La indecisión Morada


¿Cómo así los Morados pasaron de firmes y decididos a esto?


Hasta hace unos meses, las principales características del Partido Morado eran la indecisión, la tibieza y la contradicción. 

            Por ejemplo, Julio Guzmán podía cambiar de opinión cada 12 horas sin mayor problema. Y en temas trascendentales, su partido y él podían quitarle el poto a la jeringa con la misma facilidad: recordemos su postura sobre la primera devolución de los aportes de las AFP, en abril del 2020: ni con uno ni con otro, ni frío ni caliente. 

            Digo “hasta hace unos meses” porque la actuación de Guzmán y su partido en noviembre del 2020 revirtió esa imagen. La postura de su bancada, firme y solitaria contra la mayoría del Congreso en un momento en donde esa actitud principista parecía costosa, los hizo merecedores de la presidencia días después. La postura del propio Julio Guzmán, clara y unívoca de principio a fin, disipó en mucho su imagen como el hombre que corre.

            Como los héroes de Javier Cercas que, en el momento principal de la historia, deciden traicionar todo su comportamiento anterior y actuar de manera distinta, en los días más difíciles de la democracia peruana el Partido Morado se mostró decidido, firme y coherente. En otras palabras, el Partido Morado dejó de actuar como el Partido Morado.

            Por supuesto, en ese momento uno podía sospechar que lo que veíamos allí era la verdadera cara morada, su última evolución saiyajin: un partido que, al fin, había encontrado la firmeza y la solidez que reclamaba para sí. Un partido de centro institucional.

            Pero han pasado las semanas y vemos que, en realidad, lo que pasó en noviembre fue un hipo, un eructo, una excepción. El Partido Morado sigue siendo ese mismo ente indeciso y contradictorio al que nos habíamos acostumbrado.

            Primero, por su confusa postura acerca del gobierno presidido por Francisco Sagasti. Aunque Sagasti ha sido su fundador, vocero de bancada y candidato a la vicepresidencia, la postura oficial morada ha sido negar que el suyo sea un gobierno morado. Bajo ese argumento confuso y antojadizo, un gobierno morado sería tal solo si fuesen elegidos mediante votación popular. 

            Pero es una idiotez: ¿quién demonios va a entender eso? Para la gente y para cualquier mortal, incluidos perros y gatos, si tu vocero de bancada es el presidente entonces es tu gobierno. No jodas. ¿Se imaginan a Rocío Silva Santisteban de presidenta? Ya. ¿Se imaginan a toda la izquierda diciendo “jaja Rocío es presidenta, pero el gobierno no es de izquierda”? Exacto. 

            Sin embargo —segundo punto—, la prueba más palpable del retorno de la entelequia morada son las decisiones del gobierno de Sagasti frente a la pandemia. 

            Mejor dicho, las indecisiones.

            Hasta mediados de diciembre, con los contagios en su punto más bajo, el principal reto del gobierno de Sagasti era la reforma de la policía. Luego de idas y venidas, el resultado es claro: no han logrado nada. Primera gran contradicción: inicias tu gobierno llevando a las víctimas de la represión policial, y a las semanas los tienes amedrentados de vuelta por la policía y sin ningún resultado concreto.

            Y luego vino la segunda ola de la pandemia, y con ello la indecisión como política pública.

            El Gobierno ha visto frente a sus ojos cómo ha aumentado el número de contagios, y su única medida ha sido mirar cómo empeoran las cosas. Han optado por medidas pequeñas y progresivas mientras el ritmo de contagios es cada vez peor. En la dura decisión de escoger entre la economía y la salud, la decisión del gobierno de Sagasti es no escoger. No decidir. Dejar flotando todo en la incertidumbre.

            ¿Qué más Morado que eso?

            Esa postura genera una sensación que le juega en contra a Sagasti: de que no hay nadie a cargo. Y esto ocasiona, a su vez, una baja en su aprobación. Y como todos —humanos, perros y gatos— entienden que el gobierno de Sagasti está claramente relacionado con el Partido Morado, a ellos también les cae el golpe, aunque quieran marcar distancia (otra prueba más de su indecisión: es mi militante pero no es mi gobierno).

            Ahora, ¿escribo esto porque los morados me caen mal, porque soy comunista, porque comparto frutillada con Verónika Mendoza? Para nada. A mí me parece realmente valioso para el país y para la democracia que el Partido Morado se fortalezca. Son leales con la democracia en un sistema donde la mayoría de partidos solo son leales a los negocios de sus jefes. Tienen la apertura que otros partidos no tienen. No comparto sus posturas económicas, pero su móvil no es el hurto ni el desfalco.

            Es un partido de centro en un país que necesita un centro de verdad. 

            Por eso me molestan sus errores. El Partido Morado debe cambiar su patrón de comportamiento si quieren ser realmente el Partido Morado, y no una mazamorra morada.

3 comentarios

  1. Epifanio Baca

    Buen análisis. Claro y directo, con su estilo

    • MICHEL SEINER

      ok. Pero, objetivamente, ¿no te parece que Guzman se parece demasiado a Alan Harper como para ser presidente? ¿cómo hacemos para que pongan de cara a alguien que no tenga cara de hue..?

  2. Dora Arellano

    Buen comentario Pero mis dudas siguen.Por quien votar en abril?.Hay muchos candidatos,poca calidad.

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