¿Qué podemos aprender aquí del reciente homicidio de un parlamentario británico?
El 16 de junio de 2016 la parlamentaria británica Jo Cox estaba realizando una actividad de representación afuera de la biblioteca de Birstall, West Yorkshire, una de las ciudades a las que representaba. Durante algunas horas, los ciudadanos de la circunscripción podían acercarse y hablar directamente sobre sus preocupaciones o propuestas, cara a cara, sin intermediarios, con la persona que debía llevar su voz al Parlamento. El reducido tamaño de las circunscripciones electorales en el Reino Unido facilitan este tipo de ejercicios saludables de representación.
Pero Jo Cox no pudo culminar su labor aquel día. Bajo el grito de “¡Esto es por Gran Bretaña! ¡Gran Bretaña siempre será primero!”, uno de los ciudadanos presentes disparó tres veces contra ella y luego la apuñaló múltiples veces. Cox, de 41 años, no resistió el ataque.
El responsable del atentado fue un ultranacionalista que estaba en las antípodas del pensamiento político de su víctima. Ocurrió un día antes del Brexit, el agitado referendúm que decidió la salida del Reino Unido de la Unión Europea. Jo Cox, del Partido Laborista, se oponía al Brexit y su asesino estaba a favor. “Soy un activista político”, dijo cuando fue arrestado por la policía. En su casa se encontraron libros de ultraderecha y objetos de colección nazi, y su rastro en Internet mostraba una radicalización que había ido creciendo con los años y que terminó convirtiéndolo en un violento supremacista blanco.
Cinco años después, hace pocos días, el parlamentario británico David Amess se encontraba en una actividad de representación similar a la de Cox, en una iglesia metodista de su propia circunscripción. A diferencia de Cox, reconocida por su activismo progresista, Amess era conservador. Muy conservador. Apoyó al Brexit, se opuso al matrimonio igualitario, pidió que se reponga la pena de muerte en su país. Es posible que lo único en común que tuviese con Cox es que ambos fueron elegidos como parlamentarios. Allí acababan las coincidencias. Hasta que el pasado 15 de octubre tuvo un final parecido al de su colega. En esa actividad de representación, uno de los asistentes apuñaló a Amess sin piedad y le ocasionó la muerte. El asesino fue capturado en el lugar, y actualmente se vienen investigando sus posibles vínculos con el terrorismo islámico.
Estos casos lamentablemente no son aislados, existe un problema de radicalización presente en la sociedad británica que atraviesa el espectro político. Varios parlamentarios han expresado su frustración por la inacción de la policía británica frente a amenazas de muerte y acoso del que son víctimas. De acuerdo a una encuesta hecha por la BBC a parlamentarios, el 60% de consultados respondieron que en el último año habían contactado a la policía luego de recibir amenazas.
A raíz de la muerte de David Amess, el viudo de Jo Cox escribió un artículo en el diario “The Guardian”alertando sobre el que considera el principal riesgo para la democracia en su país. En él señala que la polarización, la deshumanización del oponente y la poca interacción social entre personas con diferentes ideas políticas o trayectorias de vida debilitan peligrosamente a la democracia. Frente a ello, propone tres ideas para ser implementadas en cualquier contexto donde se discuta de política, así sea en el Parlamento Británico, la sobremesa familiar o Internet. Las comparto con ustedes porque en los tiempos que vivimos en nuestro país —con un creciente número de actos de intimidación a personajes públicos— nos vendría bien pensar sobre estos asuntos.
Lo primero que se puede hacer es tratar de ver el argumento de nuestro rival con la mejor luz posible. El autor señala que es muy fácil caricaturizar la posición contraria buscando que ésta sea representada por alguien objetable que usa argumentos ridículos para defenderse. Les aterrizo la idea con un ejemplo: para quienes están a favor de despenalizar el aborto será más cómodo que la posición llamada “provida” no esté representada por un académico o profesional de salud, sino por un alterado y misógino influencer que balbucea en Youtube. Nos hace el trabajo más fácil a la hora de marcar la cancha, pero al mismo tiempo genera una percepción falsa de que todos los que comparten esa posición son como él. El autor nos invita a no caer en ese facilismo, y que busquemos conversar y rebatir los mejores argumentos que encontremos al frente.
