Rabia


O el vómito de mi teclado tras observar un desastre evitable


Pensaba escribir una parábola que aspirara a ser inteligente acerca de la incomunicación y la zafada de cuerpo, quizá una fábula sobre el desinterés humano por su hábitat, incluso tenía en la cabeza el reclamo de un pingüino cubierto de petróleo, desde las arenas de Chancay, a los principales actores de nuestra reciente tragedia ecológica, pero ahora que he puesto los dedos en el teclado todo ese tono civilizado se acaba de ir al carajo. No me sale espuma, poeta, sino una brea que asciende desde mi cólera empozada. 

Rabia le tengo hoy a la Marina del Perú, que está acostumbrada a que le digan “gloriosa”, pero que en las últimas décadas ha estado relacionada a escándalos vergonzosos, a escuchas clandestinas, a doblegamientos ante un Rasputín infecto, a retirados que exudan autoritarismo y machismo en la política; rabia a una nomenclatura cuyo principal activo es el heroísmo de un hombre que murió hace casi 150 años, algo así como vivir de la herencia del bisabuelo, y que luego de que un volcán estallara en Tonga, no ha sabido asumir las consecuencias más terribles que le ha tocado a un país en el Pacífico, con víctimas mortales y un desastre ecológico; y más rabia le tengo porque la retórica visual ya es insuficiente para tapar la oscuridad, porque tengo amigos queridos que han usado ese uniforme blanco, y ellos siempre dirán que una cosa es la institución y otra son algunos componentes, lo cual es verdad, aunque eludan la paradoja de que las organizaciones se forjan a diario con sus hombres; me da cólera, en suma, que la Marina se imagine intocable y que en su posible cúspide ajena a la realidad pueda pensar que está al margen de la reorganización total que necesitan las instituciones de este país.

Hoy le tengo rabia a Repsol y, por extensión, a quienes siguen defendiendo la intocabilidad de la inversión privada; me dan cólera quienes chillan y mencionan a la empresa del Estado cuando los derrames son en la postergada selva, pero se guardan de decir el nombre de la empresa privada cuando el desastre es mil veces mayor ante nuestra ciudad más habitada, me enfada ese cálculo latente con tal de no asumir responsabilidades, el cuentagotas oleaginoso: que se haya dicho primero que fueron 7 galones, un volumen que ni siquiera llenaría el tanque de un Toyota; que dos días después la empresa haya dicho que se trataba de un incidente superado, que después comunicaran que fue de menos de dos manzanas el área afectada y que luego la evidencia haya arrojado más de un millón de metros cuadrados; me arrebata que ante lo que parecía ser el desastre más brutal desde que los hidrocarburos mueven al país, que los tiburones de tierra hayan tomado una decisión basada en la Bolsa y que hayan enviado a una chica a poner la cara con el sempiterno discurso de que otros tienen la responsabilidad; me jode que ni siquiera hayan puesto en marcha un plan de contingencia; que le ensucien la playa, el barrio, el entorno a mis compatriotas quitándoles el sustento y que luego, como haría un amo con sus pongos, les paguen para que limpien sus propias cagadas; me revienta que sea más densa la codicia, que la tierra y nuestras aguas se vean como un animal que hay que destazar para vender su piel y que cuando las papas queman los mandamases digan que ese animal con tajo escapa de su responsabilidad; me revienta, en resumen, que la industria extractiva no asuma que dañar nuestro ecosistema es un riesgo que deben considerar a la par con las más que probables ganancias; que sus directivos solo se enfoquen en los gráficos del Power Point y no vean más allá de las cifras, que no se pongan ni un minuto dentro del pellejo del hombre que vive de lo que pesca, de la señora que da menú en la playa, del comunero que tiene historias de abuso secular en su familia, del pescador awajún que tiene su propio desastre de La Pampilla cada año en su río; me indigna, pues, que a una larguísima cadena de peruanos, desde el tipo que te rayó el carro hasta el político quitacuerpo, desde el funcionario distraido hasta el mandamás corporativo, le pese la lengua para decir sencillamente “perdón, yo me hago responsable”.

