Un lápiz en el set


Si mi abuela viera los programas políticos de hoy


De niño, antes de dormir, me sentaba junto a mi abuela frente al noticiero de América Televisión, una hora en blanco y negro que hoy se parecería a escuchar radio con diapositivas. Antes de que mi abuela me pidiera levantarme para apagar la tele –y de que el fundido a negro terminara en un larguísimo puntito blanco–, ocurría un ritual doméstico que hoy recuerdo con ternura: el conductor del noticiero, don Arturo Pomar, sonreía levemente y se despedía.

            –Hasta mañana.

            Y mi abuela le respondía.

            –Hasta mañana, señor.

            La de mi abuela con él era una relación de gratitud, parecida a la que mantenía con el médico que le medía la presión o con el lechero que nos traía la leche. Eran tiempos en que las figuras de la prensa televisiva ingresaban a los hogares a entregar un servicio y la gran mayoría les creían. Corrían los años 70. La época de Alfonso Tealdo, García Calderón, Martínez Morosini, y algo de esa confianza me parece que subsistió en la década siguiente. De lo que sí estoy seguro es de que fue en los 90 cuando esa relación empezó a resquebrajarse como paso previo al desprestigio descomunal del periodismo audiovisual de estos días.

            No hay duda de que los dueños de los medios han tenido pugnas desde siempre con sus responsables editoriales, pero quizá nada haya revelado más su apoyo a los políticos de sus simpatías que el crossover entre el contenido de los espacios de entretenimiento y los espacios informativos: antes había un Rubicón que era cruzado muy pocas veces, pero luego le colocaron un puente de alto tránsito. 

            En la televisión peruana, ningún programa ha sido tan popular como “Trampolín a la Fama”, ese espacio sabatino atiborrado de marcas en el que Augusto Ferrando regalaba plata, pinturas y cocinas Surge a quien demostrara algún talento interpretativo y donde nuestro racismo se destilaba en chispa humorística. Si bien Alan García alguna vez acudió a él para cantar El Plebeyo y darse un baño de popularidad –recordemos que era muy amigo de un accionista del canal–, no fue hasta la campaña presidencial de 1990, esa que Vargas Llosa perdió contra Fujimori, cuando el programa se tiñó de política y dio el pistoletazo para lo que ocurriría el resto de la década.

            –Si no gana Vargas Llosa, ¡me voy con mi música a otra parte! –advirtió Ferrando al aire, cuando ya se presentía el galope de Fujimori.

            Al final no cumplió su palabra y, más bien, recordemos que antes de su campaña de reelección en 1995, Fujimori visitó el set de “Trampolín a la Fama” en olor de multitudes y hasta bailó un valsecito con Violeta Ferreyros y la Gringa Inga.

            Ferrando, quien ha sido el personaje más famoso de nuestra televisión, parece ser el cruce de varios caminos: en 1991, cuando el programa “Fuego Cruzado” lo invitó a un supuesto homenaje, se encontró con un panel que no dejó de criticarlo y en el que descolló una desconocida periodista de espectáculos. Las consecuencias de esa noche llegaron a ser imprevisibles: un avejentado Ferrando terminó en llanto, Magaly Medina atrajo reflectores por primera vez y el formato del reality show agarró viada en el Perú: el terreno para Laura Bozzo estaba servido.

            Mi abuela, la que saludaba a los correctos conductores de nuestra televisión, murió antes de todo este desbarajuste. ¿Cómo explicarle hoy que un régimen zafio, el de Fujimori con Montesinos, auspiciara el escarnio en nuestros sets de televisión? Contarle que pasaron los desgraciados, que se lamieron axilas, que las señoras se agarraban de las mechas; que prendió el rating con violencia, que Magaly Medina metió cámaras en dormitorios para captar encuentros sexuales y que repartió apodos denigrantes con ventilador. Si lo pensamos solo un poquito, la debacle fue asombrosa: algunos niños a los que sus padres no les dejaban ver “El Chavo del Ocho” en los 70 por su cándida violencia, tuvieron hijos que crecieron viendo toda esa violencia brutal en sus pantallas.

            El conflicto como anzuelo para atraer sintonía no demoró en cruzar el puente al periodismo: mucho más rentable que hacer investigación fue incitar a los insultos y redactarlos como titulares. Es cierto que la violencia como espectáculo no es prerrogativa de los peruanos. Roger Ailes, quien fuera asesor de candidatos republicanos para los debates presidenciales en Estados Unidos y luego se convirtiera en mandamás de Fox News, dijo una vez: “Si tienes dos tipos en un escenario y un tipo dice: ‘Tengo una solución al problema de Oriente Medio’, y el otro tipo cae en el hoyo de la orquesta, ¿quién crees que va a estar en las noticias de la noche?”.

            Sin embargo, aquí se nos pasó la mano: cuando la atmósfera se impregna tanto de miasmas se pierde la referencia, tal cual como uno se acostumbra a su propia mierda en el baño. 

            Que este aire de Chernóbil cruzara del territorio del entretenimiento al de la política fue natural, al punto de que a veces cuesta discernir si un programa de farándula se ha politizado o si un programa político se ha vuelto de entretenimiento.

            El domingo último, por ejemplo, mientras la candidata Fujimori era entrevistada en un programa político, su entrevistador hacía desesperados aspavientos para que sacaran del tiro de cámara un lápiz amarillo olvidado sobre la mesa. ¿Por temor a una represalia? Quizá. Pero también para manipular la realidad, como lo hace un productor de entretenimiento que busca mejorar el aspecto de su invitado o como el director de un infomercial en el que hay que ocultar alguna falla.

