Cómo pasar de un simple símbolo a las soluciones complejas
Comenzamos el 2021, el año del Bicentenario, a pesar de que –como escribí la semana pasada– no considero que el 28 de julio de 1821 sea más que un hito en un mecanismo mucho más complejo que llevó a la Independencia del Perú. Las celebraciones oficiales en distintas regiones del país han reflejado parte de este proceso durante el 2020, desde el desembarco de San Martín en Paracas en septiembre de 1820, hasta la proclamación de la Independencia en Trujillo por el Marqués de Torre Tagle el 29 de diciembre.
Ahora, en enero, recordaremos el Motín de Aznapuquio, en el que los oficiales del ejército realista depusieron al virrey Joaquín de la Pezuela, para reemplazarlo por José de la Serna. Luego rememoraremos las conversaciones en la hacienda Punchauca, donde se buscó una tregua o un posible arreglo pacífico a la contienda. Me pregunto si se hablará de la batalla de Macacona, donde Domingo Tristán y Agustín Gamarra fueron derrotados por los realistas en abril de 1821.
El 28 de Julio, pues, no encarna el momento culminante de la Independencia peruana, sino el inicio de la etapa más enmarañada de un proceso en el que San Martín se convirtió en un monárquico que no salió a dar ninguna batalla, donde los primeros presidentes –como Riva Agüero y Torre Tagle– transaron con los realistas, en el que Lima volvió a ser ocupada dos veces por lo menos. ¿Recordaremos todo esto en nuestro Bicentenario?
Es difícil saber si lo haremos. El 28 de Julio es una fecha conveniente porque evita enfrentarnos con el enorme embrollo que se tejió y duró hasta el 9 de diciembre de 1824, cuando se dio la Capitulación de Ayacucho. Desalienta pensar que podríamos enfrentarnos a los hechos sucedidos hace muy poco de manera parecida: se ha dado por llamar a los jóvenes que salieron a las calles en los aciagos días de noviembre pasado la ‘Generación del Bicentenario’, pero el problema dista de estar resuelto y esto se puede constatar de manera intensa en las zonas agroindustriales de la costa. Los jóvenes que encontraron su muerte en manos de la policía, tanto en Lima como en provincias, aún esperan justicia.
Los invito, entonces, a no caer en la tentación de simplificar nuestros acontecimientos a sus resúmenes simbólicos, a no pensar que porque se marchó unos cuantos días funestos el trabajo está por completarse, a no dejar que el 14N se convierta en otro 28J. Lo que nos toca en los próximos meses, mientras avanzamos hacia nuestras próximas elecciones, es extremadamente importante y complejo. Debemos, por un lado, seguir presionando al gobierno de transición para que reforme a la Policía Nacional y sancione a los responsables de los hechos sucedidos en las últimas semanas, pero también debemos estar atentos a quienes se presentan a la Presidencia y al Congreso. Nos tocar hacer preguntas incómodas, asegurarnos de que los candidatos tengan planes razonables para gobernar, y hacer lo posible para evitar que quienes tienen como norte sus propios intereses –y no los del país– resulten elegidos.
El año del Bicentenario ha llegado con una enorme tarea, no solo de reflexión, sino también de acción. En abril descubriremos si nos estamos comportando a la altura.
Hechos circunstanciales no deben nublar el fondo de la desazón, somos un país fracturado desde “el arranque”, criollos-negros-mestizos-indios realistas (orden establecido y acomodados), vs. Criollos-negros-mestizos-indios Nacionalistas (subversivos). Igual sucedió en guerra con Chile. Fracturados. Igual con la pandemia.
¿Continúa esa lectura?. Con menos intensidad, si. Pero sigue. Después de la época rancia y aristocrática cuyos congresistas eran de ilustrados pero siempre de vocación por favorecer a su pequeño grupo de poder, quebrada por Velasco y reasumida luego de los 80, donde nació un congreso “chicha”, con nuevos inquilinos (ya no aristócratas ilustrados), sino por “emprendedores políticos”, formales unos (partidos establecidos) o informales (nuevos partidos ‘chicha’) dieron colorido y variedad pero no profundidad…
Requerimos trabajando identidad, esa en la que Velasco trabajó. Fruto de ello es amar lo nuestro (quechua, aymara, ritmos rurales y citadinos). Vamos formando nuestra identidad. Hemos evolucionado, estamos en proceso.
Me gusta mucho la comparación y reflexión entre el pasado y el hoy. Que nos deparara este año, que ya pinta complicado.
Excelente reflexión, felicitaciones
Los resultados de abril y julio, demostraron que los grilletes de hace 200 años ahora son taras mentales. Y que pasados los primeros 120 días del despeloto de Perú Libre- hasta eso es falso- , hubiera sido mejor tener 5 años de gobierno de Keiko y no no se sabe cuantos de castro chavismo.
La felicito por el libro. Mi esposa se apellida Gamarra y orgullosa lleva su herencia familiar.