Ser LGBT+ con letras y cifras


Datos para entender mejor la problemática de la diversidad sexual en nuestro país


El otro día tuve una reunión con funcionarios extranjeros en la que debía de explicarles la situación de las personas LGBT+ en nuestro país. Quise acompañar esa explicación con cifras, lo que, en nuestro país, como saben, es una tarea harto complicada. 

Como expliqué en un artículo anterior de Jugo de Caigua, la comunidad LGBT+ es la única población en estado de vulnerabilidad que no cuenta con estadísticas oficiales producidas por el INEI. Si alguna autoridad local quisiera saber cuántos vecinos de su distrito son adultos mayores para diseñar un programa para ellos, podría acceder a la información geolocalizada con un gran nivel de precisión; si algún académico estuviera realizando una investigación sobre comunidades indígenas amazónicas en determinada región, podría tener toda la información socioeconómica que busca; si algún periodista quisiera escribir un informe sobre el acceso al empleo de las personas con discapacidad, también podría acudir a datos que ayuden a entender el panorama.

Nada de eso sucede con la comunidad LGBT+. Ni el Censo, ni la Encuesta Nacional de Hogares, ni ningún otro instrumento de medición del INEI incluye la variable de orientación sexual o identidad de género de nuestros ciudadanos.

Entonces, ante la ausencia de data oficial, uno debe apoyarse en las encuestas y estudios exploratorios hechos desde la sociedad civil y el sector privado. Comparto con ustedes la recopilación realizada. 

El 8 % de los encuestados por Ipsos se considera LGBT+. Esto quiere decir que 1.700.000 peruanos adultos en nuestro país son parte de la comunidad, un número mayor a toda la población de la región Arequipa.

Otra encuesta de Ipsos señala que el 71 % considera que las personas LGBT+ sufren discriminación en el Perú. Esto hace que las personas de la diversidad sexual sean consideradas el grupo más discriminado, por encima de las personas indígenas, los extranjeros, las personas con discapacidad, etc. 

Paradójicamente, quienes respondieron esa encuesta también afirmaron en un 37 % que, de tener una empresa, no contratarían a una persona trans. Un 30 % dijo lo mismo respecto a una persona homosexual. El 36 % de los consultados señala que sería peligroso dejar a un niño al cuidado de un homosexual. Y un 19 % cree que la homosexualidad es una enfermedad.

El primer proyecto de ley de unión civil lo presentó la congresista fujimorista Martha Moyano en 2003; el último lo ha presentado el congresista de Avanza País, Alejandro Cavero, este 2022. Han pasado 19 años y la figura legal todavía no se aprueba. Y, de acuerdo a Ipsos, solo el 38 % está de acuerdo con su aprobación. La cifra baja a 32 % cuando se pregunta por la adopción de hijos. Ya ni preguntar por el matrimonio igualitario.

En un estudio exploratorio de la organización Más Igualdad Perú, cerca del 40 % de quienes contestaron la encuesta señalaron que habían sido sometidos a algún tipo de “terapia de conversión” para intentar cambiar su orientación sexual o identidad de género. De ese grupo, 62 % fueron sometidos a esas prácticas siendo menores de edad. La mitad de estas mal llamadas “terapias” se realizaron en instituciones religiosas o por personas o profesionales (que dicen ser) cristianos.

Con todo lo anterior, no es de sorprender las cifras de un estudio que realizamos hace dos años desde mi despacho parlamentario y el equipo de Más Igualdad Perú sobre migración calificada internacional de peruanos LGBT+. Es decir, personas muy capas de la diversidad sexual que se fueron a vivir fuera del Perú. El 81 % de los encuestados indicó que la homofobia había sido un elemento que consideró a la hora de irse del país y el 76 % de ellos no tienen la intención de volver nunca más.

Por supuesto, existen más cifras que nos hablan del acoso escolar, la precariedad laboral, el desempleo, la violencia. Y los números por sí solos no cuentan toda la historia. Se necesita también sumar los testimonios de las personas que dan sentido a esos números. A todas las voces, desde cada rincón, desde cada closet, desde cada color del arcoíris. 

Con la suma de todo eso, y con las ganas de entender, se puede tener más claro qué significa ser LGBT+ en el Perú. La frustración, la tristeza, el enojo acomulado. Los sueños interrumpidos, el nudo en la garganta, las cicatrices de risas en la espalda (Lemebel dixit), la melancolía por un pasado que no fue y un futuro que es probable que tampoco sea. Por supuesto, también la resiliencia de muchos, la solidaridad de tantos, los errores de la estadística, las sorpresas, los obstáculos superados. Los abrazos que celebran, los abrazos que levantan, los abrazos que protegen.

Y la música. No nos olvidemos de la música; esa que, maravillosa y terca, se cuela por cualquier rendija y permite que, pese a todo, podamos bailar. 


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