemos susurrado al oído a alguien si tiene “una ya sabes qué”. Nos hemos amarrado a la cintura una chompa porque se nos manchó la falda del uniforme. O preferimos decir que no vamos a ir porque estamos con Andrés, antes de decir que estamos con unos cólicos que no nos dejan pararnos de la cama. 

Si bien en algunos casos la sociedad nos ha llevado a no hablar de la regla, en otros ha sido todo lo contrario. A la comunidad científica se le escapó monitorear los periodos, pero no a la población informada. Miles de mujeres en redes sociales empezaron a comentar los cambios en sus periodos tras recibir la vacuna. El gran porcentaje de casos solo duraron un par de días, o dos o tres ciclos. Ante esta evidencia, se han iniciado algunos estudios para monitorear estos casos. Como el proyecto Eva, de la Universidad de Granada, que lleva recogiendo 14.000 respuestas a su formulario online. O un estudio en Estados Unidos que lleva reportando 140.000 cambios en la menstruación. Por el momento, los resultados indican que algunas mujeres presentan una alteración temporal tras recibir la vacuna y esta suele resolverse tras dos o tres ciclos. El motivo no se cree que sea hormonal, sino por la relación que se conoce entre el endometrio y nuestro sistema inmune. 

Mientras se realizan los estudios, algunos expertos han respondido con una respuesta automática: “seguro es por estrés”. De solo escuchar esta respuesta hace que se me adelante la regla. ¿Estrés de qué? ¿De ver cómo la pandemia ha afectado desproporcionadamente a las mujeres? ¿De cómo la carga familiar está siendo un peso más en mis amigas? ¿O de saber que los estudios en los que tanto confiamos se olvidaron de preguntarles cómo les había bajado la regla tras la vacuna? El estrés existe. Es real y afecta a las menstruaciones, pero no debe ser la respuesta rápida ya que suena a algo que hemos escuchado antes: “Te lo estás inventando, seguro estás con la regla”.

Mientras los médicos responden que es por estrés o que esto se regula solo, se abre el espacio para las dudas. El otro día, alguien por redes sociales me comentaba que no iba a vacunarse porque había leído que retrasaba el periodo y quería tener hijos. Tranquilamente, la invité a releer el artículo que me enviaba donde no se decía absolutamente nada sobre la infertilidad. Pero es natural pensar que si a los científicos se les olvidó estudiar la regla, también se les habría olvidado estudiar la fertilidad. Pero eso no es cierto, esto sí se ha monitoreado. Desde la teoría y desde la práctica, hay evidencia suficiente para saber que las vacunas no afectan a la fertilidad. Si quieren un resumen de los estudios, pueden entrar aquí.

Así sea por estrés, o aunque se resuelva a los dos o tres periodos, la duda invita a más duda. Personalmente, así la vacuna haya alterado mi ciclo menstrual, yo me la volvería a poner. Y estoy segura de que así piensan muchas más personas. Como lo he dicho antes, el principal problema de los antivacunas es que hacen que censuremos algunas conversaciones, ya que convierten cualquier pregunta honesta y necesaria en miedo y conspiración. Pero sí es necesario dar una respuesta sobre este tema y, sobre ella, planear y plantear soluciones. Por ejemplo, algunas personas necesitarán un día de descanso porque tendrán un periodo más fuerte. También evitaremos sustos a quienes se les retrase el periodo o a quienes ya no lo tenían y se encuentren con un sangrado inesperado. 

La ciencia objetiva y todopoderosa le debe una respuesta a las personas que menstrúan y a las que dejaron de menstruar.


[1] NIH Guidelines on the inclusion of women and minorities as subjects in clinical research (1994) 59 Fed. Reg. 14508-14513

3 comentarios

  1. Magaly

    Aún no me he vacunado y considero más que necesario que estemos informadas acerca de estos cambios, y también que los estudios posteriores nos puedan dar la certeza de que en las mujeres no se produce un efecto adverso mayor.

  2. Lidia

    El gobierno acaba de anunciar que partir de mañana empieza con la edad de 27 años a más, y justo ayer me llegó mi periodo, y tenía esta inquietud. Pude resolver un poco de ello gracias a tu columna, espero el dolor de mi menstruación no se junte con el dolor después de la vacuna.

  3. Evelyn Gonzales

    Vaya, a mi me ha pasado, ya voy 3 periodos en los que voy sangrando mucho mas de lo normal y más días, ya el último me preocupó porque me sentí decaída y enferma cosa que no me pasaba desde que me vino por primera vez a los 11 años (ya tengo 41) me sentí niña otra vez… La ginecóloga me ha mandado sacar ecografías y mamografía para descartar un mioma o menopausia, me falta reunirme con ella para que me «traduzca» los resultados. Si esto se resuelve solo… bueno, a esperar. Ojalá que esto no continúe pues es realmente incómodo sobre todo cuando una ya estaba acostumbrada a usar toallas super delgadas durante 3 dias y ahora uso las toallas de noche también en el día, sangro como fuente durante 5 dias y al 6to recien disminuye…

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