Varas prehispánicas y vacunas chinas


El origen de la palabra “vara” y el clientelismo que nos persigue 


En el Perú el poder se ha mostrado tradicionalmente por medio de la “vara”. No me refiero solo al término con que los peruanos llamamos a ese contacto que nos ayuda a obtener un puesto de trabajo, una prebenda o un beneficio, sino también al bastón de mando que hasta ahora llevan muchas de las autoridades en el Perú, y que es el motivo por el cual los alcaldes campesinos se conocen como “varayocs”. 

            Como explica Luis César Ramírez León en su libro La vara de mando popular y tradicional en el Perú, esta costumbre no es solamente de origen colonial: esta manera de mostrar el poder se mezcló sincréticamente con el uso de las varas en el mundo prehispánico. Aún antes de los incas, se reconocía a quien ejercía el poder por dicho accesorio. 

            Pero más allá del milenario origen de la vara como símbolo de poder, lo que vemos en el Perú es una permanencia profunda de la idea del privilegio que está relacionado con ella. Esta semana hemos visto cómo los que tienen “vara”, o los “envarados”, pueden acceder al que en estos momentos es el bien más preciado: las vacunas. 

            Como nos recordó Dante Trujillo el viernes reciente en Jugo de Caigua, no sabemos si alguno de ellos pagó por el privilegio de ser pinchado con la vacuna china o si el pago fue por medio de prebendas, pero sí sabemos que no se trataba simplemente de una venta de vacunas al mejor postor. No fue “caserito, pago precio”. No fue el libre mercado donde gana quien tiene más plata: para estar en la lista había que conocer a alguien, tener un contacto.

            Esto nos lleva al tema de la reproducción del privilegio. No fue solo que se pudieran vender las vacunas simplemente por ganancia económica, no se trató de un mercado libre donde la demanda pone el precio, fue algo mucho más pernicioso: el acceso a las vacunas se convirtió en un símbolo de poder. Yo me vacuno porque puedo y tú no; tú no puedes así tengas plata, porque no tienes los contactos.

            Esta repartija de vacunas ha desatado la indignación generalizada porque ha desnudado eso que tanto sabemos en el Perú, que al final lo que vale es a quién conoces, quién te puede incluir en la lista, el que tiene la “vara”. El valor de una persona se mide con base en lo que pueda dar a cambio de este favor que se le ofrece. Es un asunto de clientelas. Un patrón vela por sus clientes y ellos no necesariamente pagan, más bien se intercambian favores.

            Las sociedades jerárquicas favorecen el clientelismo. En Roma, el patricio era quien cuidaba a sus clientes, ese patricio era a su vez el cliente de otro más poderoso, y así hasta llegar a los círculos más altos. En el Perú persiste esta lógica y, casi siempre, se concluye que la responsabilidad recae en la herencia colonial. En el tufillo de corte virreinal que todavía cultivamos. 

            ¿Pero acaso no tenemos ya 200 años de buscar ser una república? 

            El problema está no solamente en que se hayan repartido vacunas de manera irregular y a espaldas de todos. El problema está en que muchos de quienes se vacunaron dicen no haber visto dónde estaba la contradicción ética. 

            Pero si no veían un problema en hacerlo, ¿por qué lo hicieron en secreto? ¿Por qué cuando los rumores empezaron a circular nadie levantó la mano y dijo: “perdón, a mí me ofrecieron una vacuna y me la puse”? ¿Por qué no tenemos una larga lista de personas diciendo “a mí me ofrecieron vacunarme por lo bajo y no lo hice”, o “yo vi cómo se estaba llevando a cabo la vacunación irregular y la denuncié”?

            El problema es mucho más grande que el de unas vacunas aplicadas de manera ilegal. El problema está en que todos los implicados, en vez de ver un delito o un abuso, vieron una oportunidad. 

4 comentarios

  1. Isabel Perea Sobrevilla

    No hemos cambiado, la vara aflora a la primera oportunidad

  2. Ana Ibarra Pozada

    Bueno Mazzetti reconoció su error, Vizcarra es patético, mejor que se quede callado.

    • Luis Temoche

      Aunque al llamarlo «error» lo minimizó. Porque un error es subirse a un bus de la línea equivocada o salir de casa sin haberse puesto la mascarilla. Lo que ella cometió fue un delito y debe responder por ello.

  3. pilar

    vamos sorteando nuestra historia entre varas y varas…!

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