Yo primero


A propósito de prebendas, gollerías y la normalización de privilegios mientras el país se cae a pedazos


Como a todos —menos unos cuantos cientos, por lo visto— el destape del asunto de las vacunas de Sinopharm aplicadas indebidamente me resulta indignante. Una vez más volvemos a ser noticia mundial por una cuestión que solo provoca rabia y vergüenza. Una microcampaña de vacunación así, trucha, por lo bajo y a dedo no se ha reportado ni en aquellas naciones que miramos con soberbia de país supuestamente en vías de desarrollo. Somos algo peor que una república bananera. “El Perú primero”, decían. “Hay que poner el hombro”, decían, haciéndonos creer que hablaban en sentido figurado. Una vez más, podemos cuestionarnos incluso si somos una república.

            Las investigaciones recién comienzan, hay mucho por desentrañar, nombres que señalar, culpas que repartir. Lo más urgente, ahora mismo, sería acaso conocer el destino de las 1.200 dosis entregadas a la embajada china —que, por ningún motivo, goza de una prerrogativa al respecto; su gobierno no se las remitió de forma oficial— y las otras mil y pico que ahora mismo no se sabe si recibieron los voluntarios o si terminaron en la sangre de más inescrupulosos.

            Pero hay dos temas de los que me quiero ocupar ahora.

            El primero tiene que ver con la naturaleza de la “donación”. 

            Cuando la vacuna del laboratorio chino se hallaba aún en fase experimental, ingresaron al país un lote de 3.200 unidades, de las cuales mil estaban destinadas a alternarse con los placebos que recibieron los voluntarios. Una cantidad similar, entiendo, se aplicarían luego a quienes, precisamente, recibieron dicho placebo, pero eso no está ni mucho menos corroborado. Lo cierto es que llegaron al menos 2.200 “sustancias” —repito que aún no estaban aprobadas como vacunas— cuyo destino, por lo visto, se tuvo claro desde el principio: la ilegalidad. 

            Cada jefe de compras, todo gerente de logística, cualquiera que haya sido responsable de las adquisiciones de una empresa u organización conoce las tentaciones que suelen ofrecerle los vendedores y representantes de las compañías que buscan ser proveedoras: regalitos, invitaciones, botellas en Navidad, tajadas. Es una práctica extendida. Ante eso, el comprador tiene dos opciones: rechazar e incluso denunciar al vendedor coimero; o ceder. Si cedes y te compran con dinero, la cosa es más sencilla. Pero si te compran con especies ocurre que o te festinas el soborno; o, si no puedes hacerlo tú solo, lo vendes.

            Mi pregunta es: ¿qué recibieron Jarama, Málaga y demás involucrados en la administración de estas dosis? La exministra; el burócrata; el rector; el que fue y vacunó a la esposa y a la suegra; la que inmunizó a sus hijos veinteañeros; el que llevó a tres de sus hermanos… ¿cómo llegaron a las vacunas “de cortesía”? ¿Se pasaron la voz entre una pandilla oscura de funcionarios y lobistas? ¿Había un grupo de WhatsApp? Y lo que me resulta más misterioso: ¿cómo pagaron el privilegio de la supuesta tranquilidad frente al virus mientras el resto de compatriotas enfrentábamos el miedo o, ya puestos, la posibilidad de morir? Hasta ahora no se han revelado dineros, así que ¿se cancelaba con prebendas? ¿Con beneficios presentes o futuros? Si no hay plata, ¿de qué madeja hay que jalar para desentrañar este estropicio?

            El segundo tema es más, digamos, sociológico. Dejando de lado a Mazetti (que, si había vacunas, claro que debió inmunizarse; pero por la legal y transparentemente); a Astete (“No me puedo dar el lujo de caer enferma”); a Nicola Girasoli, nada menos que asesor de ética del proceso; a los Vizcarra, los Wiegering, los Loo, los Rizo Patrón, los Aguinaga y tantos más que, sabiendo que era ilegal y soterrado, se vacunaron; me llama la atención especialmente el caso de Cecilia Blume. 

            Germán Málaga ya confesó que su vacunación se realizó procurando que la señora, usando sus artes ocultas, pudiera “levantar fondos para una UCI”. O sea, ¿se trató de una contraprestación, digamos, honorable? ¿No podía realizarse sobre la mesa? Al parecer, no. 

            El 6 de enero, cuando Blume en principio ya estaba a salvó, tuiteó: “Si no aprendemos a ser solidarios seguiremos encerrados”. ¿Solidarios dijo?

            «Empezamos… Pepe, el vivo» volvió a tuitear Pepa la viva ante el rumor de un mercado negro de vacunas chinas.

            Por último, hace unos días, y solo confrontada con la evidencia, confesó: “Efectivamente me vacuné, accediendo a una invitación y de total buena fe. Visto hoy lo considero un error y pido todas las disculpas del caso”. Luego canceló su cuenta en la red.

            Y decía que es un tema sociológico porque en el Perú existe un pequeño pero influyente grupo humano al que, como a Blume, inmunizarse con vacunas ilegales y a escondidas, mientras la gente se muere a diario por falta de oxígeno o camas de cuidados intensivos, no le parece anómalo. Yo le creo a Blume cuando dice que lo hizo “con total buena fe”, y que recién hoy lo considera un error. Ella pertenece a la misma población que cree que no tiene que hacer filas, que sus trámites deben viajar directo a donde deben para darles curso, que recibe sus puestos en las empresas por el poder de los allegados, etcétera. Acaso ni siquiera se da cuenta de lo normalizada que tiene la gollería, la invitación exclusiva, el tarjetazo, la sala VIP. No concibe la adversidad ni la pobreza propia. No puede imaginarse enferma. No capta que si los derechos son solo para unos cuantos no son derechos, sino privilegios. No comprende —de verdad no puede comprenderlo— que todos los ciudadanos somos iguales, con las mismas libertades y obligaciones, con las mismas oportunidades. 

            Eso es una república.

            Y Cecilia Blume pertenece a la clase que ha dirigido esta reunión de habitantes que comenzó hace 200 años.                         Lo que explica muchísimas cosas. 

5 comentarios

  1. Enso Cisneros Castro

    Totalmente de acuerdo… Hay una ausencia total de solidaridad y empata…. Urge una campaña tenaz y constante de valores…..y a la par…acabar con la impunidad…..la gente (de todo nivel social y/o económico)…debemos saber y aceptar que toda acción tendrá consecuencias y aceptarlas.

  2. Ana Ibarra Pozada

    Excelente artículo, existe gente sin escrúpulos, viven en un mundo paralelo, Cecilia Blume esta desde la época de Toledo, siempre cerca al poder, cero ética, quizás esto sirva para ver quién es quién, la vacuna debe ser universal y gratuita.

  3. Nilo Espinoza Morales

    Que pena por Cecilia Blume y muchas otras personas que parecían «honestas» o «buenas personas» una vez más se demuestra que los estudios de la persona no demuestra su integridad, honestidad, honorabilidad que difícil es ser una PERSONA CONFIABLE.

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