Una bolsa en un asiento 


Cuando perder unas prendas revela toda una idiosincracia


Hace unos días mis hijas y yo quedamos en encontrarnos para almorzar en casa de mi madre.

Como llegué antes que ellas me tocó abrirles la puerta y fue en ese instante cuando vi que Malú tuvo una transfiguración: se dio cuenta de que habia olvidado una bolsa en el asiento del bus. Contenía unas prendas que debía presentar en su instituto de modas y a las que les faltaba un remallado que pensaba realizar en el mercado de Lince.

Antes de que almorzáramos escribí, cual botella al mar, un tuit esperanzado y cuando terminamos mi hija salió hacia el último paradero para ver si tenía la suerte de que el conductor la hubiera encontrado y entregado a un encargado.

Los internautas fueron muy generosos al compartir mi preocupación, porque cuando Malú por fin encontró a alguien del Corredor Azul que pudiera darle razón, la encargada le dijo que ya había leído mi tuit y tomó sus datos por si aparecía la bolsa.

Entre los cientos de comentarios a mi publicación hubo tres que suscitaron verdaderos ramales y hoy me ha provocado reflexionar sobre ellos. 

El primero exigía algún tipo de protocolo para objetos perdidos en esa ruta de buses pues, aparentemente, la del Metropolitano de Lima sí cuenta con algo similar. Al leerlo me di cuenta de las inmensas repercusiones cotidianas de haberle entregado nuestro transporte a un sistema caótico de empresas privadas desarticuladas entre sí y sin supervisión en la práctica del Estado. Cuando se trata de nuestro transporte público los escándalos de atropellos, heridos, fallecidos y multas sin pagar siempre ocupan los titulares, pero las pequeñas historias de gente que pierde un celular, una billetera o una agenda y que ven así mermadas partes de sus vidas merecen también atención. La circulación es la savia transportada de una sociedad: ¿no es terrible que en este territorio tampoco nos hayamos puesto de acuerdo para cuidarnos mutuamente? ¿No es la representación más clara de una jungla individualista y antisociedad en la cual cada uno se vale por sí mismo? Qué sencillo sería que quien encuentre una pertenencia se la entregue al conductor, y el conductor a su vez la entregue en un depósito de objetos perdidos. Y que no se diga que los peruanos no son solidarios: algún día se probará, mediante un sistema de transporte ordenado que contemple el ideal de una vida en comunidad, que teniendo en claro un procedimiento de entrega los peruanos somos más honestos de lo que las malas noticias nos hacen creer.

El segundo ramal de comentarios fue generado por una tuitera que me sugirió que ofreciera una recompensa “para compensar por la molestia a quien la encuentre”. Su recomendación inició un maremoto de respuestas ofendidas, del tipo “por eso estamos como estamos”. Siempre he pensado las recompensas como incentivos en caso de que exista un peligro para quien colabore para que la ley se cumpla: si en el pasado revelar el escondite de un terrorista implicaba un riesgo a la propia integridad, una fuerte suma de dinero ayudaba a emparejar las variables de nuestra ecuación. Por ello, solo citaré la respuesta de otro internauta —@OinotnaOscar—, que me gustó porque fue clara y no cayó en el insulto: “¿Cuál sería la molestia de encontrar y devolver algo que no es nuestro?”. Quizá uno de los principales mantras que deberían escuchar nuestros niños en sus hogares y escuelas es aquel consejo con ecos cristianos que, en realidad, sirve para una mejor convivencia: compórtate como quisieras que se comporten contigo. Iniciar una cadena virtuosa siempre será el mejor camino, porque nunca se sabe cuándo le tocará a uno perder una pertenencia.

El tercer comentario que llamó mi atención provino de alguien que reclamó: “Que tu hija solucione su problema sola, esa dependencia de los padres los hace ridículos”. El hombre obtuvo varias respuestas que defendieron mi acto, y las agradezco. Aprovecharé este espacio para responder que una cosa es criar hijos inútiles y dependientes de figuras paternas, y otra es echarle una mano a un hijo en alguna urgencia. Si nuestra ciudad fuera un mercado de abastos y yo tuviera a la mano un megáfono de regular alcance, sería muy extraño que no lo utilizara para ayudar a alguien en apuros, y mucho más tratándose de alguien a quien amo. Sin embargo, me quedo con la ratificación de que fuera de nuestras burbujas existen tantos pareceres como seres humanos; personas que no han vivido aún la paternidad o maternidad, o que han sufrido problemas familiares a los que no tenemos el acceso emocional, o que simplemente están heridas por motivos indescifrables y que encuentran en las redes una ilusión de desfogue. 

