Un Castillo salvado por el odio 


De como una lacra nacional ayuda a flotar a un presidente oscuro 


En los últimos días he notado una marea de asombro en las redes debido a que dos encuestadoras han anunciado una reciente alza en la aprobación de Pedro Castillo, a pesar de que en los últimos tiempos han aparecido más indicios no solo de su deplorable gestión —su promedio de nombramientos de ministros ha subido a más de uno por semana— sino también de mecanismos utilizados por personas demasiado cercanas a él para medrar con el dinero que todos aportamos. 

Sé que quien expone una sola razón para explicar fenómenos sociopolíticos se arriesga a ser visto como un limitado, pero un tuit que encontré en esas mismas redes asombradas me ha animado a señalar un factor que, aunque no único, sí sería mayúsculo para entender que un sector no desdeñable de la población prefiera aprobar a Castillo en vez de caer en los deseos de sus opositores.

Como muestra de otros muchos que he visto circular, citaré un comentario del usuario @carcan2: «Y ese ASNO que ocupa Palacio, ¿de dónde saca toda esa plata para pagar esa universidad al olluco ese que tiene por hijo?». Dicho usuario concluye luego que el dinero para que el hijo de Castillo estudie en una universidad privada tiene que ser del Estado, porque el presidente es “un pobre mequetrefe muerto de hambre sindicalista que se ponía ropa de la cachina». 

Admito que tras leer este comentario, me pregunté si Pedro Castillo no tendría asesores tan brillantes como para inventar personajes que publiquen estas cosas.

Para entender mejor lo que trato de decir, primero debemos recordar que votar en una elección o responder una encuesta de opinión sobre un presidente son ejercicios mucho más emotivos y viscerales de lo que usualmente creemos.

Luego, debemos coincidir en que pocas cosas se guardan en nuestra memoria de manera tan vívida como las afrentas que sufrimos y que nuestro país exhibe, desde el virreinato, una escalera de valía social donde los ocupantes de las gradas más cercanas a lo blanco y urbano han humillado sistemáticamente a quienes ocupan los escalones más indígenas y periféricos.

Por último, debemos recordar que Pedro Castillo se disparó velozmente a nivel popular entre los candidatos porque cogió la antorcha de esas últimas gradas: fue el representante en el poder de quienes más afrentas han recibido de un sistema que los ha insultado históricamente, y no solo con palabras.

Dicho esto, es importante hacer un ejercicio de empatía con los compatriotas que siempre han vivido en la precariedad y tener en cuenta que quienes han nacido pobres y lo han continuado siendo con Toledo, con García, con Humala, con Kuczynski o con Vizcarra pueden, sí, haberse ilusionado con que un maestro chotano pueda mejorarles la vida, pero más que esa ilusión pasajera, puede haber pesado la recompensa emotiva de que alguien como ellos accediera por fin a la alta esfera del poder, en un ejercicio parecido al de quien ve en una película que el héroe con el que se identifica le va a ganar a los villanos de siempre, así no le caiga un regalo en su butaca: basta con que la retribución sea emocional.

Últimamente Castillo ha ajustado su estrategia de flotación a través de una convocatoria a diversas organizaciones populares que le debe haber servido para que muchos peruanos vuelvan a recordar su origen. Para quienes pensamos que su gestión es lamentable, resulta lastimoso que los insultos hacia él de los peruanos más acomodados, que los desplantes de congresistas muy visibles —o de organizaciones como la CADE—, y que los titulares ninguneadores de la prensa ayuden a que su discurso de víctima sea creíble para millones de peruanos que han vivido sus vidas entre agravios discriminantes y racistas. Me atrevería incluso a postular que quizá no falte alguien que sí crea que Castillo es culpable de las acusaciones de corrupción ligadas a su entorno, pero que, en un ejercicio de cinismo reivindicatorio, en íntimo secreto, sienta que, al menos por esta vez, alguien como él esté haciendo algo que era usual entre los presidentes asociados a la blanquitud peruana. 

Cuánto bien le habría hecho a la oposición política y mediática del presidente que sus críticas no se hubieran contaminado con el desprecio racista que se respira en nuestro país; bajar el nivel de los gritos, guardarse los gestos de asco, eliminar los insultos: a Castillo no le quedaría más que defenderse de los hechos concretos en vez de beneficiarse de las afrentas.

Pero, claro, estamos en el Perú.

Pretender lo que he dicho es como pedir que el país sea refundado sin la lacra de nuestro racismo.


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8 comentarios

      • Renzo Bedoya

        Triste realidad la nuestra Gus. Totalmente de acuerdo con tus palabras. Tenemos q autoreeducarnos…. Será posible?

  1. Yaco vega

    Gustavo, nos conocemos por tu ex esposa, lo que no me queda claro es como alguien como tu habla de racismo y altas esferas cuando tu y sobre todo tus hijas despotrican constantemente contra la indiada y su ignorancia. Somos racistas , tu tambien

  2. Eduardo Tejada

    *Es coherente mi optimismo expresado sobre el Pdte Castillo hace 3 semanas atrás con el aumento en la aprobación a su gestión según encuestas… No es casualidad
    *Personalmente antes yo era twitero cuando la solución a esta eterna crisis política era solo Reformar Ley d Partidos… Ahora está crisis política creció, ya no es suficiente Reformar dicha Ley… Las pequeñas reflexiones q yo pueda generar con mis tweets sobre ello ya no es suficiente… Con la presencia de impresentables como funcionarios públicos demuestra que se tiene q Reformar
    Ley d Partidos
    Reglamento organico JNJ
    Conformación d Congreso
    Criterios de candidatos posibles JNE
    Fiscalía (evidente)
    Requisitos para Ministros

    Son tantas reformas q solo queda pensar en una Nueva Constitución
    *Castillo seguirá subiendo en encuestas, y la crisis política seguirá, que paradoja, por eso veo q a Castillo no le pasará como a Vizcarra como víctima caprichosa d la dictadura de lo votos

  3. Sonia

    Estoy de acuerdo, también lei ese tuit asqueroso, y pensé en su hijo leyendo eso. Nunca antes sentí el racismo como desde las elecciones pasadas. Excelente columna como siempre.

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