Ejemplos recientes de que nacer mujer en nuestro país viene con desventaja
1.
Hace unos días, inmediatamente después de compartir en las redes sociales su paso por la alfombra roja durante la celebración por los 15 años de Tondero, la actriz Jely Reátegui se convirtió en la muñeca vudú virtual de una miríada de imbéciles que comenzaron a atacarla con un ardor digno de mejor causa. No porque les pareciera, por ejemplo, una huachafería la idea misma de la alfombra roja o detestasen las películas que salen de esa productora, motivos que, por supuesto, tampoco merecerían ninguna agresión. La razón era más sencilla y al tiempo más desopilante: la artista ―una joven guapa, carismática y, sobre todo, bastante talentosa― había tenido el atrevimiento de asistir al evento, bella y canchera, luciendo una cabellera corta que parecía en llamas y un atuendo con transparencias que dejaba entrever sus tetas. Y ya. Eso bastó para lo dicho, montoneras de tipos y tipas ―sí, increíblemente― insultando el sentido común y las buenas maneras con improperios que la calaban de desvergonzada, provocadora y buscona, pero con un lenguaje lleno de procacidades misóginas.
No sé qué me parece más lamentable, si ese derecho autoarrogado a opinar sobre el cuerpo y los actos ajenos, la cucufatería o la falsa moral. Ahora bien, dicho comportamiento ―que revela preocupantes problemas mentales― no es aun hoy exclusivo de las naciones tercermundistas. Casi al mismo tiempo, durante su intervención en el festival Sonorama llevado a cabo en Burgos, España, la tremenda Eva Amaral decidió abrirse la ropa para enfrentar con sus pechos el prejuicio: “Nadie nos puede arrebatar la dignidad de nuestra desnudez y de nuestra fortaleza. Porque somos demasiadas. Y no podrán pasar por encima de la vida que queremos heredar, donde no tenga miedo a decir lo que pienso”, clamó al tiempo que empezaba a cantar un clasicazo de su repertorio, que para la ocasión cobró nuevos bríos: ‘Revolución’.
Una desde la coquetería y la otra con el activismo, ambas artistas hicieron suya la idea de que el cuerpo es no solo un campo, sino también un instrumento político. Y hoy, con el avance del más rancio conservadurismo (valga el oxímoron), toda confrontación debería ser celebrada. Al respecto vale anotar que, tanto en el caso de Reátegui como en el de Amaral, la estulticia fue repelida por otros tantos caballeros y damas que respaldaron y reivindicaron sus acciones.
2.
Mila es una niña loretana de 11 años que desde los siete ha padecido abusos sexuales por parte, primero, de un tío, y luego de su padrastro. Es pobre, por supuesto: el mundo entero parece irle en contra. Por eso mismo terminó embarazada. Y, por increíble, por desalmado que parezca, en un primer momento se le negó el derecho al aborto terapéutico, a la vez que un juez de Maynas dejó en libertad a su agresor basándose en que durante el examen forense no se encontró espermatozoides, sino solo secuelas de lesiones antiguas. Según el juez, no había indicios suficientes para encarcelarlo.
El informe de la junta médica del Hospital Regional de Loreto fue rechazado por la opinión pública, la Defensoría del Pueblo, varios organismos internacionales, algunos medios de comunicación que vieron con espanto el abuso y la revictimización a la que era sometida la pequeña. La jueza Janet Tello, de la Comisión de Acceso a la Justicia del Poder Judicial, aclaró, a propósito del dictamen de la junta, que la maternidad forzada derivada de una violación “constituye una forma de tortura”. Finalmente, y tras mucho bregar, Mila fue traída al Instituto Nacional Materno Perinatal de Lima para interrumpir esta perversidad y “evitar en su salud física y mental un mal grave o permanente”. Llevaba, menos mal, solo 19 semanas de gestación.
Al respecto, muchos recordaron el caso de Camila, otro seudónimo para otra niña pobre y provinciana, esta vez de Apurímac, que a los 13 años resultó también preñada de su propio padre. Ella tuvo menos suerte pues sí le negaron el derecho, aunque terminó perdiendo al bebé de forma espontánea. Igual la Fiscalía le abrió una investigación como presunta autora del delito de inducción al aborto. Tras estallar el escándalo fuera, el Comité para la Protección de los Derechos del Niño de la ONU señaló en junio que el Estado peruano había vulnerado sus derechos y conminó a la despenalización inmediata de la interrupción del embarazo de todas las menores víctimas de violación. Según reporta el Fondo para la Población de Naciones Unidas, cada día nacen en nuestro país cuatro niños de madres de entre 10 y 14 años.
Queda claro que ambos casos son conocidos por haber sido mediatizados, pero son solo muestras de una tragedia cotidiana. Casi todos nos hemos sentido indignados por el estupro del que fueron victimas en su propio hogar unas chiquillas que deberían estarle sonriendo a la vida, y por el trato infame que han recibido estas en una supuesta defensa de un embrión (que no es aún un ser humano).
3.
Y digo casi todos porque existen personas que se oponen y escogen la vileza, como la legisladora Milagros Jáuregui de Aguayo, quien sostuvo, por ejemplo, que “hay una relación entre la madre y la hija, así haya sido de violación. (…) En todos los casos, el aborto es un asesinato”.
La primera vez que tuve noticias de la señora fue en diciembre de 2021, cuando la congresista de Renovación Popular presentó públicamente un informe —que nadie le pidió— por sus primeros cien días en el cargo, oportunidad que aprovechó para condecorarse a sí misma y a su esposo, Guillermo Aguayo, en virtud de su “defensa de la familia y la vida”. Entre los méritos que justificaban su propia premiación, destacó ser fundadora y directora del Centro para el Desarrollo de la Familia, institución especializada, claro, en “instruir y orientar a la familia”. Además, la señora se felicitó solita por fundar también la misión cristiana La Casa del Padre, “iglesia orientada a ganar familias y bendecir a las siguientes generaciones”. De paso, les dio medallitas a los líderes de su secta.
Desde entonces su papel ha sido un solo de paparruchas e inutilidades, como legislar contra el lenguaje inclusivo y reafirmarse en su obsesión antiabortista. En octubre del año pasado declaró: “Nosotros somos la reserva del valor de #LaFamilia en el mundo entero. Somos amadores de #LaVida y no podemos abrazar una política que pueda legalizar el asesinato más cruel a las personas más indefensas, los bebés que están desarrollándose en el vientre de su madre”.
Cucufata, retrógrada, meapilas, conspiranoica, defensora de células arrejuntadas antes que de niñas víctimas del horror, Jáuregui de Aguayo es la flamante presidenta de la comisión de Mujer y Familia del Congreso.
Pensar, escribir, editar, diseñar, coordinar, publicar y promover este y todos nuestros artículos (y sus pódcast) cuesta y nosotros los entregamos sin cobrar. Haz click en el botón de abajo para contribuir y, de paso, espía como suscriptor nuestras reuniones editoriales.