Una titulación como pocas


El camino cuesta arriba de les afroperuanes para terminar la universidad


Kerli Solari Díaz se dedica a la investigación en DDHH y políticas públicas, raza y etnicidad, movilidad humana, género y diversidad sexual. Estudió Derecho en la Pontificia Universidad Católica del Perú y cursó la Especialización Internacional en Estudios Afrolatinoamericanos y Caribeños en CLACSO. Ha sido seleccionada por la beca de posgrado Fulbright 2023-2024.


Todes quienes han pasado por el proceso de obtener una licenciatura en este país saben más o menos cómo va: redactar durante meses un documento que aspira a aportar algo nuevo a su disciplina, querer rendirse en el camino, recobrar el aliento, someter el documento a múltiples filtros y, finalmente, enfrentar los nervios de defenderlo ante un jurado. Hace poco me tocó pasar por ese trance, pero había mucho más en mi cabeza que estas ansiedades comunes.  

Pensé mucho en mi abuela y en cómo trabajó limpiando los baños de un hospital para que mi mamá pudiera terminar una carrera técnica. Pensé en mi papá y en cómo se destruyó la espalda en una fábrica de llantas para que mi hermano y yo lográramos ir a la universidad. Pensé en el peso del mundo que sentí sobre mis hombros la primera vez que pisé la Universidad Católica. Era casi un milagro que yo estuviera allí, en ese campus enorme, en el que me sentía tan extraña, tan fuera de sitio. Mi mente saltó después a esa vez que volví a casa rota en llanto, luego de que quien cuidaba una puerta no creyera que yo perteneciera allí. Qué sola y desprotegida me sentí.

Adonde mirara, usualmente no había nadie más que se viera como yo. Ni mis profesores, ni mis compañeres. Pensaba que tenía que ganarme estar ahí, todos los días, hasta que nadie dudara que lo mereciera. Entonces estudié y estudié. No me permití espacio para nada más. ¿Quién en ese lugar tan ajeno estaría ahí para mí si daba un paso en falso? ¿Quién ahí me iba a dar una segunda oportunidad, el beneficio de la duda si hacía algo mal? ¿Quién me diría que equivocarme, dudar, probar no ser tan perfecta era también una opción para mí, como parecía serlo para todes les demás?

Presentarme de pie frente a ese jurado con mi piel oscura, mis labios gruesos y mi nariz ancha, fue el último tramo de lo que viví como una larga batalla. He peleado todo este tiempo con las voces internas y externas, y también con los tantísimos silencios que me decían que la universidad no era un espacio para mí. Finalmente, voy a romper con el miedo de convertirme en una estadística más, en ese 97% de personas afroperuanas que tiene la suerte —porque sí, es un derecho, pero para nosotres se siente más como un rarísimo privilegio— de llegar a la educación superior, pero que no puede terminarla. Esta semana haré crecer un poquito más ese 3%, con la promesa de trabajar para que cada vez seamos muches más. 

Pero ese trabajo no puede empezar y terminar con el empuje de personas como yo. El sistema de educación superior nos está fallando. Algo estructural está pasando si 97% de nosotres tiene que desertar. Y no, no sólo se trata de lo que se hace para empujarnos a irnos, sino de lo que no se hace para permitirnos permanecer. Lo que no se hace es perverso. Se sabe, pero se elige guardar silencio. Tantas veces me he preguntado por qué a tan poca gente le importa; por qué pareciera que nadie más que nosotres mismes quiere vernos libres de hacer con nuestras vidas lo que queramos, de movernos socialmente como queramos; por qué los sistemas educativos hacen tan poco —por  no decir que no hacen nada— para cambiar ese estado de cosas; cómo seguir sosteniendo que el racismo estructural y la discriminación étnico-racial en este país no son un problema cuando existe tamaña inacción e indiferencia frente a estadísticas como esta.


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2 comentarios

  1. Pilar Quintana

    Conmovedor y valiente mensaje. Es de admirar tu lucha constante, pero frustra y da impotencia que la discriminación estructural haga sentir todo lo que se describe aquí, todas las dificultades y trabas que enfrentan permanentemente para que no lleguen a sus objetivos. Es importante compartir un testimonio y todos los que se puedan. Tanto los que tienen un gran logro como el tuyo, pero también los que han tenido que abandonar sus estudios debido a la gran carencia de nuestro sistema.

  2. Carmen Espinoza

    Bravo. Lo lograste. Eres una luchadora.

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