La segunda idea es que debemos de dejar de deshumanizar y suponer lo peor de nuestro rival político. El autor se vale de un ejemplo británico: “La mayoría de nosotros pensará que Boris Johnson es la elección equivocada para el cargo de primer ministro. ¿Pero es realmente un fascista? ¿Es realmente escoria humana? ¿Todos los votantes del Brexit son racistas?”. El autor enfatiza que este tipo de actitudes crea un ambiente donde, incluso de manera desapercibida, se está conduciendo a la violencia.
Finalmente, el viudo de Cox se pregunta si de verdad conocemos a una persona con una posición política absolutamente contraria a la nuestra. Nuevamente usa un ejemplo británico, tomando en cuenta que él y el diario donde escribe son progresistas: “¿Conoces realmente a algunos conservadores? Dado que una proporción significativa del país habrá votado en algún momento por el Partido Conservador, usted tiene un problema real si nunca ha tenido una conversación adecuada con ninguno de sus partidarios. No tener amigos conservadores no te hace tener principios; simplemente significa que estás desconectado. La política debe ser el arte de la persuasión y, para eso, primero debemos conocernos e interactuar entre nosotros”. Reemplacemos a los conservadores por los fujimoristas o los de Perú Libre y el ejemplo funciona de maravilla para nuestro país.
El autor es consciente de que poner en práctica estas tres ideas no serán suficientes para detener la violencia motivada por diferencias políticas, pero cree que podrá ayudar a fortalecer la cultura democrática. A lo expresado en el artículo habría que agregar también varias ideas sobre la importancia de la diversidad y la búsqueda de objetividad a la hora de producir, consumir y compartir noticias, pero igual no deja de ser un ejercicio que nos plantea retos reales a las dinámicas políticas actuales.
Para terminar, un dato que me llamó la atención del artículo del viudo de Jo Cox es que las encuestas indican que el 90% de británicos se encuentra comprometido con la democracia. En nuestro país esa cifra es menor. Considerablemente menor. De acuerdo al reciente informe del Latinobarómetro 2021, un 46% de peruanos apoya la democracia. Menos de la mitad del país. Así las cosas, ¿no deberíamos estar reflexionando más sobre este tipo de asuntos?
En el país hemos sufrido en carne propia, y a una escala demencial, lo que significa la violencia política con el terrorismo de Sendero Luminoso y el MRTA. Un fenómeno así de grotesco hoy se siente lejano y sin posibilidad de que se repita. Pero la idea de individuos radicalizados (que se autoperciben como activistas políticos) que deciden tomar acciones violentas frente al rival suena a algo más cercano, en especial en tiempos de tanta polarización política.
Empezar la conversación viendo lo que está ocurriendo en el Reino Unido y en otros países, podría ser una buena idea. No esperemos una desgracia para recién reaccionar.
Que excelente artículo. La polarización está logrando que cada día haya más gente desconectada, cada uno en su trinchera, generando mas división. Hay que cambiar eso de manera urgente. Creo que las personas que nos consideramos de centro y que no simpatizamos con ninguno de los extremos, tenemos que asumir la responsabiidad de tender puentes y de llevar el respeto y la tolerancia a la mesa del diálogo político en el Perú
Tender puentes con los extremos es muy complicado, agrupar gente de centro, promover la presencia de una “tercera vía” puede ser menos complicado y más persuasivo. El partido Morado pudo ser pero el líder no tiene carisma. Pienso que Del Solar podría ser un líder con llegada….Indira y Marisa G son otras dos opciones