Reto


Un cambio trascendental y una foto pendiente


Ricardo Sumalavia es doctor en Letras por la Universidad de Burdeos. Fue responsable de la Colección Underwood y la Colección Orientalia en la Universidad Católica, donde actualmente es profesor y director del Centro de Estudios Orientales. Ha publicado los libros de cuentos Habitaciones (1993) y Retratos familiares (2001), los libros de microrrelatos Enciclopedia mínima (2004) y Enciclopedia plástica (2016), y las novelas Que la tierra te sea leve (2008), Mientras huya el cuerpo (2012), No somos nosotros (2017) e Historia de un brazo (2019, 2021, 2022).


A través de las redes veo diferentes retos que son compartidos por muchos. Uno de ellos, que al parecer sigue siendo tendencia, consiste en colocar una foto o video actual con tus familiares o amigos; todos dispuestos en un orden específico, un orden que se revela con la segunda foto que aparece. En esta segunda imagen vemos a las mismas personas, pero cuando eran niños o mucho más jóvenes. El efecto conseguido en este reto es tierno. Contemplar cómo ha pasado la vida en nosotros, cómo hemos cambiado, y ver mucho más mayores a quienes ya lo eran, sobre todo padres, madres y abuelos. Una de estas imágenes me llamó la atención. En la foto actual veo a una mujer mayor con sus hijas y su hijo, todos ellos jóvenes. Están a la orilla de la mar, con sus ropas de baño. No tendrían por qué llamar la atención. Se les ve divertidos, sabiendo que es solo una foto para las redes. Pero la segunda imagen, la que debe mostrarnos a esta familia con sus rostros de diez o quince años atrás, nos presenta a una joven madre rodeada de tres niñas. Me detengo en la imagen de una de las más pequeñas. Veo la segunda foto y veo, en la misma posición, a un hombre de cuerpo atlético. Son la misma persona. Sonrío porque estas imágenes me hacen pensar en Isaac, mi hijo, quien no hace mucho tiempo fue Verónica.

Isaac vive en Francia desde sus trece años. Su transición ocurrió, relativamente, hace poco tiempo, durante la pandemia. Cumplió sus treinta años siendo Isaac. No fue fácil para él. Sin embargo, tuvo todos los apoyos posibles: los de la familia e, incluso, los del Estado francés (cubrieron gran parte de las consultas médicas y quirúrgicas). Asumir su identidad, puedo decir, fue la mejor decisión que pudo haber tomado. Tiene una pareja maravillosa y los dos construyen sus vidas. 

Fue imposible no preguntarme qué hubiera pasado si Isaac hubiese permanecido en el Perú. Lo más probable es que sus alternativas de ser quien se siente ser se hubieran visto reducidas. De hecho, por ser peruano, aún debe lidiar con la RENIEC para que le acepte el cambio de nombre, que por principio es rechazado, y luego, siempre con el apoyo legal de los Colectivos LGTBI, obtener el nuevo documento de identidad que dirá Isaac, pero no Masculino en la sección que indica su género. Él vive en Francia, pero su país de origen lo persigue. Por supuesto, Isaac aprecia gran parte de la peruanidad que está dentro de él, pero no puede negar que existe esa otra peruanidad conservadora que tratará, por todos los medios, de reclamarle que siga siendo Verónica. Son batallas para librar. Él ha asumido un reto. Sé que lo logrará.

Quiero imaginar las fotos que podríamos utilizar para compartir ese challenge en Instagram o TikTok. A sus ocho meses de haber nacido, a principios de los noventa, realizamos un viaje en bus a diversas ciudades ecuatorianas. El viaje fue divertido. Visitamos Guayaquil, Quito, Cuenca y debíamos volver por Machala. Camino a esta ciudad, el cambio de altura afectó sus oídos. No paró de llorar durante todo el trayecto. Su madre y yo estábamos angustiados. Llegamos un domingo por la noche a una ciudad que no conocíamos y nos fue difícil encontrar un pediatra. Por fortuna, hallamos uno, un médico muy generoso que, incluso, nos regaló los medicamentos. Volvimos al hotel y notamos que la medicina estaba surtiendo efecto. Me quité la camisa y me tumbé en la cama, boca abajo. Isaac gateó hasta llegar a mí y se trepó a mi espalda. Posó su mejilla, de color durazno, sobre mi piel. Su madre nos tomó una fotografía en esta posición. Su carita aparece somnolienta y cansada, como si acabara de librar una gran batalla. Cuando nos veamos, espero que pronto, le pediré que hagamos este reto. Uno más.

6 comentarios

  1. Victor Eduardo Caballero Beltran

    Interesante artículo Reto, es una tarea bien díficil hacer que el Perú la gente abra más su mente como los países más desarrollados en cuánto a la identidad de género o el respeto a la persona misma por su forma de ser o sentir. Por mi parte viajar al exterior me abrió más la mente, pero no todos tienen la oportunidad de viajar.

    • Ricardo Sumalavia

      Gracias por las palabras. Efectivamente, como no todos han tenido la oportunidad de ver otras realidades, lo importante, creo, es informar, compartir, por los medios posibles. Saludos.

  2. Alberto de Belaunde

    Maravilloso testimonio, muchas gracias por compartirlo!

    • Claudia

      Me encantó porque siento ese amor incondicionado de reconocer en el otro a ti mismo…
      Abrazos amorosos

      • Ricardo Sumalavia

        Gracias, Claudia. El amor hacia mis hijos es enorme e incondicional.
        Saludos.

    • Ricardo Sumalavia

      Gracias, Alberto. Aprovecho y te felicito por tu labor.
      Abrazo.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Volver arriba