Un ciclo de 45 años


Porque cuando nadie cede, la violencia explota 


El país está convulsionado y lo único que parecen ofrecer desde el poder la presidenta Dina Boluarte, sus ministros y el Congreso es más de lo mismo: el debate de si el adelanto de elecciones debe ser para el 2023 o el 2024, si las reformas deben realizarse antes o después, la ausencia de un cronograma que acalle las demandas larguísimamente postergadas y, además, más militarización, así como el allanamiento de locales partidarios y gremiales.

En Lima no parece ocurrir mucho: el epicentro del descontento está en el sur, aunque se han visto movilizaciones, algunas violentas y con fallecidos, en el centro y en el norte también. Se han tomado aeropuertos, carreteras, instalaciones del Estado y hasta la sede del gas de Camisea en el Cusco. La presidenta asegura que “estas marchas no se pueden haber organizado de la noche a la mañana” y en muchos medios de comunicación el mensaje es claro: alguien organiza, azuza, se dice que se trata del MOVADEF o los comunistas, los terrucos, la izquierda; alguien por ahí incluso me dice que se está siguiendo la estrategia de Fidel Castro. Una vez más, se desestima el descontento de tan larga data de muchos sectores de la población. 

El cuco del pasado nos acecha. Para muchos, la respuesta parece seguir siendo más represión, más bala, más violencia. No se vislumbra realmente un afán por el dialogo, una búsqueda genuina por encontrar un espacio para los consensos, una posibilidad de entender cuáles son las demandas reales y cómo atenderlas. Tristemente, somos una sociedad con experiencia en violencia, tanto para plantear las demandas como para responder a quienes piden un cambio. La violencia que estamos viendo en estos días nos recuerda los tristes eventos de los 80 y 90, y la respuesta de muchos de meter en un mismo saco a todos los que salen a las calles a protestar es entendible porque se trata del poderoso recuerdo de una época en la que murieron demasiados peruanos, en que vivimos demasiados abusos; parte de un proceso en el que seguimos buscando entender qué fue lo que pasó y cómo seguir adelante como sociedad.

Sin embargo, hoy quisiera recordar un evento anterior que, me parece, tiene mucho más que ver con las protestas de hoy en día y que sucedió mucho antes de que irrumpiera en nuestro país la acción delincuencial de Sendero Luminoso. Me refiero al Paro Nacional de julio de 1977. Fue gracias a esas luchas a que se llegó a la Asamblea Constituyente y a que saliera del gobierno el General Francisco Morales Bermúdez. No olvidemos que esa fue una conquista de la calle y no simplemente la ‘generosidad’ de los militares. En ese momento, y como respuesta a una serie de medidas laborales, las organizaciones gremiales de campesinos y trabajadores convocaron a un Paro Nacional a pesar de que no había garantías y se dieron masivas movilizaciones en Cusco, Tacna, Ayacucho, Arequipa, Huancavelica, Huancayo, Trujillo y Lima. El resultado fue, entre otras cosas, el llamado a elecciones, que se llevaron a cabo en junio de 1978. La Asamblea Constituyente se instaló el 28 de julio de ese año, la Constitución se redactó en un año y para 1980 fue la base para el retorno a la democracia.

Todo eso parece ahora muy lejano, pero tenemos una vez más a mucha gente en la calle demandando cambios profundos. Gente en las regiones que no se siente representada por el sistema político, pues lleva dos décadas votando por el cambio solo para ver que las promesas electorales se rompen ni bien llegan los presidentes al cargo. Todos estos años de estabilidad económica, que permitieron que muchos salieran de la pobreza y que algunos otros consoliden su riqueza, también agudizaron las diferencias en la sociedad, a lo que se suma un desgaste en el sistema democrático y de representación porque las demandas siguen estando insatisfechas y todos los peruanos vemos que quienes llegan a los cargos políticos lo hacen para enriquecerse, ya sea directamente robando, o representando a grupos de interés.

¿Cómo creer en un sistema político así? El problema está en encontrar el camino de salida sin interlocutores realmente representativos y que estén dispuestos a entablar el diálogo. En este momento en el que Perú se desangra, se hace cada vez más necesario buscar soluciones, pero lo que vemos más bien es cómo desde cada esquina quienes participan se atrincheran en su barricada y acusan al contrario de lo mismo de lo que se les acusa, y así es imposible encontrar una solución. 

Tomando en cuenta la instabilidad con la que vivimos desde 2017 con la renuncia de Kuczynski, con un presidente cada año y con congresos que no tienen aprobación, ni representatividad, llegó el momento de plantearnos si es posible seguir así. Las instituciones importan, el sistema democrático y los procesos importan, pero si ya no son considerados legítimos por una gran parte de la población no podemos seguirnos aferrados a un sistema que hace mucho dejó de representar a la mayoría de quienes hoy protestan. 

Solo podremos detener la violencia y encontrar un camino de regreso aceptando que todos debemos ceder y que todos tienen derecho a ser escuchados y representados.


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1 comentario

  1. Gladys Carcovich

    No tenemos alternativa, o nos somete una junta militar , o nos sale por allí un dictator comunista, que aparecerá como un Salvador y luego sacará sus garras para transformarnos en otra Cuba u otra Venezuela. Nos hace falta Una persona de mente clara y honesta para salvarnos!

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