Historia de una suertuda  


Ahora que en México se despenalizó el aborto, ¿cómo vamos por acá?


En la casa de Eme casi todo se resuelve con gritos, que es uno de los idiomas más usados de la violencia. Como Eme tiene diez años, se podría inferir que ya está acostumbrada a esa atmósfera, pero ni siquiera ella es consciente de que tiene una parte siempre alerta, erizada como un gato, cual habitante de un pueblo que es bombardeado constantemente.

Los daños que más ruinas le dejarán en la vida, se los ha hecho su propio padre. El hombre lleva violando a Eme desde que ella tenía cinco años, y esa costumbre largamente practicada entre susurros y amenazas ahora ya no puede ser ocultada: la niña tiene signos de estar embarazada.

Gracias a la firmeza de una tía, la madre de Eme ha consentido llevarla al centro de salud más cercano. Allí, la confirmación del embarazo genera sorpresa, pero no demasiada: no es la primera niña que es violada en su entorno y tampoco será la última. Cual animalito que es preñado, una niña en camino de ser madre es considerada como parte del paisaje. Solo así se entiende que al médico a cargo no se le ocurra aplicar la ley que protege a las niñas y adolescentes en ese trance, según la cual un aborto es determinante para preservar la salud y la vida de la gestante. El médico sabe que hay estudios de sobra que reconocen los peligros físicos del embarazo hasta cinco años después de la primera menstruación. Y ya no hablemos de los daños psicológicos. Ante la decisión del médico, Eme ni siquiera se resigna, porque para resignarse habría que tener conciencia de que hay otro camino: ella siempre ha sido el juguete de alguien más, ¿por qué no serlo también del sistema social que ampara la impunidad de su padre?

Por fortuna para Eme, la noticia escapa de su pueblo y se ramifica por las redes sociales. Ahora los ecos de su drama han llegado hasta la capital, donde muchas personas se indignan en los círculos adecuados. Frente a esto, las autoridades pertinentes dan señales de buscar corregir la arbitrariedad cometida en el centro de salud, pero he aquí que también se alzan voces en contra: ¿cómo es posible que el Estado pretenda avalar un aborto y así asesinar la vida inocente que crece en aquel vientre?

En la mente de muchos destellan imágenes de una cabeza y de bracitos que serán acuchillados, la carnicería de un ser humano dentro de otro ser humano; es decir, toda aquella propaganda engañosa que desde hace décadas se ha encargado de mostrar abortos en etapas muy avanzadas y que no son parte de la legislación que busca proteger a Eme. De hecho, pocos parecen querer responder que en el momento en que aquel médico examinó a Eme, el fruto de la violación en su útero era del tamaño de una uva.

En las iras de muchos detractores pareciera darse una feroz defensa por la futura vida de un acumulado de células, que por la vida de una niña ya formada, violada y torturada por su sociedad, a la que una maternidad a los once años no hará otra cosa que terminar por dinamitarle las esperanzas de educarse y huir de la miseria.

Hoy, Eme se enteró de que por fin el Estado ha aceptado proteger su salud y su integridad, y ha otorgado el permiso para que aborte.

El procedimiento se realizará mañana.

Luego, Eme volverá a su entorno pobre, acechada por las injusticias que recaen más sobre las mujeres que sobre los varones. Pero, al menos, no correrá el peligro de morir por la obligación de tener que parir a su propio tío. Ni sufrirá, por ahora, la ignominia de descuidar su formación por dar de lactar y estar pendiente de un crío que le metieron entre embates y ruegos de “no más, por favor”. 

Dentro de todo, y esto es lo más aterrador, Eme será una suertuda entre miles de niñas peruanas que no encontraron el consuelo de un aborto a tiempo.

Porque, desde la comodidad de sus sillones, en este país a muchos les importa más la improbable vida de unas células en formación, que la vida real de una niña pobre.


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1 comentario

  1. Jorge Iván Pérez Silva

    Pobre Eme. Víctima de la animalidad y, luego, de la irracionalidad. Gracias por un artículo tan lúcido y sensibilizador sobre un tema tan delicado.

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