23, un año difícIL


Un recordatorio de que la República siempre nos ha retado


El año 1823 fue particularmente convulso y, sin duda, la etapa más complicada de las Guerras de Independencia. El sur se mantenía leal a la Corona española, mientras que en el norte y en Lima se hacía lo posible por fortalecer al nuevo estado independiente. En enero, la primera Campaña a los Puertos Intermedios —la estrategia para atacar a los realistas en el sur, en los lugares menos resguardados entre el Callao y Valparaíso— parecía aún ser una posibilidad para alcanzar la libertad. Sin embargo, gran parte de las tropas patriotas que estaban en los valles de Moquegua y Torata fueron derrotadas a las afueras del Cerro Baúl el 19 de enero y a las puertas de la ciudad el 21. El resto de las fuerzas independentistas se habían movilizado a Huancayo, donde debían ejercer presión sobre los realistas en la sierra central. 

La derrota trajo como resultado la primera asonada militar que llevó —bajo la presión de Agustín Gamarra y Andrés de Santa Cruz— a que el Congreso nombrara como primer presidente a José de la Riva Agüero. El Motín de Balconcillo del 26 de febrero forzó la caída del triunvirato que había gobernado el Perú por cinco meses y llevó al encumbramiento de una facción de oficiales que creían que podrían hacer una mejor campaña a los Puertos Intermedios. Fue así como se organizó un segundo intento sobre el sur en abril, y, en su despedida ante el Congreso, Santa Cruz prometió luchar hasta derramar la última gota de sangre e imploró a Bolívar que viniera a salvar al Perú. Sucre, que ya estaba en Lima, fue enviado a ejercer presión sobre el centro en mayo, dejando la ciudad a merced de Canterac y los realistas que dominaban los valles desde Huancayo.

Para junio, el pánico se había apoderado de la capital porque Canterac amenazaba con tomarla y unas 10.000 personas se refugiaron en los castillos del Callao. A pesar de que Sucre y sus tropas habían vuelto y se encontraban acampando en el fundo de San Borja, Bolívar les había prohibido pelear porque su situación era de tal desventaja que la derrota era segura: lo más importante era tratar de mantener la mayor parte de los hombres en las divisiones y, por ello se buscó que se refugiaran en el Callao o que se embarcaran.

Finalmente, Canterac tomó Lima el 18 de junio con unos 9.000 hombres, de los cuales solo 1.000 venían de Europa. El resto eran americanos.  La ciudad estaba semidesierta, porque todo el que pudo había escapado al Callao, donde se deliberaba si se debía trasladar el gobierno independiente a Trujillo para ponerlo a salvo de los realistas. Muchos pedían poner al Marqués de Torre Tagle a cargo y llamar inmediatamente a Bolívar para que tomase la jefatura del gobierno. El 23 de junio los diputados votaron por exonerar a Riva Agüero de la presidencia, quien, en vez de partir al exilio, decidió reorganizar su gobierno en Trujillo. El 29 de junio intentó disolver el parlamento en Huanchaco, algo que logró finalmente en julio.

Un mes estuvieron los realistas en Lima, tiempo suficiente para que se diera el martirio de José Olaya el 29 de junio. A su partida, los diputados que no habían escapado al norte con Riva Agüero recompusieron el Congreso y nombraron presidente a Torre Tagle en agosto. Sucre partió a Arequipa para ejercer más presión sobre los realistas, quienes, al haber tenido a su ejército dividido en dos flancos, habían sido derrotados por Santa Cruz en la batalla de Zepita, a orillas del lago Tititcaca, el 25 de agosto. Tras abandonar Lima, la estrategia realista volvió a variar y Santa Cruz y Gamarra fueron completamente derrotados, y sus ejércitos destruidos. Sucre salió de Arequipa a toda velocidad.

Bolívar llego finalmente a Lima el 1 de setiembre de 1823 y encontró un país dividido entre los estados independientes —uno con sede en Lima y otro con sede en Trujillo— y los realistas en control absoluto del sur del Perú. Los realistas tenían la esperanza de unirse con Riva Agüero, quien había sido declarado traidor a la patria por el Congreso en Lima. El 10 de setiembre, Bolívar recibió la investidura de jefe del Ejercito y mantuvo la esperanza de que la Campaña a Intermedios aún fuera exitosa, pero para octubre esa posibilidad ya se había desvanecido y los pocos remanentes de las tropas volvieron derrotados a Lima.

Contra viento y marea, en el medio de todas estas dificultades, el Congreso promulgó la primera Constitución peruana el 12 de setiembre de 1823. Se juró con toda la pompa y circunstancia posibles, pero no se llegó realmente a poner en práctica. La guerra lo hizo imposible. Bolívar abandonó Lima pocas semanas más tarde, rumbo al norte, con la esperanza de negociar con Riva Agüero. Sin embargo, este fue apresado y enviado al exilio el 25 de noviembre. Una vez depuesto, Bolívar estableció su cuartel general en Trujillo y desde allí organizó la estrategia que finalmente acabó con la guerra en 1824.

Esto sucedió hace doscientos años y hoy comenzamos un año que promete también ser muy difícil. Las diferencias entre las regiones no son nada nuevas y realmente deseo que este 2023 no lo pasemos emulando el año que hoy recuerdo: que, más bien, esas experiencias tan complejas vividas cuando nació la República nos inspiren a encontrar soluciones que incluyan la conciliación.


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1 comentario

  1. Úrsula Ávila

    Si la educación FORMATIVA (la que nos hace reflexionar) no se instala en los colegios, escuelas superiores y universidades, estamos condenados a repetir la historia

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