El precio del dólar y el pan con pollo


Globalización, elecciones y otras carambolas cambiarias


Los de la generación de los “ya vacunados” podemos recordar que a fines de los 80 los noticieros de la noche tenían un segmento en el que se reportaba el precio del dólar. La divisa estadounidense subía todos los días y había que estar informado, pues el cambio en su precio servía de referente para los cambios en los precios de diversos productos y servicios. 
Estos meses el dólar viene subiendo. ¿Pero por qué? ¿Qué implica esto para los precios de otros productos? 

            Comencemos con el movimiento de esta moneda en cuatro momentos clave: 

            -Marzo de 2016: 3,50
            -Marzo de 2020, al inicio de la pandemia: 3,50
            -Marzo de 2021: 3,75
            -Hoy, agosto de 2021: 4,10  

            Es decir, en cuatro años –entre marzo de 2016 y marzo de 2020–, el precio se mantuvo; luego, en el primer año de pandemia, el dólar subió, pero lo hizo aún más en los cinco meses recientes. Hay dos cambios de tendencia en su precio, el primero vino con la pandemia y el segundo, más marcado, vino con la época electoral y el cambio de mando. 

            Obviamente, esta comparación de precios es una sobresimplificación de lo que ha ocurrido,[1] pero sirve para comunicar didácticamente lo que tenemos: un efecto pandemia y un efecto político. Para mayores señas, el efecto pandemia viene afectando en mayor o menor medida a la gran mayoría de países de nuestro continente. El primer efecto es regional, el segundo es nacional.

            Un análisis técnico más sofisticado y detallado arrojaría también la existencia de estos dos efectos, pero permitiría comparar cuál es mayor. En las semanas recientes, claramente el factor nacional es el dominante. Una mirada técnica más sofisticada también permitiría detectar que en los meses recientes el precio del dólar ha tenido mayor fluctuación que en el año previo. Es decir, ha tenido alzas y bajas diarias más marcadas. Esta es otra señal de la incertidumbre de los días recientes.

            Para entender por qué se mueve el precio del dólar vale la pena remitirnos a los clásicos conceptos de oferta y demanda. ¿Qué constituye la demanda por dólares del país? En tiempos regulares, los agentes mas importantes son el conjunto de importadores. Ellos convierten aquí en el país sus soles en dólares; luego usan esos dólares para comprar bienes afuera y traerlos para su venta. En estos tiempos tumultuosos hay que sumarle a ellos a las personas y empresas que quieren sacar su dinero del país y ponerlo en otros lugares con menos riesgos. ¿Y qué constituye la oferta de dólares del país? Una primera parte está dada por los exportadores. Ellos venden bienes afuera recibiendo dólares por ello, ese dinero ingresa al país y se convierte en moneda local. Otra parte de la oferta viene dada por la inversión extranjera. En este caso, se trata de dólares que vienen para ser invertidos en negocios en el país. 

            La demanda por dólares está aumentando porque hay más personas y empresas buscando lugares más seguros para su dinero. Para eso compran dólares. Además, la oferta de dólares ha dejado de crecer porque la inversión extranjera se ha ralentizado. La demanda por dólares está en aumento y su oferta no. El resultado es un alza en el precio del dólar pues, relativamente, está más escaso. 

            En esto también hay un efecto que los economistas llamamos de expectativas o de equilibrio general: al ver el movimiento del precio de la moneda extranjera, más agentes optan por comprar dólares y sacarlos del país. Esto podría llevar a espirales de efectos como los que tuvimos en los 80. Para evitarlos, el Banco Central de Reserva trata de suavizar tanto la oferta como la demanda de dólares con instrumentos financieros innovadores. Este hilo de Saki Bigio trae una explicación bien clara sobre ello.

            Como la economía es un sistema integrado, unos cambios de precios llevan a otros. El alza del precio del dólar se convierte en alza de precios de los bienes importados. Dos bienes de consumo masivo que importamos regularmente son el trigo y el maíz, insumos para la producción local de pan y pollo, respectivamente. Sus precios aquí están aumentando porque está aumentando el precio del dólar, pero también porque mundialmente se están elevando los precios de los alimentos.[2]

            Así es como aumenta el precio del pan con pollo, el precio del menú diario y otros precios, generando una reacción en cadena en varios bienes y servicios. Esto se llama inflación y para contenerla es importante la acción conjunta del Banco Central de Reserva, el Ministerio de Economía y Finanzas, el Gobierno Central, los bancos y varios agentes económicos.[3] Quienes hemos vivido en inflación recordamos sus efectos nocivos. Es muy importante evitarla y para ello se necesita un buen manejo macroeconómico y una moderación de nuestras expectativas como ciudadanos que aportamos a la economía.


[1] Entre marzo de 2016 y marzo de 2020 el precio del dólar no estuvo constante: durante algunos meses bajó y luego comenzó a subir para volver al mismo valor en el que estaba cuatro años atrás.

[2] Este es un efecto global de la pandemia. La producción mundial de alimentos en los meses pasados no aumentó al ritmo que ha aumentado el consumo mundial de los mismo en esos meses, produciendo aumentos muy marcados de los precios en los mercados internacionales.

[3] Recomiendo este video del IPE que es muy didáctico.

1 comentario

  1. Mijail

    Bueno si los insumos para los alimentos suben por el aumento del precio del dólar y la especulación financiera, cambiemos de patrones de consumo más sanos. El pollo tiene tratamientos intensivos con químicos: hormonas, alimentos balanceados, antibióticos, etc. Cambiémoslo por pescado de nuestros pescadores. La harina de trigo que no producimos sube de precio pues consúmanos pan de maíz, camote o papas, más sanos porque evitan la subida del colesterol y triglicéridos. Antes nos cambiaron la dieta a punta de crisis, hoy tenemos opciones más sanas y podemos apoyar a nuestra campesinos y pescadores. En vez de comprar productos subsidiados por sus países como es el caso del trigo subsidiado por la UE y los USA con sus programas agrícolas como la FARM BILL o la PAC.

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