            ¿Habría ocurrido esto de manera tan flagrante si en las últimas décadas nuestro periodismo y nuestro entretenimiento se hubieran mantenido lo más posible en sus cajas respectivas? ¿Si el rating no le hubiera ganado a la mesura?

            No hay forma de saberlo exactamente.

            Pero lo que no ocurriría hoy con tanta frecuencia es escuchar a nuestros periodistas lamentarse de que los electores peruanos discutan sobre gestos y chismes en vez de exigir propuestas, cuando ha sido su oficio el que ha fomentado dicho fenómeno a pulso. 

            Qué descaro.

            Pirómanos echándole la culpa al fuego, diría mi abuela, suspirando por Pomar.

17 comentarios

  1. Paul Naiza

    Estimado Gustavo, excelente relato, he podido regresar a mi infancia. Donde ver ciertos programas era una religión para nuestros padres y abuelos. La conexión era evidente, recuerdo la torre de babel en «PANTEL», los programas de de Madalengoitia, Pulso, etc. Quizas soy mesquino en nombras solo algunos, pero si tenian un toque distinto. En pleno siglo XXI muchos televidentes conforman con una torre de «Vasitos».

    • Gustavo Rodríguez

      Estimado Paul, gracias por llevarme también a esos tiempos.
      Un abrazo.

  2. maria

    en los años cercanos al 63 recuerdo escuchar con mi abuela Radio La Crónica en el que pasaban episodios de los «comunistas en Cuba»: de cómo mataban a la gente,que les robaban el dinero.y no sé que otros sustos porque terminaba la serie y mi abuela me hacía hacer el santo rosario de la radio Santa Rosa…siempre hubo y habrá propaganda contra el comunismo . No es la primera vez que nos meten «el cuco» …cuando se formó el SUTEP en su primera huelga,recuerdo estar en el colegio sentir el bombazo que hicieron que el ómnibus escolar dejara de circular…mientras veía a mi linda profesora de matemáticas sentada en su escritorio y en mi cabeza pensar cómo puede ser comunista si es tan buena, y alrededor todas asustadas por la huelga… Así es. el cuco se mantiene y hasta ahora se le ha mantenido al señor Mc Carthy vivito y coleando en sudamérica.

    • Gustavo Rodríguez

      Tiempos recios, la última novela de Vargas Llosa, es muy iluminadora sobre la aplanadora anticomunista estadounidense.
      Quizá la hayas leído, María.
      Gracias por el comentario.

  3. Nelly

    Me gusto mucho ese toque de añoranza Gustavo, aunque soy bastante mayor que tú , también me ayudaste a recordar con nostalgia. No usare la conocida frase de Zavalita , pero que fue lo tan horrible que nos pasó ? Donde se fueron esos valores ? Es largo de enumerar .

    • Gustavo Rodríguez

      Nelly, muchas gracias.
      ¡Pero no creo que seas bastante mayor!
      Cariños.

  4. Carlos Arenas

    Que tal Gustavo, no puedes haber hecho un mejor análisis de lo que ha sido esa triste simbiosis de farándula-polìtica-periodismo, alimentándose entre sí con lo peor de lo peor. Un clásico de esto es aquella famosa escena de Fujimori en pijama con sus Geishas periodistas desayunando en un hotel londinense. Lo que se hereda no se hurta. Un abrazo …

    • Gustavo Rodríguez

      Uy, esa foto es paradigmática.
      Gracias por el comentario, Carlos.
      Un abrazo.

  5. Eduardo Tejada

    *Antes se informaba con La verdad… Hoy se informa con la verdad, media verdad, con su verdad (dueño d los medios)
    *Recomiendo formación d Comisión d Científicos (nada d filósofos ni psiquiatras para ganar pragmatismo) independientes ligados al poder judicial para evaluación y sanción d Fakenews, medias mentiras, difamaciones con Informaciones y sentencias en base a demostrar La verdad torcida como ilegal

    • Gustavo Rodríguez

      «Fake news» siempre han habido, pero hoy se instalan con más facilidad.
      Es cierto, necesitamos un gran debate sobre esto.
      ¡Muchas gracias!

  6. Manuel

    Tiempos en los cuales las noticias eran verdaderas y fingimiento, y tenía que ser así ya que los conductores eran personas muy serias. Hoy con todo lobque existe en los noticiarios, lamentablemente no tiene nada de comparación…gracias por entrar nuevamente a esos tiempos que nunca volverán…bendiciones.

  7. Lucho Amaya

    El 90 fue el cruce… El último realmente incisivo, y de la escuela de (don Alfonso) Tealdo es o fue César Hildebrandt. Le reconozco eso aun cuando no comparta muchas de sus posiciones políticas, y me refiero a lo que crítica y no a su postura (porque desear que haya, por ejemplo, menos injusticia, es solo un deseo y no una posición); pero hace falta el Chato (digo yo), sí, aunque sea para renegar con lo que dice.
    Saludos

    • Gustavo Rodríguez

      Sí, se extraña a periodistas así en nuestras pantallas.
      Un abrazo.

  8. Edin

    Buenos recuerdos de la prensa independiente,señores que hacían honor a su profesión.
    Ahora es lamentable la prensa a sueldo del mejor postor.

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