La crisis climática nos trae una oportunidad inédita que debemos aprovechar
Hace unas semanas leí en Bloomberg un interesante artículo titulado “Cómo el cambio climático puede traer de regreso a América Latina”. En él, la autora señala que la “transición verde” que ya se está viviendo en las principales economías podría implicar miles de millones de dólares de inversión para América Latina, lo cual ayudaría a impulsar la recuperación económica post Covid y nos permitiría un gran salto tecnológico. Nuestra región tiene características que le permitirían capitalizar las nuevas tendencias del sector privado para reducir considerablemente sus emisiones de carbono: tiene una de las matrices energéticas más limpias del mundo y posee mucho potencial geográfico para energías renovables. Ello debería atraer a los fabricantes y proveedores de servicios globales que buscan cumplir sus compromisos climáticos; grandes empresas que generan muchísimo empleo directo e indirecto, y que ayudarán a los países que las atraigan a contar con un crecimiento económico limpio y sostenible.
¿El problema? Los líderes de la región simplemente no la ven, pese a estos recursos fundamentales que ayudarían a acortar nuestras brechas en servicios públicos e infraestructura. La autora de la nota habla de las políticas antiambientales de López Obrador en México y de Bolsonaro en Brasil, con una mirada de desarrollo anclada en el pasado, así como de la inestabilidad económica de Argentina. Y ni qué decir de Venezuela, cuya caótica tiranía hace imposible cualquier apuesta de inversión. La nota termina señalando que, pese a dicho panorama, podría existir potencial en dos países: Colombia y Chile.
Imagino que ustedes se estarán haciendo la misma pregunta que yo: ¿Y el Perú?
Si las dos principales economías de la región no están en capacidad política de aprovechar esta tendencia, si se habla de dos de nuestros socios comerciales (con quienes integramos la Alianza del Pacífico) como impulsores potenciales de esta transición, si tenemos una ubicación geográfica competitiva para comerciar con los grandes mercados, y si nuestra disciplina macroeconómica es envidiada en la región, ¿no deberíamos ser el país del que todos estén hablando?
Y en la realidad, no somos ni una nota a pie de página en el artículo.
¿A qué se debe esto? La inestabilidad política sin duda impacta, así como el hecho de que el 70% de nuestra economía sea informal. Pero va más allá de ello. No existe un mensaje claro, ni en el sector público ni en el privado, de querer liderar en la región esta nueva etapa de la economía global.
Todavía existe en el país una falsa dicotomía entre el cuidado del ambiente y el desarrollo económico, como si fuesen conceptos en conflicto y no pudiera existir uno si es que existe el otro. Lo vivimos durante el delirante debate en contra del Acuerdo de Escazú: pese a ser un tratado internacional que ayudaría a fortalecer nuestra institucionalidad ambiental, y que con ello fortalecería también nuestra seguridad jurídica, la mayoría de las fuerzas políticas y gremios empresariales se mostraron en contra de su ratificación. Y el tratado se fue al archivo, perdiendo así una muy buena oportunidad de transmitir un mensaje claro a los mercados internacionales respecto a nuestro compromiso ambiental y climático. Los que se oponían al Acuerdo pensaban que, de aprobarse, existiría un impacto económico negativo en las inversiones. Siguen, pues, los mismos paradigmas económicos que tenían hace dos décadas, incapaces de ver que el mundo cambió.
El artículo de Bloomberg es más pertinente si recordamos que el presidente Pedro Castillo no asistirá a la COP 26, la conferencia anual de los países que son parte de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático. Se trata del espacio más relevante de discusión sobre asuntos climáticos, donde se encuentran —en las reuniones formales y en las paralelas— todos los actores relevantes. La reunión de este año será particularmente decisiva para el futuro de las políticas climáticas y, con ello, el futuro de la humanidad.
¿La voz de uno de los países más vulnerables al cambio climático no debería estar representada en la COP 26 por su presidente?? Aun si nuestro poder geopolítico es muy limitado en las negociaciones, es una oportunidad de posicionar a nuestro país en la discusión, tomando como antecedentes la organización de la COP 20 de Lima y el destacado rol de la delegación peruana en la COP 21 y el Acuerdo de París. Se trata de una gran oportunidad para ratificar nuestro compromiso ambiental y transmitir un mensaje del Perú como mercado atractivo para las economías sostenibles.
La ventana de oportunidad para dicho posicionamiento es muy pequeña. En la economía, al igual que en la política y en la física, todo espacio vacío tiende a llenarse. Además de no desperdiciar escenarios tan importantes como una COP, necesitamos un acuerdo nacional de las principales fuerzas políticas con un mensaje claro a favor de las impostergables medidas climáticas que el país debe adoptar, con indicadores específicos para el Ejecutivo y el Congreso. Así mismo, los principales gremios empresariales deberían de hacer lo propio, renovando sus liderazgos para traer ideas frescas y apostando por inversiones y socios estratégicos que estén alineados con la agenda del desarrollo sostenible.
Que esta no sea una nueva oportunidad perdida para el Perú.
Importantísimo tema sobre la mesa, pero faltó un factor clave mucho más cercano al objetivo de aprovechar el impulso de la economía verde en nuestro país: la minería formal de metales del futuro (cobre, estaño, litio, etc.) que es el componente esencial para la fabricación de paneles solares, autos eléctricos, baterías de litio, etc, necesarios para esta transición mundial de adaptación al cambio climático. El Perú tiene una cartera de US$ 60,000 millones en proyectos de este tipo listos para ejecutar.
Hola Gonzalo, gracias por leer el artículo. El tema que señalas me parece súper importante, y abona al tema de las ventajas que tenemos para aprovechar el momento. Podrías compartir más info conmigo?
El gran problema, mi estimado Alberto, es que no estamos en el Perú. Estamos en un lugar absurdo y delirante, donde todo ocurre al revés de lo que los peruanos necesitamos y merecemos. Mi lema de vida, y el que he intentado transmitir a mis hijas y a mi entorno es: «Cambiar el mundo a partir del Perú».
Pero para ello, primero tenemos que cambiar al Perú. O llegar a él. Eso implica, en primer lugar, saber dónde estamos parados. ¿Cuál es nuestra línea de base? ¿A dónde queremos llegar? ¿Cuáles son las brechas entre el Perú que tenemos y el Perú que queremos?
Adicionalmente a las 3 preguntas universales: ¿quiénes somos, de dónde venimos, a dónde vamos?, los peruanos tenemos que añadir 1 más: ¿dónde estamos? En estos 200 años de vida republicana, ¿hemos avanzado, hemos retrocedido? NOS HEMOS EXTRAVIADO. NO SABEMOS DÓNDE ESTAMOS. Y MUCHO MENOS SABEMOS A DÓNDE IR.
Muchas gracias por tus preocupaciones y análisis. Voces como la tuya no solo resultan necesarias. Son indispensables. No podemos permitir que se cierre esta ventana de oportunidad.
Permíteme compartir contigo algunas de mis reflexiones en el siguiente ensayo:
https://lampadia.com/analisis/social/rumbo-al-bicentenario?fbclid=IwAR2-kVmHUYW6Lb6Rdlk_qYEMrxqwH0cuXFjgmkjJoRp10j-6MoVN1-Z5Nv8
Gracias por leerme y comentar, José! De acuerdo con tus reflexiones. Qué difícil responder esas preguntas en una coyuntura tan desconcertante!