Travesuras de los científicos y de Vizcarra


Cuando la realidad supera a la regulación


Hay ciertas frases que gozan de renta gratis en mi mente y una de ellas es “mejor pedir perdón, que pedir permiso”. La escuché por primera vez en el colegio, cuando iba a hacer alguna travesura con mis amigas y se convirtió en la carta blanca que necesitábamos. 

            Esta es una frase que desafía toda ética: si vas a cometer una acción por la cual debes pedir perdón, entonces no la deberías hacer en primer lugar. Pero también hay “travesuras” que prometen: bailar la última canción pasada las doce, tomar una decisión arriesgada en el trabajo y, en el caso de la ciencia, alcanzar un adelanto científico.

            Los científicos a veces piden permiso, otras veces piden perdón. 

            Por definición, la ciencia y tecnología (CyT) trabaja en el mundo de la creación de nuevos conocimientos, objetos, procesos, etc. Trabajar en lo que aún no existe coloca a la CyT en un limbo entre el permiso y el perdón. El riesgo de pedir siempre permiso puede truncar el desarrollo de una tecnología, mientras que el perdón puede llegar muy tarde. 

            El desarrollo de la CyT está regulado por entidades externas e internas. Y como “hay diferentes tipos de tecnologías, hay diferentes tipos de regulaciones”[1]. Dentro de las universidades, la investigación es regulada mediante las aprobaciones de cada departamento, por comités de ética, entre otras acciones que demarcan la libertad de los investigadores. El dinero también es un regulador, pues solo se financian tecnologías con potencial de retorno, o se incluyen impuestos elevados a tecnologías con elevado riesgo (por ejemplo, impuesto a los cigarros, o a procesos que afectan al medio ambiente). Nosotros, como usuarios, ejercemos cierta regulación que va desde el activismo hasta la decisión de compra. 

            Pero el primer paso para regular algo es saber que existe: ¿cómo regulamos las tecnologías que desconocemos? ¿Confiamos en la autorregulación de los científicos y los gobiernos? Emitir un juicio moral como audiencia es fácil; como protagonista, es más difícil. A cualquier persona, incluidos los científicos, se les empaña la brújula moral cuando se debaten entre pedir perdón o permiso. 

            Aunque vemos a los científicos como bloques de objetividad a prueba de travesuras, no lo son. Ellos también se rigen por a mí nadie me quita lo bailado… o lo inventado. La promesa de ser autor de una tecnología que rompa esquemas complica la capacidad de anticipar las consecuencias. Según el sociólogo Robert Merton[2], existen tres obstáculos para medir el riesgo de nuestras acciones: ignorancia, error e ideología. 

            En este punto, probablemente usted haya pensado en uno de los grandes desastres de la CyT: la bomba atómica desarrollada por Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial. El peso de la historia la cataloga como una tecnología por la cual se pide perdón. Sin embargo, este perdón no fue ni es homogéneo. Cuando las ciudades de Hiroshima y Nagasaki fueron bombardeadas, 85% de la población de Estados Unidos aprobaba esta decisión, argumentando que fue un “bien necesario” que redujo la pérdida de muchas vidas. De los ganadores, por supuesto. 

            Ver el potencial bélico de esta tecnología llevó al desarrollo de más bombas atómica por países como el Reino Unido, la Unión Soviética y Estados Unidos. Al mismo tiempo, estas “iniciativas” impulsaron la regulación de su uso. En muchos casos, fueron los mismos científicos relacionados con su desarrollo quienes abogaron por su regulación.

            Sin llegar a categoría de bomba atómica, esta semana en el Perú hemos estado en el limbo del permiso y del perdón. Con la noticia de la vacunación clandestina de Martín Vizcarra hemos entrado en el debate de la regulación, la ética y la realidad. Entre las peleas de Twitter podemos identificar una conversación más interesante: ¿está regulado lo que usualmente no pasa? Si no está regulado, ¿igual hay que pedir perdón? ¿Se ha abierto la caja de Pandora de las regulaciones de CyT para el público general? 

            Para este debate, la herramienta necesaria es conocer cómo se regulan los estudios clínicos. Pero, como la mayoría no conocemos estas regulaciones, llevamos el debate hacia lo ético o hacia la oportunidad. Aquí nacen preguntas como: ¿fue ético que el Presidente se vacune antes que nadie? ¿El Presidente tiene que dar el ejemplo en cada caso? ¿Se perdió una oportunidad de comunicación? 

            En este caso, la realidad y la ética superan a la regulación. Ahora sabemos que el expresidente sí se vacunó fuera del estudio[3] y constituye una falta grave. Pero si se hubiera confirmado la primera versión de los hechos —que participó como voluntario—, ¿cómo compaginamos la ética, la regulación y la realidad? ¿Por ser presidente tiene que comunicarlo? ¿Un cargo político no debería someterse a los posibles riesgos de un ensayo clínico?

            Con el paso del tiempo, muchos físicos que participaron en la bomba atómica redirigieron sus brújulas morales hacia el arrepentimiento, aunque “no conocieran” el uso final que tuvieron sus investigaciones. Sacar la carta de “yo no controlo el uso de mi invento” es una práctica común en la regulación de la CyT. Y aunque es cierto, sí existen herramientas para prever la mayor cantidad de usos, sobre todo los ilegales, como abrir los procesos al público y tener comités más diversos. Ante el desarrollo de nuevas tecnologías, hay que ser imaginativos. Los usos “alternativos” que la realidad nos ofrece nos ayuda a modificar las regulaciones de la CyT. Nuestra experiencia nacional puede servir para otros países, para que sus regulaciones se adelanten a las brújulas éticas empañadas de sus mandatarios.  


[1] The regulation of technology, and the technology of regulation, Jonathan B.Wiener

[2] “The Unanticipated Consequences of Purposive Social Action.”

[3] El Comercio, Cayetano desmiente a Vizcarra https://bit.ly/3pleOZQ

3 comentarios

  1. Federico Alponte-Wilson

    En Twitter ya se comenta que en el bicentenario “ Fracasamos como república”.

  2. CIEZA MORA, JAIRO NAPOLEON

    Se dice que son «vacunas de cortesía» ¿Qué implica este término? ¡puede ser que sean dirigidas a altos funcionarios que tiene que ver con la compra y a sus allegados?

    Gracias!

    Jairo Cieza

    • alejandra

      El término vacunas de cortesía me produce dolor de cabeza, porque da a entender que si es un regalo uno puede saltarse las regulaciones actuales. Hay que entender que fue un lote de vacunas que fue distribuido fuera de un estudio clínico, fuera de aprobación y fuera de calendario de vacunación…Este tema tiene tantos niveles de complejidad que es difícil que sepamos algo determinado ahorita

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