Se vende vacuna


El Estado se rinde otra vez antes de empezar la partida


Desde un punto de vista individual, la comercialización privada de la vacuna contra el COVID-19 me beneficia. Entre mis tarjetas de crédito, algún sencillo bajo el colchón y los 20 soles mensuales que saco en Jugo de Caigua podré pagar mi propia vacuna y hasta la de mis padres. 

           Por ese lado, y por la vía privada, resolveré mi principal preocupación para el 2021: conseguir cuanto antes inmunidad para mi círculo más cercano.

           Esto redunda en varias cosas que ya me ocurrieron durante la pandemia:

           -Pude cumplir una cuarentena estricta con cierta tranquilidad, porque mis ingresos me lo permitían (y como odio ver gente, no extrañé a nadie).

           -Pude adquirir, con la mía, unas mascarillas que hasta ahora parecen protegerme. 

           -Cuando llegó la crisis del oxígeno, separé un billete para comprarme un balón de manera preventiva.

           -En un arranque de duda, me pagué una prueba rápida en una clínica. 

           -En un arranque de pánico, pagué a un familiar una prueba molecular en un laboratorio.

           -En un arranque de rabia, pagué a otro familiar otra prueba porque EsSalud le dijo que no tenía nada, pese a tener todititos los síntomas.

           En otras palabras, muchas de las acciones claves para prevenir la enfermedad, o para amortiguarla, las hice por la vía privada. Como el Estado colapsó (bonos, oxígeno, pruebas), eché mano a mi propio colchón y caí parado.

           Para mí estuvo bien, claro.

           Pero desde un punto de vista público, esto es un espanto.

           La conclusión es que, si tienes plata, es mucho más probable que te salves. Y si no la tienes, anda sufre. 

           Como el Estado no pudo con todo —por precario, débil, abandonado o por gente interesada—, fue dejando varias cosas en manos de los privados: las mascarillas, las pruebas rápidas y las moleculares, el oxígeno.

           Y, en verdad, no tengo la impresión de que haya salido muy bien que digamos. Como el Estado regula de manera fantasmal, hubo desde especulación de precios hasta cobros de laboratorios por servicios que el Estado hacía de manera gratuita. Y no olvidemos la actitud miserable de las clínicas.

           Dentro de este esquema ubico la comercialización de las vacunas. Nuevamente el Estado, incapaz de proveer servicios a todos, deja algunas cosas en manos de los privados. 

           En un mundo ideal, esto es una buena idea por donde se le mire: un buen grupo de personas obtiene la vacuna por su cuenta porque pueden pagarla, y el Estado puede usar así sus poquitos recursos en las personas vulnerables, en las que más la necesitan. Win-win. We are the champions, my friends.

           Pero esto no es el mundo ideal. Esto es el Perú.

           Ya en el 2020 vimos lo que ocurre cuando dejamos que los privados se encarguen de un tema de salud pública: una real porquería. Y así como el Estado tiene problemas inmensos para ejecutar, también los tiene para regular. Sufre. Se hace bolas. Se rinde. 

           Y las personas que sostienen ahora que los privados harán las cosas bien serán las mismas que se opondrán a que el Estado los regule cuando hagan todo hasta las patas.

           Como triste colofón, debo decir que esto parece una guerra de subóptimos. Dejar que los privados comercialicen la vacuna es una mala opción. Pero evitarlo y poner todo en manos del Estado tampoco era una salida agradable: así terminaríamos vacunados el 2025. 

           Sin embargo, uno queda con un horrible sinsabor en la boca. Luego de 20 años de crecimiento, aupados por una derecha a la que le importó un pito las instituciones, quedamos con un Estado tan débil que se rinde antes de empezar la partida. Y la salvación ante una emergencia pública parece ser individual, tal como decía hasta el cansancio el credo neoliberal.

7 comentarios

  1. Jose Ruidias

    ¿Solo 20 soles por Jugo de Caigua? ese Gustavo es un loquillo….jaja.

    Fuera de bromas, pienso que tu análisis es correcto Carlos; muy a pesar que en términos económicos estoy en la otra acera, el desarrollo de tu idea es impecable. Pero la pregunta es: ¿Qué hacemos además de renegar? ¿Cómo enfrentamos de manera eficiente esta situación?. Todos estamos de acuerdo en que la salud es un bien público, pero lamentablemente arrastramos décadas de ineficiencia sistémica y como bien lo mencionas, si dejamos todo el proceso en manos del Gobierno (a diferencia del Estado, éste es el ejecutor), terminaríamos de vacunarnos en el 2025, seguramente ostentando un nuevo récord mundial en muertos por millón de habitantes. ¿Qué plantearías al respecto?
    Un abrazo,
    José Ruidías

  2. Wilson Luis

    Creo que a la corta 6 meses no habrá oferta privada pero después de eso con existencias de vacunas superiores a la capacidad de vacunación no creo que pueda garantizarse exclusividad de venta solo a estados, habría que exigir un programa de vacunación masivo, contratar a profesionales (básicamente enfermer@s) si es necesario importarlos, Cuba y China serian las únicas opciones con la capacidad disponible.
    Por que me temo que a mas tardar para el ultimo trimestre del año la oferta de vacuna vía pago será una opción.

  3. Gonzalo Quijandria

    Las empresas privadas deberían poder vacunar a sus trabajadores y sus familias, sin esperar que el Estado lo haga; si ellos pueden hacerlo no debería molestar a nadie que lo hagan. Y que el Estado priorice la atención de los servidores públicos y la gran mayoría que no está en planilla. Eso no generaría niguna especulación. Mientras más personas vacunadas haya más protección tendremos todos.

  4. Ana

    El sistema de salud estatal está mal por acción u omisión del Estado que, teniendo la obligación de proveer salud pública, lo hace de forma deficiente. Y por qué? por personas corruptas de diversas formas, en un sistema en el que no pasa nada si como servidor público, optas por no servir. Sí hay presupuesto, se usa mal, pero no pasa nada. Y finalmente, para atenderte, no te queda de otra que ir al sector privado, donde lamentablemente no te van a prestar un servicio gratis.

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