Siri, escríbeme una novela


¿Se quedarán sin trabajo los artistas a causa de la inteligencia artificial?


Las profecías del siglo XX que anticipaban que la tecnología terminaría desembarcando de muchos trabajos a los humanos se han venido cumpliendo: la ya lejana novedad de los robots que ensamblaban autos se ha ido acercando a nuestra cotidianidad con los autómatas que despachan las compras que hacemos en Amazon, los bots que nos llaman por teléfono para vendernos servicios y hasta por esos barrenderos domésticos que desconciertan a nuestras mascotas. Sin ir muy lejos, hace poco, por ejemplo, decidí usar una aplicación gratuita para crear un afiche y un diseñador gráfico perdió una oportunidad de trabajo. 
Esa misma semana también se hizo popular el lanzamiento de ChatGPT, un programa robot al que se le puede hacer preguntas y pedidos que implican conocimiento.

Quizá culposo por haberle usurpado su función a un diseñador, me pregunté qué tan cerca estaría el famoso programa de quitarme a mí el trabajo de escritor.

Le escribí: ¿Puedes escribir un microrrelato de misterio? Y me respondió así:

La noche era oscura y fría. El viento soplaba con fuerza, haciendo que los árboles se balancearan. El silencio era inquietante.

De repente, una figura salió de la nada. Se movía lentamente, como si estuviera buscando algo. La figura se detuvo frente a una puerta cerrada. La figura sacó una llave del bolsillo y abrió la puerta. Después de entrar, la puerta se cerró de golpe.

Un escalofrío recorrió la espalda de la figura. ¿Qué había adentro? ¿Qué secretos se ocultaban tras esa puerta?

No está mal, pensé: podría ser la tarea de un adolescente cumplidor al que un profesor debería señalarle los lugares comunes y las redundancias. Me alarmé. Si, como dicen, la inteligencia artificial multiplica su eficiencia a pasos agigantados, ¿no sería cuestión de años para que el robot me respondiera creando un relato digno de Monterroso?  

Ya que la poesía siempre me ha parecido más retadora que la prosa, y como ese día mi novia cumplia años, le pedí un poema de amor para ella. 
Este es un extracto de lo que me respondió:

Amor mío, hoy es tu cumpleaños

Y quiero que sepas que te amo de verdad

Porque eres mi luz en la oscuridad

Y me haces sentir como si fuera un rey

Claramente, aquí le fue peor, aunque a favor del robot debo decir que, al menos, no resultó pretencioso como ciertos poetas y cantautores. Decidí entonces afinarle los parámetros y hacerle el mismo pedido, pero indicándole que escribiera el poema como Ezra Pound.

Aquí un extracto: 

Oh, mi amor, tu belleza es como una flor
Que se abre al sol de la mañana
Y el brillo de tus ojos es como una estrella
Que brilla en la noche sin fin.

Reconozcamos que aquí el espíritu de Pound hizo lo suyo.

Luego me entretuve preguntándole asuntos académicos, como qué reformas electorales se necesitarían para que el Perú no tenga tantas crisis políticas, o si era necesario que tuviéramos una cámara de senadores. Las respuestas del robot eran las esperables en cualquier manual genérico de Ciencias Políticas, sin un análisis particularmente perpicaz sobre nuestra complejidad, aunque es de reconocer que estaban redactadas con la mayor pulcritud.

Me quedó claro que el robot lanza su red sobre todo el conocimiento disponible que encuentra a su alcance en la internet y responde con un promedio aceptable, un beige que por ahora está lejos de ser bermellón. Pero incluso si llegara a ser más perspicaz y aprendiera a corregirse como lo hacen los maestros de la prosa y la poesía, me atrevo a vaticinar que jamás llegaría a estar a la altura, al menos en términos humanos, de los verdaderos revolucionarios de la narrativa, la poesía, la música, la filosofía. 
¿Por qué escuchamos cantar a Dylan a pesar de su fea voz? ¿Por qué seguimos la prosa de escritoras y escritores que transgreden la corrección de la gramática? 
Cuando se trata de elevar emociones, la impronta humana tiene una huella que no se puede replicar. Cuando aplaudimos a un artista porque ha encontrado su propia voz, lo que en verdad hacemos es reconocer que por fin ha conectado sus emociones con su técnica, sin el obstáculo de la vergüenza y con el aprendizaje que le han dado revolcones, llantos, carcajadas y momentos sublimes. Los actores, escritores, pintores e intérpretes musicales y danzantes se sumergen en sus experiencias emocionales para emocionarnos, y emoción es lo que un robot no tiene.

Imagino que esta tecnología sí podría servir algún día para diagnosticar dolencias recurrentes que no pongan en peligro vidas, o para aliviar la carga procesal de los juzgados al despachar casos elementales de justicia que requieran un mero cotejo con la ley vigente; pero dudo que a raíz de una injusticia encontrada en los archivos escriba con grandeza la historia de un ciudadano que sufre por ella, tal como Victor Hugo lo hizo con un presidiario que imaginó.


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2 comentarios

  1. Lina

    Me atrapó de inicio a fin, tanto que quiero explorar ese «chatGPT».
    Acabo de sentir que le quito trabajo a un diseñador por usar Canvas, no pude evitar el comentario.
    Gracias, fue mi primera lectura de este sábado y mi deja con la «mente chispeante»

  2. ¡Me encanta tu blog sobre cómo Siri escribió una novela! Es fascinante ver cómo la inteligencia artificial puede ser tan creativa. Los personajes y la trama son realmente cautivadores. ¡Sigue haciendo un gran trabajo y espero poder leer más historias sorprendentes en el futuro! Saludos, GPTOnline.

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