Rabia le tengo también al Estado, que trata al medioambiente con el mismo desprecio que le tiene a la cultura; bronca le tengo al Congreso pasado que archivó el Acuerdo de Escazú y también se la tengo al actual, que aprobó una ley que le extendió el permiso a los mineros informales, una ley que ni siquiera fue observada por el Ejecutivo, ese mismo Ejecutivo que hace poco puso como ministro del Ambiente a un defensor de invasores de terrenos y que hoy debe afrontar el peor desastre petrolero de nuestra historia.

Rabia le tengo a esos malparidos que se acaban de tumbar un árbol a ochenta metros de mi casa, una tipuana perfectamente sana que era un hito de sombra sobre la vereda calcinante, hogar de pájaros y descanso de los ojos; me duele ese tronco sobre la pista, las ramas aún con savia, esa zanja abierta en el asfalto y el edificio recién construido como testigo y quizá causante de todo; me subleva esa muerte tanto como la de las aves empetroladas, me jode hasta la coronilla ver las fotos antiguas de mi barrio y notar que los árboles eran frondosos, que la calle Los Pinos se llama así por unos pinos enormes que ya no existen, que Ricardo Palma se sentaba bajo unos ficus inmensos en la avenida a la que luego le pusieron su nombre, y que en lugar de esos ficus ahora haya aire caliente con dióxido; me empincha que nos acostumbremos a ser calcinados por el clima así como nos hemos acostumbrado a rodearnos de violencia; me revienta tener que escribir esto, ser un loquito que grita con las manos en altavoz en medio de un estruendo de indiferencia, un ingenuo a la espera de que otros se sumen, tenue esperanza de que un día seamos legión, oleada benigna, una marejada que cambie lo que esta ha ocasionado.

24 comentarios

  1. Paul Naiza

    Mi solidaridad contigo Gustavo,y cómo bien dices:» seamos una legión, oleada benigna… «

    • Gustavo Rodríguez

      Gracias, Paul, como siempre.
      Un abrazo.

    • Silvia RI

      Esa rabia, frustración, e impotencia de no poder hacer nada para que los responsables asuman y trabajen YA! pasa a ser un sentimiento de profunda tristeza y dolor… Los pescadores lloran su mar y su arena muerta, los animales mueren en absoluta orfandad, y nosotros los peruanos, mudos testigos de esta atrocidad, sólo podemos gritar y exigir acción a través de las redes.
      Pero eso no es suficiente…
      *Gracias a los únicos héroes aquí: los pescadores y ciudadanos que están tratando de salvar a los animalitos que están sufriendo.

  2. César Meza Mont

    Comprendo y admiro la valentía para escribir con absoluta autenticidad los sentimientos y pensamientos que hacemos propios.

    Uno podría ser más ácido y colérico, pero es bueno indignarse ante el silencio, ante la completa y total negligencia, apañada y tan oscura como ese manto sobre nuestro mar norteño.

    Aprecio tus palabras Gustavo y suscribo tu rabia.

    • Gustavo Rodríguez

      César, muchas gracias.
      Es bueno saberse acompañado.
      Un abrazo.

      • Antonio La Hoz

        Lo escrito es el sentir de muchos y en lo personal no lo puedo digerir y no dejo de estar empinchado.
        Lo único que me anima es que esa legión es grande y se hace más fuerte.
        Un abrazo.

      • Diana Ximena Torres Aquino

        Estamos hartos los peruanos, cansados de parecer locos gritando por un poco de humanidad, de empatia. Lo único que pedimos es que reparen los que han dañado si es que existe alguna forma de hacerlo, que agoten todos sus recursos, aunque ante lo visto estos días puede parecer ingenuo.
        Es duro aceptarlo pero lo que llamamos país es un territorio repleto de abusivos indolentes, y cuán generosa es esta tierra que aún lo soporta.

        • Juan Antonio Silva

          Excelente artículo. Es una pena pero pedir empatía en un país como el nuestro acostumbrado a ver al otro por encima del hombro, o simplemente a no verlo, es casi un sueño. En cualquier caso, lo que no lo es, porque existen normas que así lo exigen, es que quien cause un daño, lo repare. Esperemos que el mismo entusiasmo que emplea Repsol para buscar la generación de utilidades sea empleado para reparar el daño causado, y que la exigencia de respeto al ordenamiento legal no solo se manifieste cuando sus ganancias estén en riesgo. Y si no están dispuestos a reparar el daño causado pues habrá que dejar de consumir en sus estaciones. No encuentro otra solución.

