La amistad en los tiempos de cólera


¿Vale la pena seguir siendo amigos cuando la coyuntura nos enfrenta?


Las redes sociales nos permiten mantenernos en contacto con amigos de distintas etapas de nuestra vida. Gracias a Facebook o Instagram —por poner dos ejemplos populares— uno puede saber en qué andan y qué piensan personas a las que, ya sea por distancia geográfica, falta de tiempo o vaya uno a saber por qué, vemos menos de lo que deseamos. Esta posibilidad que nos dan las redes suele traer cosas buenas: nos alegramos por sus triunfos profesionales, vemos crecer a sus hijos, nos saludamos por nuestros cumpleaños, comentamos sus fotos; en fin, hasta un like puesto al paso o un corazoncito cumplen el objetivo de mostrar nuestro interés en que alguien se mantenga en nuestras vidas.

Sin embargo, no todo es color de rosa. Cualquiera que haya vivido un proceso electoral peruano en redes sociales sabe que muchas veces esa suerte de patio virtual de colegio se convierte en un campo de batalla. Distintas posturas ideológicas o preferencias electorales generan apasionados intercambios de mensajes donde abundan los adjetivos, el sarcasmo y la crítica, y esas amistades terminan siendo puestas a prueba. No todas sobreviven ese examen, y es común escuchar de personas que se eliminaron de Facebook o se bloquearon en Twitter debido a la coyuntura electoral, y hasta ahí llegó la relación.

Lo mismo está sucediendo en la difícil coyuntura actual, donde la polarización y crispación alcanzadas son parecidas a las de cualquier segunda vuelta presidencial. En circunstancias así, también es común ver mensajes en las redes llamando a la reflexión, pidiendo que la política no acabe con amistades de años. ¿Debemos dejar de ser amigos cuando la coyuntura nos pone en bandos opuestos? En principio, la invitación suena bien: la amistad debería estar por encima de todo. Pero detengámonos un minuto a reflexionar sobre ello. 

Pelearse por una preferencia electoral o política puede ser tan absurdo como pelearse por cuál equipo de fútbol es mejor o merece campeonar este año. Creo que hay consenso en señalar que sacrificar afectos por algo así es irracional y no vale la pena. La tolerancia y el respeto son valores necesarios en una democracia y también en las relaciones interpersonales. 

Pero también hay que tomar en cuenta que en algunas oportunidades esas preferencias electorales o políticas permiten conocer más cómo piensa y cuáles son las motivaciones de ese amigo. Así, una discusión sobre qué candidato debería ganar una segunda vuelta puede terminar revelando mentalidades profundamente racistas o clasistas. O la posición que se adopta en determinado contexto político, como el actual, podría reflejar un gran desprecio por la vida y por aquellos que piensan distinto. Una publicación política de un amigo en redes, además de mostrar una opinión distinta, podría contener insultos xenófobos o misóginos, o un alarmante nivel de agresividad o violencia verbal.

Frente a ello, creo que sí resulta pertinente detenerse un minuto y pensar si es que vale la pena mantener a esa persona en nuestro círculo de amigos. Las diferencias ya no parecen quedarse en simples preferencias o juicios, sino que estarían reflejando que la base de principios y valores es distinta. Es fácil señalar en abstracto que todos estamos a favor de la justicia, la honestidad, el respeto y la igualdad, pero son los ejemplos concretos los que nos permiten evaluar si eso en verdad es así. Fruto de ello, creo que resulta perfectamente válido decidir prescindir de esa persona en tu entorno que en lo concreto demuestra no estar alineado a esos principios y valores fundamentales.

Hay quienes sostendrán que las amistades son relaciones con una complejidad mayor que la que aquí se plantea. Que los amigos a veces existen y se circunscriben a determinado pasatiempo compartido —la pichanga de los jueves, jugar videojuegos en línea—, se sustentan en la nostalgia de las raíces comunes —el colegio, el barrio—, se sostienen en actividades cotidianas —el trabajo, la universidad—, y un largo y diverso etcétera. Y puede que así sea, y cada uno está en la libertad de valorar y decidir qué elementos tomar en cuenta a la hora de decidir o no continuar con una amistad. 

