Twitter, Musk y la “libertad”


¿Cuál será el futuro de la red social ante el cambio de propietario?


Ya lo hemos visto en las noticias: Elon Musk es el dueño de Twitter y la compra no ha sido más que una montaña rusa de información. La adjudicación de Musk empezó con una oferta billonaria, seguida de un retroceso por factores económicos, un juicio terminado antes de producir más pérdidas y, finalmente, el cambio de propiedad. No hemos visto aún cambios en el funcionamiento de la plataforma, pero sí hemos visto una serie de promesas, como que los usuarios podrían verificarse por 8 dólares al mes, que las regulaciones se volverán más laxas y que hasta habría potenciales regresos de tuiteros desterrados de la plataforma, como Trump. 

El estandarte de Musk es la defensa de la libertad de expresión, un concepto que él y sus seguidores entienden de una forma muy particular. Ellos parecen asumir como censura las consecuencias que recaen sobre quienes vociferan mensajes de odio, comparten información falsa, o simplemente ponen en juego la seguridad de otras personas. Además, ven a Twitter como un pilar de la democracia moderna, o por lo menos occidental. Twitter y otras redes sociales pueden ser medios por los cuales ejercemos nuestros derechos o tratamos de quitárselos a otros, pero decir que sin Twitter se termina la democracia es algo que hasta los tuiteros más empedernidos pueden cuestionar. 

Algo similar ocurre con el conocimiento. Twitter no es fundamental para su creación y circulación, pero sí es uno de los lugares escogidos por quienes lo crean. Como sabemos, Twitter es una red social escogida por científicos, expertos y periodistas y a través de ella conocemos las últimas noticias, descubrimientos, artículos, peleas intelectuales, entre otras interacciones que ocurren entre expertos y que de esta forma se abren al público general.

Para los expertos, Twitter también tiene ventajas. Primero, es un lugar para compartir los resultados de sus trabajos con comunidades de expertos y el público general que los sigue. Es también un lugar para expresar opiniones basadas en conocimiento profesional y ser parte de debates cotidianos. Por último, también ofrece una conexión directa con la prensa, que suele llamar a expertos que ya se encuentran en redes sociales o a quienes suelen opinar sobre temas de interés.  Estas ventajas vienen acompañas de comunicaciones menos agradables, como los comentarios negativos, troles anónimos y hasta las amenazas que reciben los expertos por esta red social.

A pesar de las críticas de los expertos hacia Twitter, la mayoría decide enfocarse en las ventajas que ofrece la plataforma y quedarse en ella. Este no es un detalle menor, y probablemente es lo que diferencie a Twitter de las otras redes sociales. En cualquier conversación en la que se esté criticando a Twitter, los usuarios se consuelan diciendo que es el lugar donde más rápido se enteran de la información y donde se puede leer de primera mano las opiniones de los expertos. Hasta ahora las ventajas parecen ser más que las desventajas, pero si esto cambia y Twitter se convierte en tierra de nadie, los expertos podrían migrar a otras plataformas o, simplemente, dejar de comunicar sus ideas en redes y centrarse en círculos profesionales más cerrados. 

Como dije al inicio, Twitter en sí no ha cambiado, pero sí ha cambiado en algunos la percepción de lo que se puede o no decir en la plataforma. El día que Elon Musk asumió como cabeza de la red social, las cuentas de ciertos comentaristas extremos dieron rienda suelta a opiniones que, según ellos, hasta el momento no habían podido decir, aunque realmente no había cambiado ningún tipo de regulación y solo había cambiado el nombre del dueño. Es así como insultos homofóbicos, xenofóbicos y otros mensajes de odio se volvieron virales. Algo que también me llamó la atención fue que la palabra “ivermectina” se hiciera viral: al revisar los tuits que incluían esta palabra se podía leer a muchos decir que ahora que Musk estaba a cargo de Twitter por fin podían decir que realmente la ivermectina servía para curarse del coronavirus. Obviamente, poder publicar esto no la convierte en un medicamento aprobado para esta enfermedad, y menos equipara a los tuits con evidencia científica. 

Lo mismo ocurre con todos los otros temas que los expertos científicos y de otras disciplinas suelen tratar en esta red social. La gente sigue a los expertos en Twitter porque creen que lo que dicen allí tiene equivalencia en el mundo real. Si los médicos están hablando sobre un medicamento en esta red, se espera que ello esté avalado por los estudios correspondientes y sea aprobado por las agencias de salud, las cuales cuentan con determinados procesos establecidos. Lo mismo ocurre con temas de política, historia y otras áreas del conocimiento. 

En el mundo real, los expertos están acostumbrados a las preguntas, a las respuestas de la audiencia y a la crítica por parte de otros expertos y no expertos. Cuando estos piden que las redes sociales funcionen con cierto orden, no están pidiendo que se eliminen las opiniones contrarias, sino que las mismas normas que se aplican en el mundo real sean aplicadas en nuestras interacciones online. Por ejemplo, así como una persona sin estudios médicos no puede realizar un diagnóstico, tampoco cabría que se recomiende ciertos medicamentos que no han sido aceptados para determinada enfermedad. 

En resumen, tanto en el mundo real como en el virtual es difícil controlar la libertad de expresión o los ataques hacia ella. Por el momento, Twitter sigue siendo la red social escogida por los expertos, a pesar de los ataques y las amenazas que suelen recibir. Sin embargo, los cambios y la apertura de una libertad de expresión sin regulación podría cambiar este panorama y desanimar a quienes hasta ahora balanceaban la toxicidad que recibían en Twitter para enfocarse en los aspectos positivos. La toma de mando de Musk nos hace dudar si la mayoría de los expertos se quedarán en Twitter, si migrarán a otras plataformas o si, ante la avalancha de desinformación y mensajes negativos, optarán por el silencio.  


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