    • Sandra

      Gracias por poner en blanco y negro el sentir de muchísimos, gracias

  3. Tairi

    Gracias Gustavo, a mi también me jode, somos legión, aún cuando «ellos» siempre sean más.

    • Gustavo Rodríguez

      Gracias, Tairi, un fuerte abrazo.

  4. Carolina Israel

    Gustavo, gracias por exteriorizar a través de tu crónica, esa frustración que muchos tenemos. También me jode; también actúo !

    • Lourdes Paredes

      Comparto tu sentir. Me enrabia que llamemos «cambio climático» a la despiadada, repugnante y maquiavélica CONTAMINACION AMBIENTAL promovida por la AMBICIÓN HUMANA.
      Un abrazo tu pluma siempre precisa, que tus manos se mantengan siempre en voz levantada.

  5. Carla Parra

    A todos los que queremos nuestro Perú nos jode. Nos jode ver como nos toman el pelo mandando a limpiar el desastre con escoba y recogedor, como no tienen un plan de contingencia, como les importa un pepino el país.

    • Gustavo Rodríguez

      Un abrazo, Carla. Es bueno saber que no se está solo.

  6. Noemí Serrano S.

    Totalmente de acuerdo con tu Fastidio en Extremo, pero Hoy ya hay UNA ESPERANZA pues MUCHOS COLECTIVOS SE HAN UNIDO y han PROTESTADO en VENTANILLA, ORGANIZACIONES DIVERSAS en CARTA ABIERTA con un PROFUNDO y REALISTA ANÁLISIS de los HECHOS y DAÑOS CAUSADOS por la EMPRESA REPSOL, también se HAN HECHO ESCUCHAR, ya el MINISTRO del AMBIENTE Esta INTERVINIENDO, los NOTICIEROS TELEVISIVOS NO LES HA QUEDADO OTRA que INFORMAR LA VERDAD de LOS HECHOS.,etc. “ LA UNIÓN HACE LA FUERZA y LA VERDAD TARDE o TEMPRANO SE SABE”. Noemi Miskytaky

    • Gustavo Rodríguez

      Que así sea, Noemí. Muchas gracias.

  7. Ricardo Ríos

    Así es, Gustavo. Suscribo al 100% TODO.
    Algo que me causa aprehensión es el futuro de mis hijas en este país. Y lo transmito con pena, pues así como seguimos, seguimos cavando y cavando cada vez más profundo nuestra propia tumba.
    Somos un país fallido, al que en el momento de su génesis, colocaron en su ADN el gen de la corrupción.

  8. Juan FLORES

    ¡¡Más que una justa indignación, vale Gustavo!! ¡¡Carajo!! Que rabia….

    • Gustavo Rodríguez

      Un abrazo rabioso, querido Juan.

  9. santiago

    Lo malo es que a los Peruanos, la indignación se nos ha vuelto selectiva y nos dura lo que dura un fuego artificial, 6 días, 15 con mucho esfuerzo.

  10. Santiago González

    Un error es que la indignación se ha vuelto selectiva, que primero se piensa de que tienda política, ideología o forma de pensar tiene la victima, para después reaccionar. Nos dura la cólera 6 días, una semana y después todo pasa.
    Sin querer en muchos casos somos cómplices de la impunidad, saben que aqui todo se acojuda, se abomba al sol veraniego, se empoza y se vuelve fofo.

  11. Nicomar

    Rotundo, a Gustavo. Indignación expresada con solvencia. Tal vez faltó la conjugación del neo verbo «me empVt4» con el actor más relevante: gobierno. El mismo que tenía al menos una promesa: soberanía y decencia. Pero que ha hecho del ministerio del ambiente y las empresas petroleras estatales, una feria de prebendas y empleos regalados. Eso, tal vez por falta de espacio.

  12. Mejor dicho, imposible. Cada grueso epíteto arrastra la marejada (tsunami) de hartazgo que compartimos quienes mantenemos la capacidad de indignarnos.
    No lo distribuyo en las redes por respeto a tu autoría pero ganas no me faltan.
    Felicitaciones

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