Sin embargo, creo que plantear las amistades con base en principios y valores compartidos más allá de aspectos circunstanciales revela también la importancia y profundidad que buscamos y deseamos para esas relaciones de vida. Los amigos nos ayudan a crecer, a estar bien, a soportar momentos de dolor o celebrar mejor los momentos de alegría; nos recuerdan las cosas que son importantes, nos aconsejan, nos ayudan ser a mejores. El escritor Julio Ramón Ribeyro escribió en su diario: «Un amigo es alguien que conoce la canción de tu corazón y puede cantarla cuando a ti ya se te ha olvidado la letra. (…) Una persona sin amigos corre el riesgo de no llegar jamás a conocerse”. 

Con ello en mente, creo es perfectamente válido tomar la decisión de acabar con una amistad por las cosas que la otra persona te está revelando sobre ella misma en sus opiniones, tuits y likes. Es parte de hacerse cargo de qué (y a quiénes) queremos en nuestras vidas.


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6 comentarios

  1. Elsa

    Totalmente de acuerdo. Pienso que esos amigos que tienen esas formas de pensar defendiendo a los asesinos, tarde o temprano su forma de pensar te juzgará, o lo que es peor se prestará para que te hagan daño, pensará que violentarte para que cambies de opinión es lo mejor que ara y sera por tu bien, mañana o algún día se lo agradecerás.Como lo hizo Judas y otros tantos sujetos de la historia, quienes traicionaron a sus amigos, este tipo de personas son enfermas.

  2. Juana Pro

    Alberto muy bueno este artículo, gracias.
    Siento muy bien descrito mi proceso de algunos «cortes de amistad»….

  3. Lucho Amaya

    Es válido… y doloroso, pero una vez hecho, ya está.
    En la situación que atravesamos considero que, en relación a mis contactos de Facebook, estoy en el centro: Diálogo y no violencia (para abreviar).
    La verdad, espeluzna lo que llegó a leer en los extremos de ambos lados… Me preguntó si serían capaces de matarse (ahorcarían, fusilarían, etc.), tal como pareciera según sus entradas… Nunca los marco, por supuesto, y, es más, apenas les veo una palabra paso inmediatamente de esas sus entradas… Lo desconcertante (a más) es que ingresan a la par otras entradas de amor a los seres, a los animales, a la naturaleza, religiosas de amor al prójimo ¡!… Y de los dos extremos, como digo.
    ¿Qué explicación tiene eso?
    (a veces solo palabras sin sentido, me digo, para no sentirme tal mal… aunque no sean unos bebés ya los publicantes de ese tipo de entradas)
    Y, debo reconocer, que son más los que yo he eliminado que los que me han eliminado (por estos extremos políticos).
    Saludos.

  4. Lucho Amaya

    Es válido… y doloroso, pero una vez hecho, ya está.
    En la situación que atravesamos considero que, en relación a mis contactos de Facebook, estoy en el centro: Diálogo y no violencia (para abreviar).
    La verdad, espeluzna lo que llego a leer en los extremos de ambos lados… Me pregunto si serían capaces de matarse (ahorcarían, fusilarían, etc.), tal como pareciera según sus entradas… Nunca los marco, por supuesto, y, es más, apenas les veo una palabra paso inmediatamente de esas sus entradas… Lo desconcertante (a más) es que ingresan a la par otras entradas de amor a los seres, a los animales, a la naturaleza, religiosas de amor al prójimo ¡!… Y de los dos extremos, como digo.
    ¿Qué explicación tiene eso?
    (a veces solo palabras sin sentido, me digo, para no sentirme tal mal… aunque no sean unos bebés ya los publicantes de ese tipo de entradas)
    Y, debo reconocer, que son más los que yo he eliminado que los que me han eliminado (por estos extremos políticos).
    Saludos.

  5. Marisol Stiglich

    Totalmente de acuerdo contigo Alberto . Con estos procesos se devela el verdadero sentir de muchos, y la desilusión de comprobar q el interés personal siempre prima sobre el bienestar general y que el respeto al q piensa distinto no existe . Mientras en el Peru sigamos refiriéndonos a “nosotros” y “ellos” no avanzaremos nada

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