Por ahora, Maluchi, paciencia ante todo lo que he expuesto.

Algún día esa bolsa esquiva aparecerá en tu vida transformada en aprendizaje.


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9 comentarios

  1. Mona Barreda

    Hola Gustavo,

    El segundo ramal de comentarios me hace pensar en la necesidad de aplaudir o premiar a quien hace algo bueno, como devolver algo encontrado, o cuidar a tus padres, o ceder el paso… ¿por qué debemos apluadir algo que debería ser innato y natural?. No lo entiendo.

    Siempre un gusto despertar un sábado y leerte.

    Que estés bien.

    Mona

    • Gustavo Rodríguez

      Gracias, Mona, por tu comentario.
      De acuerdo.
      Quizá cuando se ha perdido un poco la brújula sobre lo que debería ser obvio sea necesario reforzar las buenas acciones, aplaudirlas, agradecerlas, ponerlas como buen ejemplo. Pero recompensas monetarias, como lo puse, ya es pasarse varias estaciones.
      Un abrazo.

  2. Tairi

    Últimamente todos queremos exponer nuestra opinión sobre todo, así no sirva para la necesidad de quien pide ayuda 🙁 nuestra voz termina siendo más importante que la persona

  3. Eduardo Tejada

    Los dos primeros ramales de comentarios son válidos:
    El primer ramal se da si el pasajero fue la última persona en ocupar el asiento en la ruta, y después de na inspección ocular del conductor o personal d mantenimiento, encontró el bolso
    El segundo ramal de comentarios es válido en el caso q alguien ocupó el asiento del bolso perdido y este lo haya tomado, siendo opcional pedir una recompensa
    Se demuestra en este caso que la Educación Cívica es un bien común tangible
    Si es posible que nuestra sociedad se cuide así misma, reconociendo q lamentablemente existen sectores sociales q no incentivan mejorar la educación (reconocibles cuando descalifican caprichosamente al prójimo)… reconocerlos y tomar distancia d ellos es lo q toca

    • Isabel

      Tomar lo que no es tuyo por más que te lo hayas «encontrado» califica como robo. Increíble que necesitemos recompensas por no robar o devolver lo que no nos pertenece. En todo caso en Twitter ya uno está acostumbrado a ver cada comentario indeseable…. compleja situación que es reflejo de nuestra sociedad y de los que están a la cabeza de ella como autoridades.

  4. Carlos Polo y la Borda

    «Lo que Juanito no aprendió, Juan nunca lo sabrá»
    Proverbio Alemán
    Hace falta incidir en la educación en valores desde la niñez.
    Es necesario que las empresas difundan a la vez protocólos para casos de objetos perdidos

  5. Nancy Goyburo

    Cuán importante es una red social cuando sirve para informar debidamente y para generar condiciones que permita recordar el principio de la reciprocidad, como tu columna, Gustavo. Es decir, mantener la armonía con uno mismo y con los demás seres humanos, incluyendo la naturaleza (Teoría de los “Objetivos del buen vivir”).

    Pero, tu columna también me hizo recordar la película “Cadena de favores” (Pay it forward) con Kevin Spacey, cuyo guión está orientado a buscar la felicidad colectiva (cada persona hace un favor a tres personas, con la condición de que éstas hagan lo mismo con otras y así sucesivamente).

    Confío en que tu hija Malú recupere lo perdido. Si esto no sucediera, ya se ganó bastante: nosotros leyendo tu columna y tu hija volcándose a una nueva jornada de creatividad que, de seguro, será mucho mejor que la que perdió! Un abrazo.

    • Gustavo Rodríguez

      Nancy, siempre tan amable como certera.
      Muchas gracias.

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